Pese al fútbol, por ahora la realidad sigue sin anestesia

Hugo E. Grimaldi (DyN)

Pese a que, desde Alemania, los movileros de la televisión se esmeran día a día para conseguir el objetivo, navegando entre la superficialidad y el mal gusto, si había quienes sostenían que el Mundial de fútbol iba a servir por estos días de anestesia a la política y a la sociedad y que hasta julio no iba a pasar nada, parece que, por ahora, se han equivocado.

Es que, aunque nadie lo esperaba, quince días antes del esperado Mundial se abrió en la Argentina una oxigenante Caja de Pandora política y no fue sólo por la aparición de Roberto Lavagna, como se ha dado en decir. Entre los antecedentes de tamaña sorpresa está, en primer lugar, el acto del 25 de Mayo. Es más que verosímil suponer que la fervorosa táctica de quienes empujaron desde la nada tan masivo encuentro del presidente con la militancia, nunca tuvo en cuenta aquel estratégico refrán que relaciona la siembra de vientos con la recolección de tempestades. Alguna vulnerabilidad debe haber tenido esa movilización, ya que provocó una aceleración de la dinámica electoral y un inevitable cambio de luna en el horizonte político.

Pero como en todo proceso de acción y reacción, es probable que no haya sido sólo el acto el único responsable del envión, sino que a este manifiesto detonante habría que sumarle el tono del discurso de Néstor Kirchner de ese día y los aires de reelección que flotaron en la Plaza, más las crecientes resistencias del campo, junto los episodios con los militares previos y posteriores al mismo y hasta el traspié posterior del presidente, cuando avaló desde Chubut la continuidad de un "pingüino o pingüina" para 2007 y le dio aire cierto al comienzo de la campaña.

Quizás, el mérito de la aparición de Lavagna en la escena haya sido el de haber percibido el momento adecuado de flojera de su futuro contrincante para dejar desde la política que el agua moje la playa, se retire y deje sus marcas en la arena. Por primera vez en mucho tiempo, y no se recuerda algo así desde el caso Blumberg, alguien logró mojarle los pies al mismísimo gobierno, le marcó los tiempos y le impuso una agenda, una temeridad que ni siquiera el periodismo está autorizado a ejercer por estos días.

Luego de su incursión, el ex ministro kirchnerista se replegó tácticamente a observar el estropicio y comenzó a entrar y a salir, a mostrarse como candidato sin serlo, a seducir al enemigo y a promover deserciones, todo al mejor estilo de la guerra de zapa sanmartiniana, guardándose cuándo y por dónde intentará cruzar los Andes.

Como parte de esta táctica de desgaste, desde ya que nadie sabe ahora si Lavagna forzará rápidamente la situación o si esperará sentado en una poltrona los 90 días que, dicen en el entorno del ex ministro, se han dado desde el gobierno para esmerilarlo, pero lo cierto es que, desde el otro lado, y superado el primer momento de estupor, la aceitada organización que tiene el gobierno para repeler este tipo de ataques se puso en marcha y montó una contraofensiva fulminante, por todas las vías disponibles.

Las réplicas comenzaron de inmediato y se abatieron al unísono sobre Lavagna una andanada de críticas y operaciones de prensa. Por ejemplo, una declaración de la ministra de Economía al servicio oficial de noticias que allegados a la misma juran que nunca existió, o supuestos mensajes de Felisa Miceli hacia Lavagna transmitidos a través del periodismo sobre aspectos supuestamente controvertidos de su gestión, que no se habrían originado en el Palacio de Hacienda.

Tampoco faltaron referencias, todas salidas de las usinas gubernamentales, a eventuales bendiciones del gobierno de George Bush y a acercamientos indebidos al FMI, ni denuncias periodísticas sobre supuestos favores ministeriales hacia empresas atendidas por la consultora que fundó Lavagna, de la que se había separado hace bastante tiempo por incompatibilidad, aunque nadie jura que sus afectos no le hayan jugado una mala pasada.

Si bien desde la Casa Rosada no se andan con chiquitas en cuestiones de prontuarios, hay hacia adelante tres puntos centrales mucho más objetivos donde el gobierno cree tener en la mano todas las cartas, en lo que marcan como tres notorias vulnerabilidades del eventual candidato para ganar votos: con quién cabalgará a su lado, con qué elementos de diferenciación intentará la empresa y si tendrá disponible algún símil de las "damas mendocinas", dispuestas a financiarlo.

Todos estos razonamientos tienen un denominador común, que es la mirada al problema desde la tranquilidad que le da a Kirchner el sistema electoral argentino y la dispersión opositora. "Lavagna no sólo tiene que sumar votos, sino que tiene que sacárselos al gobierno para ir al ballotage", dicen en despachos cercanos al presidencial y describen la tarea como "imposible". Sin embargo, aunque todavía resuenan en la Casa Rosada las palabras del ex presidente, en lo que se ha dado en llamar la "maldición Duhalde", con su alusión a que en la segunda vuelta ganaría su candidato, los funcionarios la diluyen con cifras. La misma fuente especula como "lo peor que nos podría pasar" -se habla de superar 60 por ciento, si la elección se realizara hoy- que Kirchner o Cristina saquen 45 por ciento, con más de 10 puntos de ventaja sobre el que llegue detrás, con lo cual también se evitará la temida revancha de segundo turno.

En cuanto a quienes se anoten como sostenes políticos del probable candidato, la convergencia de alfonsinistas y duhaldistas ya le permite al gobierno tener a dos enemigos fáciles de atacar, con el sonsonete de la "vieja política" como aliado. Si a éstos se le suman independientes, se presume que la mayoría será solamente de la Capital Federal y muy pocos del interior, donde ningún aparato podría formarse en tan poco tiempo, con lo cual el número de votantes lavagnistas no debería preocupar, agregan los voceros.

El regreso a la escena del ex ministro hizo crepitar por extensión también a los opositores, quienes primero se abroquelaron sin descalificar a Lavagna y después comenzaron a abrir el juego: Elisa Carrió con una eventual alianza con el socialismo y Mauricio Macri con un lanzamiento que desairó al gobernador neuquino, Jorge Sobisch. Todos estos votos serán básicos para Lavagna, pero sólo si consigue la difícil opción de llegar a la segunda vuelta.