Secretos de la magia televisiva

Ángel Libonatti y Adolfo Ábate, a simple vista, son dos hombres comunes. Adolfo tiene 45 años de iluminador. Su recuerdo echa luz sobre el trabajo con Rodolfo Bebán, Silvia Montanari, Biondi y un sinnúmero de estrellas. Ángel tiene 39 años de cámara sobre sus hombros, dos guerras transmitidas y 14 años con la Aventura del Hombre. Los une la misma pasión: conjurar magia televisiva y, a la hora del retiro, compartir sus trucos. Este fue el motivo que los trajo a Santa Fe: de la mano del Sindicato Argentino de Televisión recorrieron varias emisoras de la provincia, charlaron con sus técnicos y transmitieron su experiencia.

Echando luz

Adolfo tiene 72 años y entre sus recuerdos aparecen el primer espectacular color de canal 13, "Luz de Gas", y el trabajo realizado con diversos artistas de la historia televisiva argentina, como Biondi y Pipo Mancera. Tal como lo describe, se especializa en "transformar el decorado en una escena, un lugar que a ojos del espectador parezca real". Pero la magia no se produce sólo con objetos inanimados. La belleza también se reinventa en los rostros. Este profesional asegura que la iluminación acentúa rasgos faciales, pudiendo modificar una cara con juegos de sombras. Según Adolfo, "un buen iluminador debe cuidar las estrellas de la televisión para que luzcan su belleza. Hay que cuidar muchos detalles, como lograr que los pómulos sobresalgan, y que la pera no pegue en el pecho... Si esto sucediera, estaríamos deformando el aspecto de una persona".

Vivir tras la cámara

La historia de Ángel se cuenta por sí sola. Su cámara lo llevó a lugares impensados -como la Guerra del Golfo y diversos sitios del mundo-, y le permitió incursionar en la medicina, filmando cirugías de ojo que le apasionan. La variedad no es casual, Ángel asegura que no puede dejar de filmar. "La cámara es parte de mi vida, veo el mundo a través de ella. Todo lo que miro y me interesa trato de filmarlo... vivo pensando en imagen", reconoce. Los hechos concretos no lo conforman, Ángel va más allá y dice que "la cámara también acompaña la imaginación, pudiendo registrar lo abstracto. Uno puede volar con la música, conmoverse con una sonrisa. A veces vivimos lo que vemos, y casi lo sentimos, eso puede plasmarse en imagen".

Pero en la vida no todo es dicha, y en el trabajo tampoco. Con la cámara al hombro, Ángel vivió días de guerra. "A veces me invadía la impotencia de tener que filmar y no poder hacer nada. Pero luego comprendí que mi misión era mostrarle esa barbarie al mundo, y cumplí con mi trabajo".

La diferencia

Desde ópticas distintas, estos dos magos coinciden en que la brecha entre Buenos Aires y el interior no es tan grande. Que se deben revalorizar los talentos y dejar de mirar hacia el costado. "Los iluminadores del interior son muy buenos y creativos. La tecnología es importante pero no fundamental -aclara Adolfo-, lo que hace a la diferencia es la dedicación y el estudio".