Germán entró a la pista del Chao Yang Sports Center de Beijing e inició su participación con el único propósito de ratificar que es actualmente el mejor del mundo en su categoría, gracias a las marcas establecidas durante el transcurso del año; mientras él se presentaba con 5,70 metros, sus más inmediatos perseguidores habían llegado con 5,50 metros.

La organización fijó el inicio de la competencia en una altura de 4,90 metros, subiendo 10 centímetros por intento. A los 5,20 metros se sumó Germán, siendo el último en comenzar a saltar, haciendo uso del derecho que tiene cada garrochista de elegir a qué altura enfrenta la varilla por primera vez. En este registro, sólo uno de los quince finalistas estaba fuera de competencia.

El santafesino fue sorteando marcas y con eso fue deshaciéndose paulatinamente de sus contrincantes, hasta llegar a los 5,36 metros -altura que marcara el antes y después de la prueba- donde quedaron en el camino seis atletas y sólo él la superó con éxito en el primero de los tres intentos.

Así, la lucha por los puestos de vanguardia quedó reservada a Germán, el ruso Leonid Kivalov y el chino Yansheng Yang, quienes habían decidido no intentar este registro pasando directamente a los 5,42 metros.

En la disputa final -donde la varilla subía ya 6 centímetros por vez-, sacó a relucir entonces todas las virtudes que le corresponden a un gran campeón: las deportivas como su velocidad y destreza atlética para elevarse cada vez más alto, y las sicológicas como el aplomo y madurez demostradas en cada uno de sus gestos que pudimos observar en los momentos de mayor tensión.

Por entonces, la comunicación visual era cada vez más intensa, intercambiando miradas y ademanes propios de la competencia con Guillermo, su padre y entrenador, quien observaba los movimientos desde la platea reservada para los técnicos.

Primero el ruso y finalmente el chino se rindieron ante la superioridad de Germán, que le dio una alta cuota de suspenso a la definición, al superar recién en su tercer y último intento los 5,60, marca con la que se aseguró la medalla de oro.

A partir de allí, todas las miradas del estadio estaban puestas en él, quien como único saltador en carrera pidió la varilla en 5,71, pasándolos en su segundo intento y dejando su nombre en la historia de la prueba por haber alcanzado el récord de competencia, que anteriormente estaba en los 5,66 metros. Automáticamente incorporado en la colchoneta, se inclinó y realizó un gesto típico de los países orientales: la reverencia hacia los miles de admiradores que lo vitoreaban por su marca.

Finalmente, pidió la varilla en 5,81, registro éste que representaba el récord del mundo de la categoría. A esta altura, Germán había corrido y saltado en once oportunidades y las reservas físicas eran seguramente mínimas para lograr la hazaña completa, ya que el rendimiento en esta especialidad comienza a disminuir generalmente en el octavo o noveno intento.

Después de fallar las tres veces, recibió una nueva ovación de todo el estadio y empezó con el rito de la vuelta olímpica por la pista portando con orgullo la bandera argentina.

El objetivo está cumplido. El título de campeón pagó con justicia la decisión de Germán y su grupo de trabajo de viajar a Europa setenta días antes a esta gran contienda. En el camino quedaron el sacrificio de haber dejado su casa, sus amigos y su medio ambiente, para instalarse y trabajar en silencio en Formia, una pequeña localidad italiana donde se encuentra uno de los centros de entrenamiento del Comité Olímpico de ese país. Allí fue recibido por su asesor técnico, el afamado Vitaly Petrov, entrenador del legendario Serguei Bubka y de la actual e indiscutida reina de la garrocha, la rusa Yelena Isinbayeva. Petrov y su padre Guillermo supieron planificar a la perfección una temporada de entrenamientos para llegar a alcanzar esto que obtuvieron hoy.

Dicen que en los campeonatos mundiales la medalla es lo único que importa. No es el caso de Germán, quien con sus 5,71 sigue haciendo historia: inscribe el primer título de Argentina en la historia de los campeonatos mundiales juveniles y consolida su crecimiento, superando por un centímetro su mejor marca obtenida a fines de mayo, y elevando de esta forma el récord argentino absoluto y el sudamericano juvenil también un centímetro.

Luego de conseguir la medalla de oro y su nuevo récord con 5,71 metros, el santafesino dijo que "estoy muy contento por la competencia y por el título, pero también porque el rendimiento fue muy parejo, fueron todas las alturas bien pasadas y la verdad es que hace mucho no tenía esa seguridad que me caracterizaba unos años atrás, cuando me operaron".

Luego, en relación con la alegría que desplegó en la pista, agregó que "en Sherbrooke (donde fue campeón mundial en 2003) no di la vuelta con la bandera Argentina, en Italia (Grossetto 2004 fue subcampeón) me quedé con las ganas porque la había llevado, y acá lo pude hacer sólo por la mitad, porque estaba la posta, pero igual me sentí feliz".

Y luego hizo una síntesis de su recorrido hasta Beijing: "Después de tanto trabajo y de todo el año que venimos laburando, esto es muy importante. En sí, yo había pensado en este objetivo desde el día que salí segundo en Italia, soñaba con poder llegar a ganar este mundial. La verdad es una alegría muy grande".

Germán dijo además que para él tuvo un gran significado que lo hayan podido ver en Argentina y "responderles así. También que me vea mi familia, mis amigos y toda la gente. Es la primera vez que me han podido observar en una final y compitiendo en el nivel que lo hice".

El siguiente es un repaso de lo acontecido en la tarde de Beijing, con la hora local de Santa Fe.