Toco y me voy
Promociones farmacéuticas
Me desayuné con una novedad: ahora hay promotoras en la farmacia que te instan a comprar tal o cual remedio, porque justo ahora vos tenés una promoción que no podés perderte. A ver, a ver, aflojá el cachete.

Una cosa es encontrarse con promociones en los súper. De última, uno está comprando, te salen al cruce con un paté nuevo o un vasito de ajenjo -a las diez de la mañana-, morfás o chupás de arriba, te hacés el canchero -mirando de reojo por dónde anda tu cónyuge-, escuchás sobrador, comprensivo o indiferente lo que la señorita tiene que decirte, agradecés y seguís camino. Las promotoras son un hermoso paisaje aceptado en esos negocios, al igual que en las esquinas, donde tienen el exiguo tiempo de un semáforo para darte un papel o un folleto, mientras vos quedás como el baboso que sos mirándola irse por el espejo retrovisor.

Las empresas, en general, tienden a generar nuevas formas agresivas de captar la atención de potenciales clientes. Te salen al cruce, te invaden...

Pero, hijos míos íen la farmacia! Uno entrasepesa, sacanúmero, hacefila y ahí viene la promotora -que cumple órdenes, desde luego- a ofrecerte la solución para tus presuntos dolores de cabeza. Amable y profesional te pregunta si vos no comprás de vez en cuando la marca, y sí, a veces sí, sobre todo cuando me duele la cabeza; ¿y ahora?; no, ahora no me duele; pero hay una promoción especial, si llevás una caja participás de un sorteo de no sé qué.

Me atienden en la farmacia y la señorita insiste en que no me olvide de la promoción, que no puedo ser tan gil, caramba, y que nunca en mi vida voy a conseguir ese remedio a ese precio. Me empiezo a sentir culpable por tener una cabeza indolora, ocasionalmente no alineada con la promoción que la empresa pensó para mí. Quién soy yo para no tener dolor de cabeza anterior, actual o futuro. Soberbio, presuntuoso: ya vas a estar enfermo y vas a salir corriendo a la farmacia para pagar el doble.

No se trataba de una tentación discreta, la señorita tenía órdenes precisas de ser no sólo atractiva sino también activa. Tomáte de una vez esta pastilla, te va a hacer bien, cabezón, era el mensaje que el laboratorio me enviaba.

Es cierto que uno va a la farmacia no sólo a comprar un remedio que uno o un familiar necesita, es cierto que hay una amplia gama de medicamentos que uno adquiere sin receta, pero la insistencia, y la promoción misma me pusieron los pelos de punta.

Con un simple ejercicio de imaginación, me imaginé la generalización de esta práctica. Chicas amables que te esperan con el enema listo, por ejemplo. U otras que te dicen que ahora está barato el refuerzo de la antitetánica y andá eligiendo si la querés en el izquierdo o el derecho. O la que te quiere hacer probar el nuevo gusto a frambuesa de un antibiótico que antes tenía gusto a salamín rancio.

Recordé que muchas farmacias ofrecen el servicio de enfermería allí mismo, con lo que, si te recetaron un inyectable, podés pasar a otro cuarto donde hay una camilla, pinchazo y a otra cosa. Pero allí todavía prima la voluntad personal. Acá te quieren vacunar de prepo y porque la empresa sacó una promoción dos por uno, carajo.

Así que, parece, algunos laboratorios pueden dejar de tentar directamente a los médicos y avanzar sobre el usuario mismo. Basta de intermediarios, no importa si tenés una enfermedad terminal (hay que apurarse: todavía podés pagar) o si tu nene está internado.

De pronto, concedo: no hay que ser tan terminante. Siento que ahora vienen las promos más interesantes: si comprás tantas dosis de nuestro remedio obviando la porquería que vende la competencia, participás de diferentes premios que incluyen viajes por el mundo. Cuatro pastillas, podés ir a Córdoba, veinte a la Cataratas, una caja a Brasil y más de una caja te vas a la... Tenés jarabe para la tos con raspadita. Y si sos prolijo y tenés la delicadeza de no toser ahí después de ingerir el medicamento, participás de un sorteo especial hasta la Garganta del Diablo.

Y aunque te niegues y le des la espalda a la señorita, ahí comienza el plan C: corréte que viene el pinchazo. La señorita ya fue adiestrada en técnicas de colocación de inyecciones a distancia, así que arrojará el dardo desde dos metros porque no sos quién, me entendiste, para negarte a recibir la mejora que representa este medicamento que encima te estamos regalando. íAmargo!

Pero superado el trance, me deshice de la amable señorita, encaré el mostrador y solicité el remedio que fui a buscar. De golpe sentí un enorme hastío, un cansancio social, una especie de calor inexplicable, un ardor en la frente, un dolor persistente justo ahí. Así que, si es tan amable, deme dos paquetes de los que promueve la señorita.