Artes visuales
Artistas plásticos de Rosario
Por Domingo Sahda

En fecha reciente, en las salas del Museo Municipal de Artes Visuales Sor Josefa Díaz y Clucellas de nuestra ciudad se dio apertura a una Exposición de Pinturas, cuyos autores, residentes en la ciudad de Rosario, comparten a través de sus obras un colectivo expresivo que los vincula subjetivamente por el tono emocional empleado en todos los casos antes que por las manifestaciones visibles, en el espacio actuado de cada trabajo a la vista.

Los expositores, todos ellos de conocida trayectoria en el medio que los cobija, con proyecciones a nuestra ciudad y a otras aledañas, se caracterizan, a primera mirada, por un muy buen oficio ("buena cocina" en la jerga específica del arte), en el tratamiento de la materia y en la construcción de las imágenes que en cada caso responden a singulares perspectivas.>

Esta visión pictórica del grupo expositor integrado por Rodolfo Elizalde, Carlos Raffo, Emilio Ghilioni, Clelia Barroso, Elba Nalda Querol, Orlando Ruffinengo, Ángeles González Zuelgaray, Alberto Macchiavelli, José Omar Henry, Delia López Zamora y Rubén Echagüe ofrece un horizonte plástico, en el cual están ausentes los sobresaltos e impactos visuales emergentes de la pintura, o el arte plástico, como testimonio o construcción visual que proyecta en el plano cualquier tipo de conflictividad, ya sea ésta de tipo social o de desafiante conceptualidad. El equilibrado concepto de la Pintura como vivencia subjetivada, controlada por las preceptivas del taller y de la ortodoxia artística, campean en esta muestra, la que presuntivamente involucra a un grupo de artistas relacionados entre sí a primera impresión por una manera y un modo de entender el arte plástico con su buen tono general, antes que cualquier impacto inesperado.>

El moroso placer de pintar, el rescate del oficio tienen presencia constante en cada trabajo a la vista, y ello vale tanto para las hipótesis figurativas o abstractas, como para los planteos visuales con tensión de volumen real desarrollado en pinturas-objetos, o cuando las mismas se articulan al plano soporte como planimetría real o ilusión de profundidad.>

De este modo, Elizalde exhibe una colección de pinturas a manera de "serie", en las cuales explora y desarrolla arquitecturas visuales cuasiplanas, en subrayados diseños de colores desaturados. En ellas, la idea primigenia (Serie de Rosas) va perdiendo sustancia de tactilidad corpórea, representada para devenir en meandros expresivos en los cuales flota el silencio y la inmaterialidad de la idea original.>

Entre la figuración citada y la abstracción concretada subyace una instancia de contemplación aquietada, cierto tono de preciosismo plasticista que retiene la mirada y la conduce por sus meandros sin embargarla.>

Carlos Raffo exhibe paisajes de tono sombrío con destellos de luz acerada, que otorgan a las obras del precitado autor un cierto concepto de sobrerrealidad de tintes fantasmagóricos. Emilio Ghilioni construye sus cuadros como constelaciones de subespacios plásticos, en los que bascula entre la descripción visual y la connotación afectiva, recurriendo a imágenes simbólicas cuya proximidad, eventualmente yuxtaposición, alude a lo insólito, a lo ensoñado o presentido afectivamente. De tintes elaborados y paleta media, la organización estructural de cada trabajo se comporta como desafío visual y enigma a resolver. Clelia Barroso construye acotados espacios de intencionalidad subjetiva en campos visuales abiertos, en los que apela a los enigmas simbólicos como contenido expresivo.Por su parte, Elba Nalda Querol expone diseños de impecable realización, que oscilan entre la planimetría del espacio o el volumen como artificio visual de obligado recorrido. Orlando Ruffinengo expone pinturas cuyas ventanas de altos horizontes y luces de leves dorados crepusculares adoptan un tono metafísico. El "personaje" en estas obras de sobresaliente elaboración es el misterio de la luz que recorta las cosas y el silencio cuasitangible que entorna a las mismas, bañándolas. Ángeles González Zuelgaray exhibe pinturas acrílicas en las que hace uso de sus destrezas, para construir con cierta sofisticación abstracciones que refieren a hipótesis de realidad transfigurada.Por su parte, Alberto Macchiavelli hace del buen oficio del pintor un recurso expresivo para referirse, con metáforas visuales, a la quietud, la serenidad y el desapego.Las pinturas que firma José Omar Henry escamotean el tumulto de la existencia cotidiana para construir sus escenográficos espacios referenciales, en los que anida la ausencia. La impecable realización de cada trabajo, de rítmica textura a golpe de pincel alude y a su vez elude la espesura de la materia presentida en los cuerpos señalizados. Delia López Zamora y Rubén Echagüe, ambos con tesituras que se desprenden del grupo por la elaboración fáctica de sus trabajos, aunque no a la percepción sensitiva grupal, muestran obras que se particularizan, en tanto interpelan al observador desde ángulos distintivos, sin ser definitivamente antagónicos, cobrando protagonismo por contraste matérico y de volumen real.