Al margen de la crónica
Luz, espacios públicos, acción

Por definición un espacio público es aquel que puede ser aprovechado por todos. Cada cual podrá hacerlo a su manera, pero la cuestión es que su uso no esté vedado. Sin embargo, como cada derecho genera obligaciones, el límite en este caso es el cuidado común del lugar compartido.

Vayamos por partes. En los últimos días pasó a primer plano la inseguridad en uno de los paseos más amplios y tradicionales de la ciudad, como es el Parque del Sur, a partir de hechos (aberrantes) que tuvieron por escenario el sector más oscuro y, por lo tanto, menos transitado. Los propios vecinos admitieron que la deficiente iluminación redunda en un aprovechamiento limitado de uno de los pulmones verdes más grandes de la capital. No es distinta la situación en otros paseos, que la falta de una adecuada iluminación vuelve intransitables hasta para los románticos más osados.

Desde la perspectiva opuesta resulta difícil comprender el empeño puesto en dañar lo que pertenece a todos, que deriva en mobiliario urbano destruido, estatuas y monumentos escritos y mutilados, y por supuesto, farolas estalladas por un certero gomerazo.

Tan estéril como la disputa por la primacía del huevo y la gallina es la discusión acerca de quién tiene la responsabilidad: si el Estado no actúa porque la gente no cuida o si es la ciudadanía la que no encuentra motivación para defender aquello que la acción (u omisión) oficial tampoco prioriza.

En todo caso, más que en tirar (literalmente) la primera piedra, conviene concentrar el debate en el tipo de ciudad que queremos, una que recupere el uso pleno de sus espacios y que celebre el encuentro y la participación en parques y paseos. O la actual, ésa que devuelve una imagen en la que nadie se quiere reconocer.