Fuera de campaña

En nuestra ciudad, la improvisación se ha convertido en un deporte practicado por todos los gobiernos, municipales y provinciales, desde el '83 hasta hoy. Han querido y han hecho cosas, el problema es que nadie tuvo muy en claro para qué se hacían. Lo cierto es que la ciudad de Santa Fe, la capital de la provincia, está pidiendo a gritos desde hace años que impidamos que el crecimiento urbano, económico y social se produzca sin orden, sin planificación y sin objetivos definidos.

El desarrollo urbano residencial, comercial e industrial crece espontánea y desordenadamente, como quiere y cómo puede. Implica pérdida y mal uso de recursos naturales, económicos y humanos, tanto desde el punto de vista del Estado, como desde la inversión privada.

Cuando el Estado no planifica, nada tiene rumbo. Los inversores privados no saben a qué atenerse, por lo tanto, retacean su inversión o se frustran. Los espacios se utilizan mal o se inutilizan; los servicios tienen que ir detrás de la urbanización (o de la falta de urbanización), con el caos que eso implica puesto que primero se producen los asentamientos y luego hay que pensar cómo llegar con energía, transporte, comunicaciones, etc. Primero se instalan los comercios o industrias y luego hay que trasladarlos o darles una excepción porque interfieren con el espacio residencial.

Pobres y muy pobres

Pero sin duda alguna, la peor de todas las imprevisiones pasa por la disparidad económica en la que crece la sociedad santafesina. Mientras con agrado recibimos las noticias sobre el incremento de la inversión constructiva e inmobiliaria y vemos mejorar con obras y servicios el cordón Este y Sur de la ciudad, el cordón Oeste y Norte nos hacen vivir un contraste que lastima hasta al más indiferente. Un tercio de la población vive en condiciones de suma carencia, sin acceso a educación, sin trabajo, sin servicios, amenazados por el hambre, la violencia en todas sus versiones y las drogas que hieren de muerte a un sector cada vez más joven y más indefenso.

Según instituciones sociales que trabajan en esta problemática, de cada diez chicos que nacen en Santa Fe, siete lo hacen en estas condiciones de carencia. No es difícil darse cuenta del crecimiento exponencial que esto significa, tampoco darse cuenta de que esto afectará a todo el tejido social de la ciudad; éste no es un problema de "los pobres", es una situación social muy compleja que nos involucra a todos. Queda para un más detallado análisis la cuestión de las migraciones que nos hacen receptores de personas que vienen escapando de peores condiciones.

Esto tiene que ver con las crisis nacionales pero fundamentalmente con la falta de políticas sociales, educativas, laborales y de planificación que corresponden a las gestiones municipales y provinciales de las últimas dos décadas. De cualquier manera, éstos no pueden ser temas de campaña electoral.

Estas problemáticas deben ser tratadas en una agenda de políticas de Estado: no es algo con lo que los partidos políticos podamos sacarnos ventajas, aunque el justicialismo tendrá que reconocer que estos conflictos existen para que podamos sentarnos a buscar soluciones que perduren en el tiempo. Ya ni siquiera es importante determinar quién tuvo la culpa, salvo que eso nos permita encontrar soluciones en la búsqueda de las causas, sólo como dato científico.

La Unión Cívica Radical está dispuesta a sentarse a una mesa que garantice los acuerdos necesarios para que trabajen en forma conjunta especialistas en estos temas, profesionales, instituciones intermedias y universidades para fijar los mecanismos necesarios para contener, por un lado, pero fundamentalmente para empezar a revertir esta situación en un proceso que, de seguro, llevará muchos años.

Después, veremos quién tiene las mejores condiciones políticas para llevarlo adelante y allí los ciudadanos evaluarán nuestro accionar y quiénes somos los más capacitados concretar el cambio de rumbo que Santa Fe necesita.

Mariano Romero Acuña (*)

(*) Presidente UCR-La Capital.