Noteros, redactores, movileros, y, ahora, ciber periodistas, comparten todas las mañanas un mismo desafío: lograr contar una historia que casi todos conocen -muchas veces el hecho es el mismo-, de la mejor manera posible.
O sea, eso que pasa tiene que darse a conocer con la más estricta veracidad, en un formato atrayente. Por supuesto que en épocas del predominio visual, la tarea del periodista gráfico se torna doblemente ardua: escribir con precisión puede ser posible, pero añadirle gracia y frescura sin quitarle seriedad, no es cosa sencilla.
En el ardid por conseguir la atención del público, el periodista suele internarse en algunas zonas peligrosas: