La obsesión del gobierno por el fantasma de la "derecha"

En medio de crecientes tironeos ideológicos de Palacio, Néstor Kirchner pone por estos días en la balanza de los logros, aquellos obtenidos hacia adentro y hacia fuera del peronismo en cuestiones de construcción y dominio del andamiaje político, al tiempo que se muestra eufórico en materia económica, aunque condicionado en el discurso por los indicadores sociales. En este aspecto, el presidente enarbola como estandartes de victoria los empinados índices de crecimiento que lo acompañaron durante toda su gestión.

Desde las preocupaciones más profundas, en el otro platillo, hoy la Casa Rosada parece estar jugando peligrosamente con los tiempos en la escalada del conflicto con Uruguay, mientras Kirchner se encuentra tironeado en su fuero íntimo por el aún irresuelto episodio de Las Heras, donde fue alevosamente asesinado un policía, casi como la contracara de las muertes de los piqueteros Kosteki y Santillán, mientras la lentitud de la investigación judicial se torna exasperante.

La puja interior se da porque algunos ideólogos a su alrededor tratan de convencer al presidente que lo de Las Heras fue apenas un episodio de "locura colectiva", que habría que entender hasta por la geografía del lugar. Quieren decirle, en el fondo, que murió nada más que un policía. Por otro lado, están las lágrimas de los vecinos de su provincia que le piden "justicia".

Pero no solamente en esta cuestión tan delicada, sino también en cada uno de los análisis que se hacen en el entorno presidencial se cuelan por estos días, y cada vez con mayor asiduidad, voces de hondo desprecio, pero a la vez preocupadas por el eventual "avance de la derecha" y sobre la necesidad de combatir como un cruzado contra ese tipo de pensamiento.

Si se observa una fotografía de la pirámide de la economía argentina y se la compara con otra de fin de 1997, la actual supera a la anterior en 13,2 por ciento, es cierto, pero la base se ha ensanchado irremediablemente, por el derrape de las capas medias que apenas pueden volver a remontar vuelo, mientras las bajas se sienten algo mejor por una mayor seguridad en el empleo y los excluidos siguen igual. También el ingreso por habitante subió un poco (2,7 por ciento) y pasó de 8.021 pesos/dólares al año a $ 8.235, pese a que se sumaron más de 2,7 millones de personas al promedio, lo que es otro mérito.

Pero más allá del estrago que generó la devaluación sobre los ingresos, la sensación es que el importante crecimiento de 9,1 por ciento -y el acumulado de los tres años previos- no es percibido por el grueso de la población. Para ello, no es menor seguir la evolución del salario, donde se observa con claridad que la recuperación no fue para todos igual.

Por el lado del otro karma, el de la inflación, todo el gobierno cruza los dedos y dicen en Economía que la estrategia es, casi como una cábala presidencial, no menear los índices antes de tiempo para mostrar el logro de febrero en todo su esplendor. "Estará debajo del 1 por ciento", enmascaran, aunque confidencian que sueñan con la mitad, un porcentaje que estacionalmente puede conseguirse.

Para desactivar los reparos por la falta de inversión externa o aún por sus problemas cualitativos, Economía respondió el viernes difundiendo un paper sin membrete del Centro de Estudios para la Producción (CEP) que depende de la Secretaría de Industria, donde se afirma que la inversión creció 30 por ciento, durante 2005, con un título ambiguo que generó la sobreestimación periodística, aunque en su texto se aclara que sólo se trata de "tendencias" de comportamiento empresario. El problema metodológico del dato es que el relevamiento se viene realizando sobre los anuncios de las empresas -muchos de ellos obtenidos de los titulares de los diarios- y que no necesariamente se verifica luego de que se hayan concretado.

En volúmenes de inversión, lo que falta es el gran componente de la Inversión Extranjera Directa que en los 90 se canalizaba a través de las empresas de servicios públicos privatizadas. Precisamente, con todas ellas, y tras casi tres años de zig zag, el gobierno ha comenzado a hacer las paces de un modo bastante controvertido, con nuevos jugadores "nacionales" en muchos casos y con déficit de inversión en casi todos, lo que ha puesto al parque energético, por ejemplo, al borde del rezo para que no haga demasiado calor y para que no falte agua en las centrales hidroeléctricas.

Lo cierto es que el caso por caso coloca a todo el procedimiento bajo la lupa, ya que los nuevos vientos ponen al Estado más en papel de socio que de controlador, mientras muchos privados están encantados de que así ocurra, sobre todo si el riesgo de la inversión sale del bolsillo de los contribuyentes. En el caso de las telefónicas, una nueva ley coronará el proceso, aunque habrá que demostrar en la letra que la misma no fue condición de los arreglos. Por último, en lo político, el presidente afrontará un gran test esta misma semana, cuando la Cámara de Diputados deba resolver si reduce en siete miembros el Consejo de la Magistratura, tal como quiere el gobierno. Allí se definirán los alineamientos.

El problema con el Uruguay, que también pasó por el Congreso en la semana, sigue alineando de los dos lados a los partidarios de la discordia y del diálogo de sordos, antes que a los ejecutores del acercamiento. En tanto, cada cual atiende su juego, sin preocuparse por la escalada. Los privados, que siguen adelante con la construcción de las plantas, dicen que el problema es de los Estados. La Argentina amenaza con La Haya y Uruguay prefiere el Mercosur. Los ambientalistas de Gualeguaychú cortan las rutas en represalia y el gobierno uruguayo está que trina contra la pasividad del argentino que no las libera. Los gobiernos europeos juran que afirmar que vienen a esta parte del mundo, porque las normas ambientales de la UE no les permiten expandirse en sus países de origen es un mito y que lo hacen porque aquí están los bosques y eventualmente mano de obra más barata. En tanto, los violentos de los dos lados están agazapados.

Para el senador Rodolfo Terragno, la solución es un "teléfono rojo" entre ambos presidentes. Mientras tanto, en la Casa Rosada, los ideólogos desaconsejan el procedimiento porque "Tabaré se derechizó", sostienen para descalificar, con ese sonsonete, a todos los que no piensan como ellos.

Hugo E. Grimaldi (DyN)