Opinión
Textos escolares: defensas y objeciones
Por Prof. Emma Cano de Candioti (*)

Entre los textos escolares que el mercado editorial elabora y comercializa, los más usados son los llamados comúnmente "manuales": libros "a la mano" que satisfacen necesidades básicas de enseñanza y de aprendizaje.

Este recurso ha tenido, desde su origen, defensores y detractores. Unos destacan la accesibilidad a conocimientos disciplinares, la información se presenta sistemática y organizada gradualmente, lo que permite desarrollar marcos referenciales y atender a las etapas del proceso de aprendizaje y facilitan el trabajo docente. La especialidad de los autores avalan la selección y secuencias de contenidos, las actividades y evaluaciones que se proponen.

Otros sostienen que en los manuales, salvo escasas excepciones, la información es fragmentada y presupone destinatarios "ideales", poseedores de muchos conocimientos previos que permiten aprehender lo que se expone brevemente. Cuestionan la dominancia de un único criterio de verdad y la presentación acabada, elaborada y evaluada del saber. Destacan como falencias la falta de justificación de los contenidos priorizados y la secuenciación que realizan, de las interpretaciones que formulan, de las que no aceptan y de las omitidas. Afirman que suelen tener varios y serios errores conceptuales, datos perimidos, simplificaciones y/o trivializaciones de temas importantes, consignas de actividades confusamente enunciadas y sobresaturación de paratextos. Las consideran propuestas homogéneas que impiden atender características, intereses y necesidades de contextos educativos heterogéneos.

Pese a estas objeciones, que cada vez se oyen más, los manuales se siguen usando en numerosas escuelas, cada año hay más ofertas y crece su venta. Muchos explican este fenómeno aduciendo que obedece al desconcierto que provocaron en los docentes los cambios introducidos por la Ley Federal de Educación, los nuevos contenidos, la variedad de diseños curriculares y, sobre todo, las escasas orientaciones pedagógicas y didácticas para abordarlos en realidades diversas. Esta situación, añaden, hizo que optasen por confiar en el mercado editorial que ofrecía -y ofrece- promociones sutiles mediante respuestas a las demandas, garantidas por expertos y que refuerza su apuesta, acompañando al manual con carpetas de actividades, libro para el docente, CD, antologías, novelas, etc.

Estas explicaciones, entendibles y hasta aceptables, no sólo no justifican la dependencia de los manuales (la adhesión a sus concepciones y la aplicación a rajatabla de propuestas y consignas de trabajo se observa en numerosas aulas) sino que dejan al descubierto una seria carencia que trasciende el dilema "manual sí-manual no" y que es la falta de lecturas críticas de los manuales, causada, tal vez, por el exceso de confianza puesta en ellos.

Lectura necesaria para evaluar la calidad de las ofertas que el texto contiene que -hecha a la luz de criterios e indicadores que se sugieren y explicitan en la bibliografía sobre el tema- permite elegir las que respondan a las características de destinatarios reales, que sean aportes para diseñar prácticas mejores, pertinentes, que incluyan distintas voces y miradas, que permitan aprehender conocimientos. Lectura necesaria, también, para armar "manuales propios" y recuperar la esencia de la profesión que consiste, básicamente, en decidir qué, cuándo y cómo enseñar y poner los recursos -el manual, entre otros- al servicio de objetivos, saberes y convicciones que todo docente posee.

(*) Docente de Lengua y Literatura en polimodales e Institutos de Formación Docente. Desarrolla tareas de formación y perfeccionamiento