Juremos ¿con gloria morir?

Desde los inicios de nuestra Constitución Nacional, los argentinos soñamos con la grandeza y la fama plasmadas para la eternidad en las letras de la marcha patriótica de Vicente López y Planes.

Este 9 de Julio, una plaza semivacía, renovó el juramento de con "gloria morir". Bien viene en medio de actos que rayan el kitch, preguntarse sobre esta ilusión eterna del pueblo argentino.

¿Qué es la gloria? En el momento mismo de la declaración de la independencia de España, para muchos dirigentes fue sinónimo de "Progreso", acción que encarnaba Inglaterra. Por eso nos fuimos de España. Entonces, el progreso económico lo daba la tierra y la legitimidad social el estilo de vida europeo.

Según la época, el cuestionamiento se respondió con la cruz y la espada; el orden y progreso; el desarrollo de la paz, la justicia y la libertad o la instauración de la trilogía justicia social, independencia económica y soberanía política. En el mundo de post guerra, quienes guiaban estas latitudes consideraron que la honra de los habitantes del territorio argentino iba a estar dada por un programa económico desarrollista y, en los convulsionados 70, el establecimiento eficaz del "Proceso de Reorganización Nacional" intentó imponer a base de fuerza, sangre y miedo la paz social.

Finalmente, la recuperación de la democracia y el reconocimiento de los derechos humanos prometían la felicidad en los 80, cuestión que fue sucedida por la consagración de que la satisfacción estaría en la extirpación de la inflación mediante el establecimiento de un nuevo "modelo".

La gloria, 190 años después, es todavía una materia pendiente. Por lo que surge la siguiente pregunta, ¿con quiénes se construye la gloria de país? ¿Con todos? ¿Con los los que gobiernan? ¿Con los cultos? ¿Con los trabajadores? Y, aún más, ¿cómo es posible ésta gloria?

Tal vez, los argentinos en lugar de jurarnos y soñar con la gloria, la fama y el honor; podríamos ocuparnos de empresas menores que quizás son más satisfactorias.

Un filósofo de la misma procedencia del país que no garantizaba el "Progreso" en tiempos independentistas, nos vino a iluminar: "íArgentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que daría este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas" (*).

(*) José Ortega y Gasset. La Plata, 1939.