Cartas a la dirección

Otra vez los mosquitos

Señores directores: Esta vieja tradición santafesina, que tanto nos aterrorizara durante los veranos de antaño cuando no existía el aire acondicionado ni se había universalizado y usado la tela metálica, cuando sacábamos las camas y los colchones por las noches a las galerías y los patios de nuestras inmensas casas para poder dormir, protegidos por los indispensables mosquiteros con tules, que eran artículos de primera necesidad para poder sobrevivir en todos los hogares del sector urbano. En los barrios marginales y en las islas vecinas espantaban los mosquitos con la humareda de innumerables e interminables fogatas hechas con leña verde que nublaba el ambiente y se colaba en el interior de los ranchos, ampliamente abiertos a la expectativa de una corriente de aire fresco inexistente. Y no eran solamente los mosquitos los que batían el parche. Los acompañaban los jejenes, esos pequeños monstruos capaces de atravesar la trama de los tules de los mosquiteros y llenarnos de ronchas insoportables y persistentes.

Muchas veces he tratado, infructuosamente, de encontrar alguna solución para lograr la eliminación de esta molesta plaga, hasta que una noche de verano se me prendió una lamparita. ¿Qué motor nefasto lleva a los seres humanos a la perdición, al tan temido infierno del Dante, según nos cuentan los hombres de sotana que recitan las Sagradas Escrituras? El sexo. Y los insectos también lo tienen. ¿No dicen acaso que tira más que una yunta de bueyes? (El resto del proverbio fue eliminado por buena educación). Los insectos fabrican poderosas hormonas sexuales llamadas feromonas, que atraen a los machos aunque estén a varios kilómetros de distancia. No sé si a alguien se le ha ocurrido pensar lo mismo y si lo ha concretado. Sugiero a los jóvenes y laboriosos investigadores de nuestro medio que estudien la posibilidad de identificar, aislar y producir las feromonas de nuestros agresivos dípteros para poder atraerlos a una trampa mortal con la promesa de una "garufa".>

El otro día me informé por la televisión de que han aparecido en nuestro éjido mosquitos gigantes, de varios centímetros de largo, que nos obligarán a resucitar a la romántica y casi extinguida esgrima para poder batirnos con ellos, mano a mano y cara a cara, en típico duelo criollo.>

La matanza de mosquitos en forma masiva por fumigación de plaguicidas es irracional, antinatural y peligrosa. Hay que crear una conciencia ciudadana y educar ecológicamente a la población para evitar su proliferación, vaciando o tapando los recipientes con agua o que puedan contenerla, y cuidando de poner boca abajo a los vacíos.>

Hay que proteger a los animales que se alimentan con mosquitos (pájaros, murciélagos, alguaciles, sapos, etc.), educando especialmente a los niños desde muy pequeños para familiarizarlos y convivir con la naturaleza, de la que tanto nos estamos apartando. Ella es la realidad y la vida, que es fruto de sus múltiples experiencias para obtener el equilibrio y la armonía que no debemos destruir con este estúpido suicidio universal actual>

Alberto Niel>

Ciudad.>