La explosión de violencia en San Vicente

Rendirle homenaje a un ex jefe de Estado y trasladar sus restos puede llegar a ser un acto importante en una sociedad civilizada, siempre y cuando sea el Estado nacional el que se responsabilice de ese hecho, transformándolo en una ceremonia nacional de síntesis histórica, despojada de tonos partidistas o necrofílicos. Gran Bretaña con Churchill, Francia con De Gaulle, Alemania con Adenauer, se permitieron estos honores, cuyo tono distintivo fue la sobriedad y la mesura, como corresponde a un Estado serio y a una sociedad responsable que honra a sus muertos.

No fue esto lo que ocurrió, en la víspera, con el traslado de los restos del teniente general Juan Domingo Perón a la quinta de San Vicente. El acto no estuvo a cargo del Estado sino de la CGT y las 62 Organizaciones. Asimismo, la seguridad quedó supuestamente en manos de dirigentes sindicales, en tanto que su contenido estuvo impregnado de manifestaciones de idolatría y partidismo.>

Siempre es probable que en un acontecimiento público se produzcan incidentes, máxime cuando tiene carga política. La convocatoria de miles de personas puede provocar estos desenlaces; pero lo que diferencia a una sociedad civilizada de una atrasada es la capacidad del poder público para prevenir los incidentes, y, cuando éstos se producen, encauzarlos con serenidad y firmeza en el camino de la ley.>

En las refriegas que los argentinos presenciamos ayer, el rasgo distintivo fue la violencia, el descontrol y la impunidad. Las bandas o las patotas gremiales actuaron a cielo abierto, a ojos vista y sin limitaciones de ningún tipo. La policía estaba ausente, no por ineficiencia sino porque tenía órdenes de no intervenir. Los resultados entonces fueron los previsibles: más de cincuenta heridos, debiéndose agradecer a la casualidad o a la fortuna que no haya que lamentar muertos.>

La semana anterior, una patota oficialista golpeó a policías y activistas de otra facción gremial en el hospital Francés. No hay noticias de que los principales promotores de estos disturbios, todos debidamente identificados, hayan sido citados por la Justicia. Tampoco fueron citados los dirigentes de esa comisión interna gremial que agredieron con una navaja a uno de los subdirectores del hospital.>

Se sabe que el clima de impunidad alienta a los violentos. Todo el país pudo conocer los rostros de los violentos, el nombre y apellido de la persona que disparaba con una pistola -se trata del chofer del hijo de Moyano- y por lo tanto habrá que ver si esta vez la Justicia se decide a intervenir o si, por el contrario, lo que se impone, una vez más, es la impunidad.>

El más interesado en poner punto final a estas acciones de violencia debería ser el propio presidente de la Nación, porque estos actos impugnan su autoridad, lo desprestigian ante el conjunto de la población y deterioran la imagen de la Argentina en el exterior. Llama la atención que un mandatario que se ha distinguido por ejercer la autoridad a un punto que se lo ha llegado a acusar de autoritario, sea tan concesivo con quienes efectivamente ponen en peligro la convivencia social y la estabilidad de su gobierno.>