Pudor y frenesí
Un destino, visto desde afuera, puede parecer consumado, pero seguirá siendo presente mientras no lo hayamos entendido del todo. Sólo tendremos derecho a llamarlo pasado cuando haya dejado de tener secretos para nosotros. Arthur Schnitzler, Relaciones y Soledades.

Renato Rita S XXI

Las desoladas huestes de la razón perdida, la zoología erguida desde el inconsciente errante, los pálidos retratos de personajes destinados a la escena, buscando un cóctel de sangre que purifique la intención aviesa de darles vida ataviados con monstruoso sarcasmo, son algunas líneas de fuerza que construyen en forma demoledora la imagen artística, donde la voluntad creadora no se aparta ni un instante del fuego de la vocación. Estamos hablando de Renata Schussheim, artista que nos ubica en el punto necesario de una reflexión. Aquello que consideramos el arte contemporáneo.

Creo que lo que caracteriza la escena actual es la disolución y la artificialidad que abruptamente nos trajo la irrupción de la tecnología. Este implante mágico tiene sus consecuencias en la tarea artística, quiero decir en el mundo donde se construye una imagen que se supone pone en evidencia las coordinadas de nuestra espiritualidad. Hasta suena caduco este término, por ser una referencia muy difícil de encontrar en las obras contemporáneas, o quizás sea más exacto decir que lo que caracteriza las obras actuales es la falta de espiritualidad. ¿Y qué es esto de la espiritualidad? No creo que haya muchas dudas en reconocer que el problema de la libertad es la base central de la función artística, y en el complejo de esta problemática se inscriben aquellos elementos que la construyen, como el amor, la justicia y en definitiva, el sentido de la vida; dimensiones que habitan en aquello que conocemos como el espíritu.>

Los abismos de la pasión

La tarea de Renata se inscribe en el punto exacto de esta dimensión, y de ahí su vigencia promisoria. Ella nos ubica en el azoramiento. Nos propone una visión desencarnada de nuestras tribulaciones más genuinas, aquella que nos recuerdan los deseos perdidos, como las angustias más primitivas con fondo de vodevil, para que nos podamos acercar sin temor a los abismos de la pasión, y así, al verlas de frente, podamos hurgar en nuestros desvelos e ilusiones y así aprender a soportar el olvido y la disolución terrenal. Un abrazo en la escena de un gnomo catártico, un cráneo cubierto con las incrustaciones intergalácticas, un cuadro melancólico sostenido en una reminiscencia liberty, son acordes minuciosos que presionan las teclas de nuestra sensibilidad ensombrecida por el velo metálico de nuestra época, atravesando así el alambrado electrónico de nuestra puerilidad, y contiguos, en estos gestos del arte que ha creado Renata, oímos y vemos el mágico concierto de nuestra esencialidad.