"La violencia es el fracaso de la palabra"
Los chicos han cambiado sus hábitos; los lugares donde ellos desarrollan sus vivencias, también. Al igual que el lenguaje, sus juegos son considerados como "síntomas" de lo que quieren expresar del mundo que los rodea, incluida la familia. ¿Qué deben hacer los padres para su resocialización frente a alternativas como la computadora y la televisión?
El Litoral entrevistó al psicopedagogo y psicoanalista Daniel De Greef, quien pone el acento en el valor de la palabra, de la conversación, de la interpretación de lo que los chicos nos están diciendo con sus actitudes y sus juegos. ¿Qué significa, por ejemplo, cuando un niño dice "estoy aburrido"?
El diálogo derivó, asimismo, en la soledad de las criaturas, en su agresividad, su violencia, en algunos casos, y en sus miedos.
-Nuestra generación y las siguientes, hasta hace poco tiempo, a partir del jardín o de la plaza, manteníamos una relación con la Naturaleza que nos permitía, a la vez, ser muy imaginativos. Parecería que ahora los chicos han perdido interés y se circunscriben a lo que observan por televisión..
-En la televisión y en la computadora. Ese lazo con la Naturaleza que le mostraba las leyes de la vida, cómo era la realidad circundante, hoy se restringe cada vez. La ciencia ha sabido capturar esa nueva modalidad de vínculo con la Naturaleza, donde cada vez se promociona más desde el punto de vista teórico pero menos lo pueden ejercitar los niños.
Sin embargo, esa tecnología -primero, la TV; pero, luego, la computación y el ciber- no produce los mismos lazos en relación con el objeto, en primer lugar, porque no hay nada que descubrir, nada que analizar u observar, sino que se trata de una forma pasiva de recibir la información que deviene, aunque tampoco establece lazos con el compañero.
Porque los juegos en red que los chicos juegan producen, aparentemente, lazos con los chicos; pero no es así, sólo se trata de cierta comunicación mecanizada, que no alcanza a ser una comunicación real, que exige la presencia del otro. Y la presencia del otro, como los adultos lo sabemos, es y ha sido siempre conflictiva en la historia de la humanidad, porque implica una serie de actitudes que antes en los grupos se ejercían: la tolerancia, la comprensión, la paciencia, el escuchar, el aceptar la diferencia...
Hoy día esto se está evitando con la falsa comunicación con el otro a través de una pantalla donde, como si fuera poco, de lo que se trata es de una nueva concepción del otro: ya no es un adversario sino un enemigo. Y eso es sin la posibilidad de poder hablarlo. Y tampoco con la posibilidad de que un adulto -que casi no entendemos estos juegos- esté al lado y pueda intermediar con una palabra esa enorme violencia de los juegos infantiles que termina produciendo en los chicos, no siempre pero sí en muchos de ellos, casi un estado de ostracismo hacia la realidad y en los lazos con el otro.
Muchos chicos están encontrando serias dificultades para hacer amistades. ¿Por qué? Porque están acostumbrados a relacionarse con la pantalla o por el teléfono celular con los mensajitos y eso va distanciando en el tiempo y en el espacio el encuentro con el otro.
-Esta presencia de la angustia, ¿puede ser como consecuencia de que los chicos se sienten cada vez más solos?
-Creo que la etiología es abundante. Es propio de los niños el miedo, no es ajeno a la normalidad de ellos. El miedo es característico de los seres humanos desde que nacen. Todos los miedos son hijos del mayor miedo del ser humano que es a la muerte. A partir de allí vienen las preguntas por el sufrimiento, por la soledad, por el abandono...
Los niños que se confrontan tempranamente con situaciones abandónicas o conflictivas corren el riesgo de acrecentar sus temores. Cuando hay un ambiente familiar relativamente estable, los miedos suelen ser menores o fácilmente superables; esto no quiere decir que algún chico no tome otro camino. Cada situación requiere de una terapia específica, porque cada niño ha depositado en un objeto un miedo particular.
-Cuando un chico te pregunta: "¿A qué puedo jugar?", o se queja: "Estoy aburrido", ¿de qué manera se puede incentivar la imaginación?
-Me parece interesante la pregunta porque tiene una doble lectura: una imaginaria y otra simbólica. Cuando un chico dice "estoy aburrido", los adultos tomamos la palabra con el mismo concepto que los adultos entendemos aburrimiento. No va de suyo entenderlo así. A veces, es el nombre que le dan a la angustia, a la depresión o a una situación de vacío.
No sólo se trata de ir corriendo a la búsqueda de algo que los entretenga -aunque me parece bien motivarlos-, sino también de escuchar qué hay detrás de ese discurso: "Me aburro". ¿Qué me está comunicando? Ahí está la importancia de continuar la conversación con él. Sacarlos a pasear o darles enseguida un jueguito sería una respuesta directa pero imaginaria.
La simbólica es preguntarnos: ¿qué pasa con ese chico que dice "me aburro"? Muchas veces, según la clínica psicoanalítica, es el nombre que el chico le da a la angustia, a situaciones conflictivas que, al no saber cómo manifestarlas, las expresan con otra.
Teresa Pandolfo