La macroeconomía se muestra sólida

Cuando comienza la segunda mitad del año, todo hace prever que la economía argentina no enfrentará demasiadas alteraciones. Ninguna de las principales variables revela signos de preocupación y el escenario internacional, que se va reacomodando, no parece anunciar grandes temblores. Hay una sensación de tranquilidad porque, como dijo en Santa Fe la ministra de Economía, Felisa Miceli, "la solidez fiscal nunca antes vista en la Argentina" permitirá seguir creciendo sin preocupaciones pese a la volatilidad de los mercados internacionales.

El crecimiento industrial sigue apuntalado por el sector automotor y el de los insumos para la construcción. Este es un rubro de insospechado crecimiento, aunque a veces causan temor los valores un tanto ficticios que se manejan. A este respecto, algunos advierten que la burbuja puede explotar. Los tiempos de bonanza hay que saber administrarlos para que perduren.

A diferencia de lo que sucedía en los '90, el mayor ahorro de los argentinos sustituyó al financiamiento externo como fondeo de la inversión, lo que sugiere una menor vulnerabilidad ante una eventual reversión en el ingreso de capitales a los mercados emergentes. En otras palabras: si nos atenemos a los resultados, la política monetaria parece ser la correcta (garantiza políticas graduales y consistentes a largo plazo) y la política fiscal luce adecuada. Claro que esto no es todo. Pero si le sumanos que el ahorro privado está en sus máximos históricos, que el superávit fiscal sería el mayor en los últimos dos años -sustentado en la venta de las cosechas de trigo y soja-, y que la recaudación impositiva de junio registraría un alza de 29 por ciento interanual (al ubicarse cerca de los 14.000 millones de pesos), poco se puede agregar.

Es necesario señalar la fuerte inversión en obra pública que realiza el gobierno, la mejora en el consumo interno -fundamentalmente de productos masivos- y un aspecto que en la Argentina siempre adquiere relevancia: la situación laboral. En este sentido, la reciente firma de nuevos convenios salariales aleja en lo inmediato las sombras de conflictos que podrían haber afectado el nivel de producción actual.

Si bien las economías emergentes siempre están supeditadas a los vaivenes externos, esta vez el escenario internacional es favorable. La Argentina no fue tan golpeada por el precio del barril de petróleo, que sobrepasa los 60 dólares; parece despejarse la posibilidad de un incremento súbito de la tasa de interés norteamericana; los picos bursátiles no la golpean (tenemos un mercado muy acotado y están cubiertas las necesitades de financiamiento para este año); y los mercados internacionales de commodities todavía mantienen precios atractivos. Falta terminar de arreglar los precios con nuevos acuerdos, porque hay un fuerte respaldo interno para hacer sustentable este programa. Pero hay que seguir administrando esta transición, con la amenaza latente que supone la existencia de elementos inflacionarios larvados. Conformarse sería un grave error, ya que faltan varias etapas para la consolidación.