La huella vasca en la Argentina
De los Pirineos a la Pampa. Llegó a nuestra ciudad una muestra itinerante sobre la historia del pueblo vasco, arraigado en España y Francia, a ambos lados de los Pirineos. Apunta a educar y aprender a través de la memoria. textos de Mariana Rivera. fotos de Flavio Raina

Todos los pueblos luchan por su identidad, por su presencia y protagonismo en el concierto de las naciones, orgullosos de sí mismos, de lo que han sido, son y aspiran ser. El hecho de no perder de vista sus orígenes les aporta un elemento más para consolidar esa identidad compartida, de manera de construir su futuro sin olvidar los pasos previos.

Sobre esta idea, el Departamento de Educación, Universidades e Investigación del País Vasco organizó -con el apoyo del gobierno argentino- una muestra itinerante que, a través de paneles, relata los orígenes del pueblo vasco, las causas de su inmigración, sus particularidades y su impacto en los aspectos políticos, económicos y sociales en nuestro país.

En julio, el destino fue Santa Fe y el anfitrión fue el Centro Vasco Argentino Gure Etxea. Los salones del Centro Comercial de Santa Fe albergaron a la muestra "La huella vasca en Argentina: educar y aprender a través de la memoria", que posteriormente continuó su gira por todos los centros vascos del país.

Los paneles ofrecían un relato pormenorizado de las diversas etapas inmigratorias, donde no faltaba la relacionada con la Guerra Civil y las diversas instituciones que surgieron para ayudar a los refugiados, como por ejemplo el Comité Pro Inmigración Vasca. Finalizaba tomando en cuenta personalidades pertenecientes al mundo del arte, como las de Iparraguirre o Basterretxea.

El objetivo de la muestra -explicó Catalina Villanueva, secretaria del Centro Vasco Argentino de Santa Fe- fue educar a través de la memoria, motivo por el cual estuvo dirigida a alumnos de escuelas y público en general, de manera de facilitar el conocimiento de la historia del pueblo vasco en el Viejo Continente y en nuestro país.

"La muestra es un intento de recordar lo que hemos sido, lo que somos y lo que queremos ser; proclamar como vascos que Euskadi es un viejo país abierto al mundo, un país que, desde el respeto de otras culturas, a otros pueblos y civilizaciones, reivindica el derecho a existir con voz propia, el derecho de decidir libre y democráticamente su futuro", asegura Anjeles Iztueta Azkue, consejera de Educación, Universidades e Investigación, en el prólogo del libro que se publicó sobre la muestra.

Carlos Sosa Azpeitia, presidente de la Federación de Entidades Vasco-Argentinas, opina que "los primeros vascos buscaron en Argentina una tierra que los cobijara y encontraron como respuesta un verdadero hogar. Las generaciones se sucedieron y éstos supieron mantener todo lo bueno que habían traído consigo, para combinarlo con todo lo bueno que esta tierra les había dado. El producto final son los vasco-argentinos, que funden en su estirpe el amor por la tierra y las tradiciones de origen con el sentimiento de pertenencia y un verdadero ser nacional, ante un país que les ha brindado multiplicidad de oportunidades".

Euskal Herria

El país de los vascos y las vascas -comienza explicando la muestra- es pequeño y montañoso, pero se asoma a un océano inmenso que durante siglos ha sido el camino, por el que han salido oleadas de personas hacia otras partes del mundo, con motivos y objetivos muy variados. El lugar que más emigración vasca ha recibido es la Argentina.

El término Euskal Herria (País Vasco) engloba a los territorios que comparten la lengua y la cultura vasca. Comprende 20.864 km2 y cuenta con una población de tres millones de personas, repartidas entre dos Estados (España y Francia).

Respecto de los primeros vascos en el Nuevo Mundo, se explica que los balleneros vascos -tal como habían hecho los vikingos 500 años antes- alcanzaron en el siglo XVI las costas canadienses de Terranova y Labrador. Además de la pesca, también participaron en todas las iniciativas de exploración, conquista y colonización de América, como armadores, financieros, marinos y soldados de la Corona Española. En 1492, un buen número de vascos acompañó a Cristóbal Colón en su descubrimiento del llamado Nuevo Mundo.

Entre los que exploraron la región de Argentina se destaca Juan Sebastián Elcano, quien completó la expedición de Magallanes alrededor del mundo y pasó el invierno de 1520 en la bahía patagónica de San Julián. En 1536, Pedro de Mendoza estableció en el Río de la Plata un asentamiento llamado Nuestra Señora del Buen Ayre, que duró muy poco, y en 1580, Juan de Garay fundó definitivamente Buenos Aires.

Casi todas las colonias españolas se independizaron a principios del siglo XIX, entre ellas, Argentina. Los primeros gobiernos decidieron que hacía falta poblar el inmenso territorio y, para eso, a partir de 1830, abrieron oficinas de emigración en algunas regiones de Europa y contrataron agentes para que mostraran las oportunidades de trabajo y reclutaran inmigrantes.

Al principio, casi todos desembarcaban en Montevideo. Pero en 1853, el presidente Justo José de Urquiza, de origen vasco, organizó una política de inmigración masiva y, desde entonces, los emigrantes llegaban sobre todo a Buenos Aires. "En Argentina, gobernar es poblar", proclamaba Juan Bautista Alberdi, también de familia vasca, quien incluso afirmó que era necesario "despoblar los Pirineos" para poblar la Pampa. El período de mayor emigración ocurrió entre 1850 y 1920, aproximadamente.

Causas posibles

Algunos motivos de la emigración vasca a nuestro país fueron los siguientes: presión demográfica (muchos valles y pueblos del País Vasco estaban muy poblados y la agricultura y ganadería no daban trabajo suficiente para todos); el mayorazgo (para evitar que las tierras se fragmentaran, en las familias vascas el hermano mayor heredaba casi siempre la propiedad completa del caserío y sus terrenos; las familias de la época eran muy numerosas y los demás hermanos quedaban con pocas oportunidades para ganarse la vida); las guerras (los conflictos bélicos que sufrieron España y Francia afectaron a los territorios vascos, directa e indirectamente, ya que traían miserias y muchos jóvenes emigraron para evitar el servicio militar obligatorio); el desempleo urbano (durante el siglo XIX, las ciudades vascas crecieron al amparo de la industria y el comercio, pero muchos habitantes de las ciudades no encontraban trabajo).

Sin embargo, algunos se decidían a emigrar después de escuchar las noticias de familiares y amigos que habían prosperado en América, o los relatos de los "indianos" que regresaban con grandes fortunas.

También ocurría que los agentes de emigración ofrecían puestos de trabajo y los presentaban como una excelente oportunidad, aunque muchas veces ocultaban los aspectos negativos. Pero no todos emigraban para huir de la miseria: a muchos les atraía la aventura, soñaban con el mito de esas tierras en las que esperaban riquezas fabulosas y el propio nombre de "países del Río de la Plata" sonaba sugerente.

Travesías penosas

Para algunos emigrantes, el mismo día en el que veían el mar por primera vez era la última vez que verían a su familia. Como dejaban su tierra natal empujados por la pobreza, muy pocos podían pagarse el viaje. Algunos se lo costeaban trabajando en el mismo barco, pero la mayor parte de los emigrantes se comprometía a entregar a la compañía naviera los primeros sueldos que obtuvieran en Argentina.

Las compañías imponían condiciones infrahumanas: los pasajeros, especialmente los que viajaban en las clases más baratas, se apiñaban por centenares en espacios muy reducidos, con una higiene precaria y una alimentación escasa.

No ocurrieron demasiados naufragios, pero sí algunos muy graves. El buque Leopoldo Rosa, por ejemplo, zarpó de Bayona en 1842 y se hundió en la entrada del Río de la Plata. Murieron 231 personas y sólo se salvaron 72.

Para llegar desde los puertos vascos hasta Buenos Aires o Montevideo eran necesarias unas ocho semanas, con la navegación a vela; tres semanas a partir de mediados del siglo XIX, con los barcos a vapor; y dos semanas con los barcos de motor diesel, a partir de 1926. Hacia 1950, los aviones acortaron el viaje hasta un solo día, pero para entonces la emigración prácticamente había terminado.

Oficios y actividades

La imagen de los vascos en Argentina estaba muy asociada con ciertos oficios: el lechero, alambrador, pocero. Pero en un país en plena expansión en el que todo estaba por hacer, los emigrantes se dedicaron a oficios muy diversos, a aquello que hiciera falta.

Se necesitaba mano de obra para levantar edificios, construir carreteras y tender vías de tren; hacía falta gente que manejara carros y carretas; obreros que trabajaran en almacenes y fábricas; se pedían dependientes en las tiendas y hoteles. Muchos aprovecharon sus habilidades para crear negocios propios, como los sastres, zapateros, alpargateros, peluqueros, albañiles, carpinteros, panaderos, carniceros, enterradores. Las mujeres solían trabajar de modistas, costureras, bordadoras, planchadoras, lavanderas o dependientas.

Las colectividades vascas -como la Argentina-, dispersas por todo el mundo, imparten clases de Euskera y organizan actividades culturales, como cursos de música y danzas, coros, conferencias, jornadas gastronómicas, entre otras. Se trata de una forma más de conservar sus raíces y preservar la identidad que no desean olvidar por haber emigrado de su país de origen.

La institución local

LA HISTORIA

El Centro Vasco Argentino Gure Etxea nació el 31 de julio de 1943. A pesar de que estuvo varios años sin funcionar en diferentes oportunidades, finalmente, en 2002, retomó sus actividades, a través de la actual comisión directiva.

Su sede se encuentra en Facundo Zuviría 4928 y ofrece diferentes actividades con el fin de preservar las costumbres y la cultura del pueblo vasco.

Dicta clases de Eukera, el idioma de los vascos, el "único y puro, el más antiguo de Europa, anterior a los celtas", explicaron los integrantes de la institución. Las clases son en su sede social y en la Universidad Nacional del Litoral, gracias a que el año pasado se firmó el correspondiente convenio. Se ofrece en el Departamento de Idiomas de Lenguas Minoritarias, en la Facultad de Ingeniería Química de la UNL. Fundamentalmente lo están estudiando descendientes de vascos y personas a las que les interesan los idiomas en general. También se enseñan danzas y cantos típicos vascos.

Catalina Villanueva aseguró que "trabajamos para no perder la cultura vasca (la danza, el canto, el idioma, las costumbres), sin banderías políticas. A veces nos cuestionan por qué el Centro no tiene la bandera española y es porque los vascos están a ambos lados de los Pirineos, del lado español y del francés. Además, nuestros estatutos así lo indican, que estén las dos banderas. Tenemos socios de ambos lados de las montañas".