Política, debate y elecciones

Faltan casi diez meses para las elecciones provinciales en las que los santafesinos elegirán a sus autoridades políticas. Como corresponde en un sistema democrático, los partidos políticos deliberan acerca de las propuestas y las candidaturas que los representen y les permita conquistar la voluntad de los votantes.

Esto, en suma, es lo normal. Debería llamar la atención si esto no ocurriese, ya que en tal caso una suerte de "nomenklatura" o Gran Hermano decidiría los nombres de los candidatos o las propuestas programáticas.>

Si aceptamos que los partidos políticos son indispensables para asegurar el funcionamiento de una democracia pluralista, debemos admitir que se delibere y se discuta, aun con aspereza. Los partidos políticos son instituciones que se organizan alrededor de programas, tradiciones, ideologías y propuestas. Su objetivo es la conquista del poder -o su control- y la representación de los intereses de la ciudadanía.>

En las sociedades modernas, estos partidos se constituyen cono estructuras complejas que incluyen burocracias administrativas, bienes inmuebles y recursos financieros. A nadie le debería llamar la atención, por lo tanto, que los partidos tengan intereses propios que preservar.>

Valgan estas consideraciones para explicar la legitimidad de los debates que hoy desarrollan partidos y coaliciones políticas en nuestra provincia. En las últimas semanas, tanto en el peronismo como en el Frente Progresista abundan las declaraciones, las opiniones encontradas e, incluso, las descalificaciones. Estas acciones pueden agradar o molestar a los ciudadanos independientes, pero no se puede perder de vista que son funcionales al ejercicio de una democracia representativa fundada en la vigencia de partidos políticos.>

Sin duda, estos debates y refriegas internas tiene un límite que, según las circunstancias, lo imponen los propios partidos, el sentido de preservación de una organización política o la lucidez de sus dirigentes. Pero en la mayoría de los casos, esta imposición nace de la propia opinión pública que suele manifestar su crítica y rechazo a determinadas metodologías y ambiciones facciosas.>

Como instrumentos de la democracia o maquinarias electorales, los partidos no deben perder de vista que su objetivo es ganar las elecciones, pero la condición para lograr esa meta es ofrecer a la ciudadanía propuestas creíbles. La legitimidad de los debates internos, de las disputas por espacios de poder, nunca deben hacer perder de vista el objetivo superior por el cual se explica la existencia de un sistema de partidos políticos en un Estado de derecho.>

Las internas son necesarias, pero no deben derivar en internismo. Las discusiones importan pero no deben trocarse en una coartada para las descalificaciones arbitrarias. La búsqueda de espacios de poder es válida pero no puede ser un argumento para prácticas violentas y corruptas. Los partidos políticos en las democracias disponen de un amplio margen de acción, pero sus dirigentes no deben perder de vista que en las elecciones la sociedad los juzgará no sólo por los candidatos que presentan, sino por los métodos que emplean para seleccionarlos.>