La semana política nacional
Arte de la guerra para la elección 2007
El gobierno nacional, junto a Roberto Lavagna y Mauricio Macri, aceleró motores con vistas a las lejanas presidenciales de octubre de 2007. Tácticas y estrategias de una partida en la que se juegan todo.

Darío D'Atri (CMI)

Dicen y juramentan en el gobierno que la gestión es el único y exclusivo punto en la agenda de la administración central hasta fin de año. La realidad es la opuesta: cada pasillo y rincón del poder está habitado por una excluyente atención en las tácticas y estrategias para armar un ejército invencible, que gane las elecciones en primera vuelta y deposite a Néstor Kirchner otros cuatro años en Balcarce 50.

El gobierno intenta transmitir señales de despreocupación y dedicación pura a la gestión, pero no hay voluntad propia ni contexto externo que le permitan darse ese lujo: Kirchner es un animal de poder más voraz de lo que fueron en su época Raúl Alfonsín y Carlos Menem. Roberto Lavagna y Mauricio Macri revolotean como águilas sobre los aposentos del poder. Nada ni nadie podrá ya impedir que el foco excluyente del oficialismo y la oposición esté en desplegar las artes de la guerra política para llegar a las elecciones de octubre -o cuando sean- con el mayor poder de fuego.

Acelerando

Nunca como en esta semana, tras la cumbre de gobernadores, intendentes y legisladores radicales cercanos al gobierno nacional, se movieron los pasillos y conciliábulos del poder y de los que pugnan por alcanzarlo. El gobierno profundizó sus iniciativas tendientes a consolidar fidelidades recientes que podrían garantizarle buenos resultados en distritos ahora manejados por la oposición. También lanzó medidas como el renombramiento de Alicia Kirchner en el Ministerio de Acción Social, o los anuncios referidos al aumento de jubilaciones que tienden a tejer una rígida telaraña de medidas de corte social, que apuntalen la altísima intención de voto que hoy acompaña al presidente.

La mesa chica del poder, integrada por el primer mandatario, su esposa, Julio De Vido y Carlos Zanini, a la que se agrega el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, recorre una y otra vez el listado interminable de jugadas de ese ajedrez que transformó la partida de las presidenciales 2007 en una acelerada carrera contrarreloj, el día que Lavagna anunció su intención de ser jefe de Estado.

Ahora, con el radicalismo al borde de su convención partidaria en la que el alfonsinismo pretende encolumnar a la tropa detrás de la aún virtual candidatura de Lavagna, el gobierno ha encontrado lo que supuso no aparecería: una figura con alto margen para ganar apoyo de la gente y un proyecto avanzado de alfonsinistas y duhaldistas fieles al ex presidente, que darían base de sustentación a una candidatura capaz de dar pelea al hegemonismo K.

Lavagna, aunque sigue jugando a cierto misterio y no quiere caer en la tentación de lanzar antes de tiempo su candidatura, porque supone que el gobierno inmediatamente saldría a anunciar el adelantamiento de los comicios de octubre de 2007, ya tiene poco margen para dar un paso al costado, sin quedar, como Carlos Reutemann en su hora, afuera para siempre de las aspiraciones a ocupar la mayor banca del poder.

La estrategia de la división

En ese contexto, Kirchner claramente ha decidido apostar en darle entidad a Macri, para ponerlo en la misma situación que Alfonsín y los duhaldistas puros han puesto a Lavagna, es decir, en un punto de no retorno de la candidatura a presidente. ¿Por qué? Porque el actual jefe de la Rosada sabe que un escenario de dos o más nombres de peso disputándole la presidencia dividiría el caudal de votos opositores, y poco y nada el kirchnerista. En ese modelo, aun cuando Kirchner no alcanzara el 45% de los votos que lo convertirían directamente en presidente por cuatro años más, ninguno de los opositores alcanzaría a acortar la distancia a menos del 10 %, que es la cifra que la Constitución demanda para disparar la segunda vuelta. En este último escenario, el kirchnerismo asume como un dato incuestionable que llegaría al 40% de los votos que pide la Carta Magna.

Lavagna cuenta a quien se lo pregunte que esa estrategia kirchnerista de potenciación del también dubitativo cuasi candidato presidencial Macri puede verse en los datos de encuestas que haría circular el gobierno, y que muestran al presidente de Boca con una intención de voto superior a la del propio ex ministro de Economía. En su tesis, Lavagna dice que son encuestas operadas políticamente y que él no aparece mejor en las encuestas simplemente porque no anunció su candidatura. Por las dudas, el ex funcionario ha comenzado a frecuentar cuanto canal de televisión le abra las puertas, porque sabe que la pantalla chica es el mejor alimento de las encuestas todavía muy prematuras de intención de voto.

En el macrismo, lejos de las sospechas lavagnistas, se muestran ambiguamente tratando de develar qué es lo que su jefe decidirá, si apostar a la presidencia o jugar más sobre seguro a la jefatura de gobierno porteño. Al contrario de la confianza que se tiene Lavagna, Macri admitiría entre íntimos que no tiene forma de ganarle a Kirchner en el turno de 2007, pero que hacer allí una buena elección lo dejaría más que bien parado para pelear en el 2011, cuando -suponen- Kirchner no cuente y el desgaste del poder sea implacable con sus sucesores. Por otra parte, aunque a la jefatura de gobierno porteño la ven como un escalón más alcanzable, el propio Macri teme que el tránsito por ese puesto, teniendo en el gobierno nacional al kirchnerismo, lo condenen a una gestión desgastante, de la que ya no pueda recuperarse.

Faltan meses, pero ya nada detendrá esta carrera que, salvo a la mayoría de la gente, tiene apasionados al poder y a los que lo buscan.

El armado de Lavagna

Roberto Lavagna volvió a cuestionar distintas decisiones del gobierno de Kirchner que "están deteriorando la calidad institucional en la Argentina" al mantener un encuentro con intendentes, autoridades legislativas y dirigentes bonaerenses del radicalismo, con quienes analizó el escenario político nacional.

El ex ministro cuestionó "los innecesarios superpoderes, los cambios en el Consejo de la Magistratura, la nueva ley de tratamiento legislativo de los decretos de necesidad y urgencia, así como la transformación de la estructura de la Unidad de Información Financiera porque están deteriorando la calidad institucional en la Argentina".

Lavagna continuará manteniendo encuentros con dirigentes radicales y peronistas disidentes (no kirchneristas), procurando consolidar un armado político que sustente su candidatura presidencial. En esa tarea, será importante, la próxima semana, la celebración de la Convención Nacional del Radicalismo, durante la cual se espera un gesto hacia su figura. No obstante, se estima que la UCR podría no definir su alianza con Lavagna, con el objetivo de seguir negociando con los "radicales K" y de evitar una ruptura en el centenario partido.

Otros dos

Al margen, pero no tan lejos del juego de Kirchner, Lavagna y Macri, Elisa Carrió y el neuquino Sobisch no sólo no han resignado su intención de pelear por la presidencia, sino que alimentan acercamientos, por centroizquierda y por derecha, con cuanto partido, sector o grupo político busque un líder con ambiciones. Una movida que, al fin, también es funcional a las intenciones de Kirchner de plantearle a Lavagna un inmanejable e hiperatomizado mapa opositor.