El mundo de los muertos vivos

Nidya Mondino de Forni

Se dice que Dante es el mayor poeta de los muertos, pero paradójicamente en su poema no existe la muerte. Entiéndase bien, la muerte física, la espantosa disolución de la carne, la putrefacción del cuerpo. Esa muerte no se encuentra en la "Divina Comedia". Los muertos de Dante se asemejan en un todo a los vivos: hablan, recuerdan, lloran, profetizan, enseñan. Son almas que sufren, esperan, se regocijan, como si la muerte hubiese sido una simple pausa de la vida, donde la tierra no ha sido olvidada.

El fin del cuerpo no es sino un episodio irrelevante, el paso de una a otra forma de vida. El poeta como cristiano creía en la vida eterna del alma en el cielo, y como poeta creía en la vida perpetua en la gloria de la tierra.

Así, sus muertos son vivos, aun más: "Los únicos vivos liberados para siempre de la efímera prisión de huesos y sangre".

En el Sexto Círculo de la "selva oscura", imaginado como un gran cementerio con sepulcros encendidos y con las tapas levantadas, los condenados se encuentran boca abajo. Como antes se separaron de la religión verdadera, ahora padecen el fuego al margen de los condenados, recordando ello el castigo de la hoguera impuesto a los epicúreos en la Edad Media, quienes negaban la inmortalidad del alma. Observan Dante y Virgilio (su guía) que de uno de estos sepulcros se alza arrogante un condenado diciéndole:

"íOh, toscano que en la ciudad del fuegocaminas vivo, hablando con mesura,accede a detenerte en este sitio!Tu elocución al pronto manifiestala noble patria en la cual naciste,a la que acaso fui harto molesto" (Infierno X, 22-27. Trad. Ángel Battistessa).Se trata de Farinata degli Uberti, personaje de Florencia (ciudad a la que se refiere el verso que reza: "La noble patria en la cual naciste") del siglo XIII, formidable prototipo del jefe gibelino, que "a viso aperto" ("a cara descubierta"), malbarató y obligó al exilio a la gente güelfa, a la que pertenecía la familia de Dante.Luego de dos derrotas que les impusiera Farinata, los güelfos volvieron al lugar. No así los gibelinos que, al sufrir también luego el exilio, jamás retornaron. "Mira allí a Farinata levantado:de la cintura arriba lo verás".Yo en sus ojos mi vista había clavadoy él su pecho y la frente levantadacomo aquel que al infierno ha despreciado.La mano de mi guía me empujabaentre sepulcros, firme y diligente;"Con mesura hablarás", me aconsejaba.Cuando llegué a la tumba, brevementemiróme y dijo, casi desdeñoso:"Quiénes fueron tus mayores?", y obedientefui, pues de serlo estaba deseoso.Mis palabras ante él me descubrierony, tras alzar las cejas, con reposome dijo: "Fieramente se opusierona mis padres y a mí y a mí partido:por mí dos veces desterrados fueron"."Si fueron alejados, han sabidoambas veces volver -le respondí-,y tal arte tu gente no ha aprendido".(...)"Que tal arte aprender les sea imposible-dijo, continuando- me atormentamás que este lecho, y es más insufrible". (Infierno X, 32-51, 76-78. Trad. de Ángel Crespo)Hace luego alusión, a manera de predicción, a julio de 1304, el momento en que hasta la misma hora de su muerte, Dante Alighieri habrá de peregrinar lejos de su querida Florencia "Su faz no habrá encendido otras cincuentaveces la que aquí abajo es soberanasin que el peso de ese arte tu alma sienta" (La mencionada "soberana" refiere a Proserpina, reina del Infierno, identificada aquí con la Luna. Infierno, X, 79-81. Trad. de Ángel Crespo).Condolido Dante, ante la imposibilidad de desearle paz al bravo adversario gibelino, le augura paz para sus descendientes, demostrando que la moral del cristiano no ofusca la moral del ciudadano. Por eso, aun condenando a Farinata a los tormentos del fuego exalta sus virtudes activas, como deber imprescindible de la raza humana, castigando la inercia, "aún peor que la misma actividad encaminada al mal".Según los entendidos en lo estrictamente poético, Farinata degli Uberti constituye una de las creaciones dantescas más sobrias y reciamente logradas.