ANALISIS
La hora señalada

Después de la brutal pérdida de crédito público experimentada por la política en los últimos años, lo ocurrido ayer en la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires es muy difícil de comprender. En vez de avanzar en la restauración de los deteriorados lazos con la ciudadanía, el poder político se empeña en recorrer el camino inverso. Por resolver en el corto plazo, hipoteca el futuro.

Pocas veces se ha visto en escena, de manera tan directa y descarnada, la protección política otorgada por el poder a uno de sus socios. Tan rápido fue todo y bajo tanta presión de los familiares de las víctimas de Cromagnon, que no hubo lugar ni para un maquillaje de urgencia. La solución, entonces, fue la "desaparición" de cuatro diputados y el virtual "secuestro" de otra representante que, al parecer, había decidido actuar según su conciencia, dándole luz verde al juicio político a Aníbal Ibarra.

Estos hechos detonaron el escándalo y pronto la violencia se adueñó del recinto legislativo. Ante el desborde emocional colectivo, el pase a cuarto intermedio de la sesión hasta el próximo lunes sólo congela por algunas horas el desenlace de un hecho institucional que en sus consecuencias excede ampliamente el marco de la ciudad de Buenos Aires.

En rigor, lo que está en discusión es la manera de hacer y vivir la Argentina. Cuando ocurrió el desastre de Cromagnon, muchos asociaron lo acaecido en el boliche nocturno con una situación anómica que impregna al país todo y cada día pone en riesgo a sus ciudadanos, cualquiera sea el lugar en el que trabajen o se diviertan. Por la impunidad de sus gobernantes, la crónica inconducta de sus gobernados, la degradación de la convivencia y el retroceso de sus indicadores sociales, la Argentina fue percibida en ese momento como un país-trampa, peligroso para todos. Y comenzó una reacción positiva que hoy está a punto de estrellarse contra el muro de una nueva desilusión. No se trata de perseguir a personas, sino de comenzar a demoler el edificio gemelo de ilegalidad, ilegitimidad e impunidad que le hace sombra al orden institucional, lo desnaturaliza y mutila, destrozando, a la vez, la posibilidad de una convivencia civilizada. Es la hora señalada. El lunes se decide si se avanza hacia un cambio o se vuelve al laberinto de la vieja política, en cuyo interior ya está encendida la mecha de la explosión social.