Entrevista con el psicopedagogo Daniel De Greef

"La violencia es el fracaso de la palabra"

"El juego es un significante `amo" en los niños y un síntoma; esto tiene mucho que ver con los espacios y los tiempos", explica Daniel De Greef. Foto: Amancio Alem.. 

El juego de los niños como recreación de los vínculos que establecen. La influencia de los espacios restringidos, de la televisión y de la computadora. La necesidad de hablar más con los chicos.

Los chicos han cambiado sus hábitos; los lugares donde ellos desarrollan sus vivencias, también. Al igual que el lenguaje, sus juegos son considerados como "síntomas" de lo que quieren expresar del mundo que los rodea, incluida la familia. ¿Qué deben hacer los padres para su resocialización frente a alternativas como la computadora y la televisión?

El Litoral entrevistó al psicopedagogo y psicoanalista Daniel De Greef, quien pone el acento en el valor de la palabra, de la conversación, de la interpretación de lo que los chicos nos están diciendo con sus actitudes y sus juegos. ¿Qué significa, por ejemplo, cuando un niño dice "estoy aburrido"?

El diálogo derivó, asimismo, en la soledad de las criaturas, en su agresividad, su violencia, en algunos casos, y en sus miedos.

-Hasta hace pocos años, espacios públicos como plazas y veredas eran lugares de conocimiento y de relación para los chicos. Con estos ámbitos restringidos, ¿cómo se vinculan, ahora, a partir de su temprana infancia?-El concepto de niños es muy amplio. Si nos referimos a los de la ciudad y de clase media, podríamos exponer algunos conceptos, pero haciendo la salvedad de que no todos gozan de ciertos bienestares y que esto también marca sus conductas y sus lazos.Si se trata de niños que poseen como marco de referencia habitual de vida los lazos sociales e institucionales de la ciudad, debemos reconocer que estamos viviendo una etapa, un período, durante el que los espacios habituales que ellos tenían como patrimonio prácticamente exclusivo -como las plazas, los baldíos o las calles-, es cierto que hoy están restringidos. Entre las causas encontramos la seguridad y el crecimiento del tránsito.Esto trae consecuencias. Porque los niños tienen una relación con el juego pero también con el espacio y el tiempo. Los lazos que establecen no son ajenos a estas dos variables. Si pensamos que esas restricciones, de alguna forma, los llevan a buscar lugares más cerrados -donde la cantidad de vínculos que establecen disminuyen y los tiempos cambian-, debemos consignar que esto trae un impacto, que no sólo modifica la modalidad de los juegos sino también su misma estructura.El juego es esencial; es un significante "amo" para los niños, de la misma manera que el trabajo es un significante "amo" para los hombres. En síntesis, el juego es una característica esencial de los niños.Desde el psicoanálisis también pensamos que el juego es un síntoma de los niños y esto tiene mucho que ver con los espacios y los tiempos.Lo podemos resumir así: a qué juega un niño cuando juega. Podemos decir que se divierte, que hay una situación recreativa, pero también una recreación de sus lazos y de sus vínculos personales en el objeto de juegos. Esto quiere decir que los niños juegan a cómo han sido "jugados". Éste es un concepto muy importante porque, de alguna manera, los niños reproducen en sus juegos aquellos lazos invisibles, a lo mejor, que han establecido con el mundo, las instituciones y la propia familia.

Computadora y comunicación

-Nuestra generación y las siguientes, hasta hace poco tiempo, a partir del jardín o de la plaza, manteníamos una relación con la Naturaleza que nos permitía, a la vez, ser muy imaginativos. Parecería que ahora los chicos han perdido interés y se circunscriben a lo que observan por televisión..

-En la televisión y en la computadora. Ese lazo con la Naturaleza que le mostraba las leyes de la vida, cómo era la realidad circundante, hoy se restringe cada vez. La ciencia ha sabido capturar esa nueva modalidad de vínculo con la Naturaleza, donde cada vez se promociona más desde el punto de vista teórico pero menos lo pueden ejercitar los niños.

Sin embargo, esa tecnología -primero, la TV; pero, luego, la computación y el ciber- no produce los mismos lazos en relación con el objeto, en primer lugar, porque no hay nada que descubrir, nada que analizar u observar, sino que se trata de una forma pasiva de recibir la información que deviene, aunque tampoco establece lazos con el compañero.

Porque los juegos en red que los chicos juegan producen, aparentemente, lazos con los chicos; pero no es así, sólo se trata de cierta comunicación mecanizada, que no alcanza a ser una comunicación real, que exige la presencia del otro. Y la presencia del otro, como los adultos lo sabemos, es y ha sido siempre conflictiva en la historia de la humanidad, porque implica una serie de actitudes que antes en los grupos se ejercían: la tolerancia, la comprensión, la paciencia, el escuchar, el aceptar la diferencia...

Hoy día esto se está evitando con la falsa comunicación con el otro a través de una pantalla donde, como si fuera poco, de lo que se trata es de una nueva concepción del otro: ya no es un adversario sino un enemigo. Y eso es sin la posibilidad de poder hablarlo. Y tampoco con la posibilidad de que un adulto -que casi no entendemos estos juegos- esté al lado y pueda intermediar con una palabra esa enorme violencia de los juegos infantiles que termina produciendo en los chicos, no siempre pero sí en muchos de ellos, casi un estado de ostracismo hacia la realidad y en los lazos con el otro.

Muchos chicos están encontrando serias dificultades para hacer amistades. ¿Por qué? Porque están acostumbrados a relacionarse con la pantalla o por el teléfono celular con los mensajitos y eso va distanciando en el tiempo y en el espacio el encuentro con el otro.

-¿Estaríamos, entonces, ante niños más solos y también más agresivos?-Más solos, sí. Y en cuanto a esta pregunta de más agresivos, siempre recuerdo una expresión de Hanna Arendt, quien escribe un libro sobre educación y futuro en 1973, y consigna que los norteamericanos cometieron el grave error de sostener la teoría de "Su Majestad, el niño en la educación", donde -decía- dejaron librados los niños a sus pulsiones, sin la intervención de un adulto que ponga límites o una palabra rectora o pueda organizarlos.Ella señalaba que los niños librados a sus pulsiones terminan agrediéndose, violentándose y hasta matándose, como ha sucedido en algunas escuelas norteamericanas. Y esto se aplica hoy día: los niños se encuentran cada vez más solos en relación con juegos que los adultos no entendemos; solos en relación con los adultos, que estamos cada vez más inmersos en los grandes problemas laborales, económicos y sociales... Y empiezan a hacer alianzas entre ellos, a "protegerse" entre ellos, con la lógica de los grupos llamados patotas. Es decir, con códigos propios, donde la palabra del adulto no ingresa y se desestima, y donde quedan librados a sus pasiones y pulsiones sin la intermediación de la palabra que un adulto puede poner para su pacificación. Y, bueno, los chicos se agreden o autoagreden.

El valor de la palabra

-El estadio afectivo se forma en la temprana infancia. Sabemos de las dificultades de los adultos que deben salir a trabajar. Entonces, el niño está con la computadora o la TV. Tenemos el diagnóstico, pero, ¿qué tendrían que hacer los padres para resocializar a su hijo?-Es una respuesta difícil pero algo tenemos que hacer. Quizás cada niño tenga una respuesta diferente. No obstante, el desafío comienza por las instituciones: la familiar y las educativas, principalmente.Evidentemente, hay que tamizar de alguna forma esto que está pasando. Hay que poner más palabras con los niños; que ellos puedan hablar de lo que les pasa. Esto, en el seno de la familia y en las instituciones educativas.No tanto bajar todo un discurso moralista u ordenador que viene de arriba, pero que, de alguna forma, no es consensuado con los niños -aunque admitamos que no todo se puede consensuar con ellos-. Sin embargo, lo fundamental que tenemos que hacer los padres y las instituciones es rescatar la palabra. La violencia es el fracaso de la palabra.Se debe hablar con ellos, escucharlos a ellos porque los chicos tienen algo que decir. Por eso yo decía que el juego es un síntoma y, si los juegos dentro de la familia o en los recreos son agresivos o violentos, hay que leer esos síntomas y no sólo reprimirlos. En algún momento habrá que poner límites, pero con la misma eficacia hay que leer esos síntomas y trabajar con los chicos, en lo que podemos llamar una revalorización de la palabra. Una palabra que se pueda escuchar y que pueda ser leída como síntoma y no sólo como expresión del deseo de los niños.No hay que detenerse sólo en lo que dicen los niños y los adolescentes; en lo que juegan ellos, sino preguntarse qué hay detrás; qué dicen con lo que dicen, qué expresan con lo que no dicen y qué, con lo que no juegan.Se trata de leer las manifestaciones de los chicos y tomar sus actos y juegos como un discurso y confrontarlo con ellos; hablar con ellos y saber interpretar esos discursos, alguno de los cuales se lo tendremos que devolver a ellos para que se inicie una dialéctica de la conversación.

Autoridad en declinación

-Esta presencia de la angustia, ¿puede ser como consecuencia de que los chicos se sienten cada vez más solos?

-Creo que la etiología es abundante. Es propio de los niños el miedo, no es ajeno a la normalidad de ellos. El miedo es característico de los seres humanos desde que nacen. Todos los miedos son hijos del mayor miedo del ser humano que es a la muerte. A partir de allí vienen las preguntas por el sufrimiento, por la soledad, por el abandono...

Los niños que se confrontan tempranamente con situaciones abandónicas o conflictivas corren el riesgo de acrecentar sus temores. Cuando hay un ambiente familiar relativamente estable, los miedos suelen ser menores o fácilmente superables; esto no quiere decir que algún chico no tome otro camino. Cada situación requiere de una terapia específica, porque cada niño ha depositado en un objeto un miedo particular.

-Reitero la pregunta: ¿esos miedos tienen que ver con la soledad?-Yo creo que sí. En más soledad y por varios lados. Hay fenómenos de la globalización que nos están dejando solos a los seres humanos y sobre todo a ese gran sector que es la infancia y la adolescencia. Creo que tiene mucho que ver con la declinación de la imagen paterna, de la imagen de la autoridad, que en la familia es el padre.Me parece esencial esta pregunta porque hay una declinación de la autoridad. Por ejemplo, la dignidad de tener un trabajo lo ponía en una situación privilegiada dentro de la familia.Hoy día, esa dignidad en la familia se ha perdido y también ese lugar de autoridad, de referencia... Los chicos, en muchas familias -no en todas- no tienen ese lugar de referencia y quedan solos librados a sus pulsiones sin una palabra que los tranquilice y los pacifique.

¿Qué hay detrás del "estoy aburrido"?

-Cuando un chico te pregunta: "¿A qué puedo jugar?", o se queja: "Estoy aburrido", ¿de qué manera se puede incentivar la imaginación?

-Me parece interesante la pregunta porque tiene una doble lectura: una imaginaria y otra simbólica. Cuando un chico dice "estoy aburrido", los adultos tomamos la palabra con el mismo concepto que los adultos entendemos aburrimiento. No va de suyo entenderlo así. A veces, es el nombre que le dan a la angustia, a la depresión o a una situación de vacío.

No sólo se trata de ir corriendo a la búsqueda de algo que los entretenga -aunque me parece bien motivarlos-, sino también de escuchar qué hay detrás de ese discurso: "Me aburro". ¿Qué me está comunicando? Ahí está la importancia de continuar la conversación con él. Sacarlos a pasear o darles enseguida un jueguito sería una respuesta directa pero imaginaria.

La simbólica es preguntarnos: ¿qué pasa con ese chico que dice "me aburro"? Muchas veces, según la clínica psicoanalítica, es el nombre que el chico le da a la angustia, a situaciones conflictivas que, al no saber cómo manifestarlas, las expresan con otra.

-¿Hay algún común denominador de las angustias en los chicos que van a tu consultorio? ¿Tienen un mismo origen?-Podemos decir que el común denominador de los niños, ya lo decía Freud, son las fobias y los miedos; eso, como generalización.¿Cuál es la patología general de la niñez? Las fobias, los miedos y esto es razonable, pero en forma particular podemos decir que cada chico vive de una forma única y distinta esos miedos. Y el objeto del miedo puede ser muy diferente. Ahí está la distinción entre miedo y fobia. El miedo es miedo a un objeto; la fobia es el miedo sin objeto, que se parece más a la angustia.

Teresa Pandolfo