ARTES VISUALES
"Para jugar con la mirada"
Por Domingo Sahda

En fecha reciente, se ha inaugurado una exposición de artes plásticas en la sala Luis León de los Santos (planta alta) del Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez de Santa Fe. La colección a la vista es de autoría de Abel Monasterolo, artista plástico santafesino de presencia constante en el quehacer cultural de la región. Monasterolo reúne en esta ocasión su producción de reciente data, a más de otras piezas exhibidas en otras ocasiones.

La colección expuesta, que ocupa todo el espacio preestablecido, redefine el lugar, que inicialmente seduce e intriga por sus primeras lecturas, de carácter lúdico, sin ninguna otra intencionalidad que no sea el puro placer por la hechura manual, la seducción inherente a la materia manipulada, la vibración del color y lo inopinado de la incorporación de otros materiales, de consistencia y presencia no convencionales en el mundillo esquematizado de las artes plásticas de supuesto "tono mayor". Ella (la colección) irrumpe y con su presencia desafía algunas convenciones y otros tantos prejuicios un tanto trasnochados ya. Estamos frente a la obra de un artista plástico que busca un camino para hacer y andar en él y proyectar en el mismo y por sí mismo una mirada de cierta autonomía en los territorios del arte santafesino. Acunado por las citas y otras tantas rememoraciones conceptuales, algunas de ellas vinculadas con el surrealismo francés de los años '30, Monasterolo despliega su fantasía e imaginación coagulando en objetos que no inducen precisamente al juego, sino a la reflexión. Se libera el autor, hipotéticamente, de retóricas académicas y se anima a explorar la densidad expresiva del objeto en sí mismo, que no es escultórico ni tampoco de proyección ceramística, sino una proposición visual de construcción plástica impecable preñada de sentido, evidentes unos, al acecho otros. Connotación y denotación contienen al juego de ambiguas lecturas que inevitablemente demandan del espectador conocimientos previos, sutileza interpretativa a más del desacartonamiento ideológico cultural como para poder gratificarse frente a aquello que se le presenta y que, por su sola calidad, impone un juego de asociaciones y descubrimientos. Cada cosa está dicha de modo tal que obliga a la participación del ocasional observador en la búsqueda de sentido e interpretación. El autor no cristaliza con nombres a sus trabajos expuestos y deja librada a quien mira la denominación que le venga en ganas, arriesgándose a la audición de opiniones consistentes o al sinsentido. Juega el autor con el juego de las adivinanzas, quizás acomodándose a los imprevistos con elegancia. Aquí, cada quien que ve, mira aquello que quiere ver.

Los trabajos encerrados en una vitrina de pie son, eventualmente, los menos comprometidos en lo conceptual y se vinculan más con la gratificación ante el humor ingenuo que producen. Andando con el tiempo y en el recorrido de la muestra, irrumpen imágenes recurrentes que remiten al río, a la inundación del Salado, a la dureza de la vida, al desencanto, sin apoltronarse en realizaciones de corte lacrimoso o declamatorio. Estos trabajos de reducidas dimensiones cobran mayor intensidad y fuerza expresiva en tanto rescatan la voluntad humana de negarse a la producción de objetos de arte seriados al infinito, vaciados de todo sentimiento de pertenencia.

Monasterolo, desde una cierta inocencia, posa su mirada sobre la materia que lo rodea y toma del entorno aquello que lo moviliza, redefiniéndola. Esta ingenuidad no alcanza a velar el refinado y sofisticado gesto que explora la "tactilidad" del material a su alcance, vinculando el plano al volumen, y al color desatado, a los infinitos recursos que la imaginación ordena y la mirada explora. La exposición, bien dispuesta en el espacio, admite un parsimonioso recorrido y juega con el objeto, el entorno y la proyección de las sombras en las paredes, induciendo a la instalación de un espacio feérico y de entresueño. No pueden ocultarse los desniveles en algunas proposiciones a la vista. Las hay más ricas y sugerentes y otras, más directas, de encanto más retaceado, fruto de la cantidad expuesta que induce a la comparación, inevitable.Mundo de ficciones, mundo de realidades, umbral de lo ambiguo, calidad de lo realizado impecablemente son los desprendimientos de esta exposición en la que cada pieza se presenta como "juguete" desconcertando al observador. Aquí sólo se puede jugar con la mirada, haciendo realidad aquello de "se mira pero no se toca". En este lugar, que es un espejo del mundo, cada cosa no es lo que parece.

X Salón Primavera

La Asociación de Artistas Plásticos Santafesinos ha inaugurado el 21 de setiembre pasado el X Salón Primavera en las salas del Museo Municipal de Artes Visuales Sor Josefa Díaz y Clucellas. El salón de marras reúne obras de artistas invitados expresamente por la entidad organizadora, que se suman a otros participantes en calidad de tales y fuera de competición. El jurado integrado por Abel Monasterolo, Graciela González Mir, Celia Schneider y Salvador Massa adjudicó el Premio Adquisición Municipalidad de Santa Fe a la pintura al óleo "Plazo de paciencia", de Ana María Cibils, un aplicado y prolijo trabajo en el plano, sin mayores sobresaltos y con algunos errores compositivos. El Premio Adquisición Legislatura de la Provincia de Santa Fe le fue otorgado a Eric Jortack por su obra de técnica mixta "Religiones, dogmas y creencias". El Premio Fundación Santa Fe de la Vera Cruz lo obtuvo Liliana Szczyrba por la obra "La vida que se recrea"; al Premio Rotary Club de Santa Fe lo obtuvo Doris Blaser por su óleo "Sorpresa". La Mención Asociación de Artistas Plásticos Santafesinos le correspondió a Wilma Carrara por la acuarela "Recorriendo la costa", en tanto que a Josefina Gimeno la Asociación de Artistas Plásticos Santafesinos le otorgó, de igual modo, una mención por la acuarela "Reencuentro".

Éste es un salón que exhibe más voluntades y gratificaciones personales que logros y calidades plásticas propiamente dichos. De suyo se acepta que el arte no es sólo embelesamiento propio ante lo concretado, sino y esencialmente, una proposición visual que invita a la fruición y al intelecto a con-moverse, sacudiendo estanterías enmohecidas antes que a cristalizar e inmovilizar a la imaginación por sus resultados. El arte plástico es tal en tanto aventura y desafío libertario antes que autogratificante manualidad.