El ritual navideño en el siglo veintiuno

Foto de El Litoral.. 

Hábitos y costumbres de una celebración. Los nuevos modos de vida se van imponiendo por sobre antiguas tradiciones. Pero la reunión familiar en Nochebuena permanece. ¿Qué cambió de nuestras Navidades?

La mesa pantagruélica que reunía la familia en los festejos de Navidad aún perdura. Pasajes agotados, carreteras colmadas y gente movilizada dan cuenta de la premura por llegar y estar "juntos" en Navidad. Sin embargo... mucho ha cambiado.

Son evidentes las mutaciones recientes que han sacudido a la sociedad; lo llamativo es puntualizar la velocidad con que se produjeron. Por cuanto, referirse a tres o cuatro décadas en el devenir del tiempo, es apenas un suspiro.

La respuesta, desde la Sociología, tal vez confirmaría el poder de adaptación del conjunto a los cambios que proponen individualmente sus mismos actores. De hecho, al interrogante que planteamos Nosotros a algunas personas, acerca de los recuerdos que tenían de Navidades pasadas, los entrevistaron resaltaron tanto los elementos alegóricos -el arbolito, los juguetes...- como la emotividad de las personas que recordaban: "mis abuelos, los primos, mis viejos...".

Lo cierto es que estamos ante la Navidad, otra vez. Acompañada por la sacralidad del festejo o la simpleza del encuentro familiar, la Navidad dice presente. Y el hecho de que nos parezca que llega más rápidamente, da cuenta también de la celeridad de los cambios. Porque los años siguen teniendo doce meses, pero la llegada de los acontecimientos cotidianos parecen acortarlos.

¿Costumbres argentinas?

El festejo de la Navidad ha ido variando en algunos casos a instancias del mercado. Hoy es más común ver a un Papa Noel repiqueteando campanitas en los centros de compras, que pesebres rememorando el nacimiento de Jesucristo que para la grey católica es la fecha que se recuerda y se renueva. En el Litoral, la vigencia del Niño Dios sigue perdurando; por cuanto es él quien llega con los apreciados regalos. En otras ciudades -de la misma región y en la mayoría del país- son los Reyes Magos portadores de los obsequios que, sumando misterio y asombro, depositan sobre los zapatos los regalos que la inocencia infantil garabatea en deliciosas cartitas.

En otros casos y, de la mano de la globalización, se adoptan costumbres que poco o nada tienen que ver con la realidad de nuestro país: medias con regalos colgando en las chimeneas (¿?), árboles nevados...

Recordemos, sin demasiado esfuerzo, en qué consiste el festejo navideño en la Argentina, donde se persiste con el consumo de alimentos propios de lugares muy fríos, como dulces, confituras y cantidades excesivas de comidas, cuando las temperaturas las reclaman livianas. Costumbres que llegaron con el advenimiento de inmigrantes y extranjeros, en quienes la necesidad de recordar la tierra lejana trasplantaba rituales que los aferraba a ella, frente a la imposibilidad que tuvo la mayoría de volver desde donde partieron.

Hoy, son otras las causas que revelan la porosidad de las culturas híbridas y en donde aparecen nuevos elementos y acontecimientos: fronteras que se derriban por los avances tecnológicos, apertura de los mercados, acceso ilimitado al espacio por medios mecánicos/aéreos, flexibilización ideológica, entre otros tópicos que consolidan cada vez más el concepto de aldea global en que se ha convertido el mundo.

Presente imperfecto

Pero son otros, más sólidos y contundentes, los cambios en los hábitos de nuestra sociedad; son aquellos que -confrontados con la realidad- disponen que lo habitual sea repensado, que lo institucionalizado sea enjuiciado y que la apertura de pensamiento derribe conceptos que no se discutían. Son fundamentalmente los cambios producidos en los vínculos familiares. Recordemos aquella mítica película de los '60, cuyo título se convertiría en emblemático: "Los míos, los tuyos, los nuestros", que reflejaba lo que luego se daría en llamar "familias ensambladas".

Son aquellas que devienen de uniones diferentes y variadas, que se producen más allá de los cánones de la "normalidad". Parejas separadas que vuelven a formar otras; aparecen los medio/hermanos, las novias de "mi papá", las parejas sin convivencia, las del mismo sexo, abuelas jóvenes, tíos... Y así, como una paleta de colores parentales, difícil de resumir sin dejar algún matiz afuera, se entrelazan las nuevas familias.

Consultado el profesor Carlos Branca, de la cátedra de Sociología del Instituto Superior N° 12 de nuestra ciudad, dice al respecto: "a fines de los cincuenta se comenzaron a dar, a nivel mundial, estas nuevas formas de familias. En países como el nuestro, se formalizaron a partir de los setenta y se profundizó la tendencia en los ochenta/noventa. Las crisis económicas atravesaron los vínculos familiares, que también tienen que ver, en algunos casos, con estos ensambles".

Interrogado sobre los cambios en las costumbres y en la modalidad de festejar Navidad, Branca explica: "el mercado no nos dice que tenemos que cambiar tal o cual hábito, lo que hace es influir. Un claro exponente es la muy actual fiesta de Hallowen (fiesta de brujas, de origen celta) que va tomando fuerza en nuestro país. Y de paso, abre una veta más en la cadena comercial, ofreciendo al mercado los chiches que se utilizan en la fiesta".

Cuando sean las doce

Una modalidad que también se afianza es "comer afuera": tal vez para muchos es desvirtuar el festejo. Pero también es obviar alguna de las situaciones mencionadas. En algunos casos el lugar elegido se prepara para vivir la fiesta: la cena es afín, hay música y las "doce" se espera con bailes y juegos... un estereotipo tal vez demasiado armado, pero que para muchas familias es el sinónimo de una Navidad... acompañada.

La partida de muchos argentinos para radicarse en el exterior en tiempos recientes, acentuó algunos rasgos propios de la nostalgia entre los que no pueden ir y los que no pueden venir. Y así, tecnología de por medio, las camaritas de la web se convierten en sustitutos de aquellos inefables momentos donde la familia se reunía.

Navidad que resiste

Para el creyente católico, vienen bien los versos de Ema Margarita R. A. Valdés, "entre pañales, late la libertad de los mortales...", referido al acto supremo de la Navidad: el Nacimiento del Mesías. No vendría nada mal replantearse en qué medida debe honrarse tan magno acontecimiento. Tal vez con menos desmesura consumista y observando a nuestro alrededor con una mirada más piadosa hacia los que menos poseen.

Para todos, recordar lo que apunta José J. Saer en su formidable libro "El río sin orillas": "es sabido que el mito engendra la repetición y que éste la costumbre y que la costumbre, el rito... Que el ritual navideño perdure bajo las condiciones que cada cual pueda construir. Con las nuevas y las viejas mochilas que cargue cada uno. Reafirmando vínculos o invocando a la sabiduría para entender los que se constituyen. Tal vez porque no es bueno que el hombre esté solo, hay libretos de convivencia aún por escribir y muchas Navidades por festejar".

Cómo se festeja hoy

Como un rasgo persistente al recuerdo de Navidades pasadas, todos los entrevistados expresaron sentimientos de añoranza, pero ninguno desestimó el valor que tiene reunirse, aún con los cambios que se produjeron.

Mabel (48 años, profesora) opina: "Claro que cambiaron... en Laguna Paiva, donde festejábamos Navidad, todo se centraba en esperar los familiares que llegarían de otros lugares. El armado del pesebre por parte de mi padre era un clásico: recuerdo los animalitos, el espejo que hacía de lago... Allá esperábamos a los Reyes...Hoy, los mayores, por lógica ya no están y las fiestas se circunscriben a pocos familiares. Unos viven lejos, otros tienen el compromiso con sus nuevas parejas, y los hijos tienen otras expectativas de pasar la Navidad. Sin embargo, el festejo perdura", reflexiona.

Para Melina (24 años, licenciada en Comunicación Social), los festejos navideños han cambiado tanto que inclusive le duele recordarlos: "Acostumbrábamos a esperar las 12 con juegos de distintos tipos. La mesa era con los abuelos y todos juntos alrededor del árbol. Hoy, tengo un hermano fuera del país, y otras circunstancias también hacen de la Navidad una fiesta que no me gusta demasiado festejar... pero la costumbre nos reunirá igual", dice, con nostalgia.

Para Ileana (23 años, estudiante), "las fiestas son un lío. Mis viejos son separados, mi papá volvió a formar una familia. En casa de mi mamá vive una tía recientemente separada, haciendo el duelo por lo que le pasó, y uno repartiéndose entre todos. Espero el 1° de enero, íya! -se impacienta-, pero reunirnos, nos vamos a reunir".

Un ícono

En el siglo VIII, San Bonifacio quiso probar frente a los druidas alemanes, que el roble no era un árbol sagrado ni inviolable. En un bosque cortó uno de ellos y éste, al caer, fue arrastrando a todos los demás árboles. La excepción fue un abeto, lo que lo consagró como "el arbolito del Niño Dios". De allí la costumbre de armarlo y ornamentarlo. Pero no es la única versión acerca de su origen...

Costumbre romana

Antes de que se celebrara la Navidad, en la antigua Roma se festejaba Saturnalia, entre el 17 y el 24 de diciembre. En esta fiesta se honraba a Saturno, dios de la agricultura, con intercambio de regalos y grandes banquetes. De allí es el origen de los regalos de Navidad. También se cree que puede basarse en los regalos que le hicieron los Reyes Magos a Jesús.

Misa de Gallo

Es una de las más arraigadas tradiciones del pueblo católico. La Misa de Gallo tiene sus orígenes en los inicios de la iglesia católica y perdura hasta nuestros días. Se celebra la noche del 24 de diciembre, a las 24, para conmemorar el nacimiento del Niño Dios. Las 2 lecturas y el evangelio se enfocan a narrar el nacimiento de Jesús.

Agradecimientos: al profesor Carlos Branca y a todos quienes brindaron su testimonio.

Graciela Manattini