La desesperada búsqueda de Julio López

Hay motivos para estar preocupados por la prolongada ausencia del señor Julio Jorge López, el testigo que declarara en el juicio contra el represor Miguel Etchecolatz. López está desaparecido desde hace una semana y a pesar de los intensos rastrillajes y de los diversos operativos realizados por las fuerzas de seguridad para encontrarlo con vida, los resultados han sido negativos.

El presidente de la nación, Néstor Kirchner, ha manifestado su inquietud por lo sucedido y en el mismo tono se han expresado los principales dirigentes de la oposición. Por su parte, las instituciones de derechos humanos han convocado a movilizarse para reclamar por la aparición de López, un ex preso político que estuvo detenido en tres centros clandestinos en tiempos de la dictadura y cuyo testimonio en el juicio contra Etchecolatz resultó clave para la posterior condena.

Precisamente, es esta participación de López como testigo lo que hace temer por su seguridad, sobre todo atendiendo a los antecedentes de Etchecolatz y a la suposición razonable de que en los años de plomo no actuó solo, sino que contó con cómplices, algunos de los cuales estarían hoy temerosos de correr la misma suerte que su jefe.

La probabilidad de que López haya decidido viajar sin comunicarle la novedad a sus familiares y amigos -hipótesis que en su momento barajaron los investigadores- está cada vez más descartada, instalándose con más fuerza la presunción de que fue secuestrado por algún grupo de tareas parapolicial como venganza por la denuncia hecha contra Etchecolatz y para emitir una señal sobre la suerte que pueden correr otros testigos.

El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Felipe Solá, llegó a decir que era posible que estuviéramos ante el primer desaparecido de la democracia. Sus declaraciones fueron consideradas inoportunas o imprudentes por las instituciones de derechos humanos y por el propio gobierno nacional, porque una enunciación de esa gravedad no se puede hacer con tanta ligereza y mucho menos desde la investidura de gobernador.

Es verdad que hay motivos para estar alarmados por la vida de López y que las sospechas se inclinan hacia lo que se conoce como la "mano de obra desocupada", pero atendiendo a las experiencias del pasado la palabra "desaparecido" jamás debería haber sido empleada por un mandatario sin pruebas concretas. A nadie escapa que en la Argentina los desaparecidos fueron asesinados, por lo que Solá al decir lo que dijo estaría anticipándose peligrosamente a un desenlace no querido por los argentinos.

Desde el punto de vista estrictamente político, esta ausencia también puede generar consecuencias imprevisibles. Si se confirmara la peor de las hipótesis, se sentaría un precedente gravísimo en la Argentina, sobre todo porque este operativo se enmarcaría en la secuencia de juicios contra represores de la pasada dictadura militar.

Es de desear que estas especulaciones un tanto lúgubres se vean despejadas por una buena noticia, es decir por la aparición de López con vida y la certeza de que todo fue un mal entendido. Las fuerzas de seguridad están volcadas de lleno al cumplimiento de este objetivo.