Analisis
Leer, hoy, ¿un acto "subversivo"?

Historiar orígenes, cambios y particularidades del acto de la lectura (un acto íntimo, solitario y, de alguna forma, casi misántropo) no es una labor limitada a regodeos intelectuales ni es propio de letrados ociosos que buscan justificar los gastos de sus investigaciones. Más bien, esa historia, la de cómo, cuándo, por qué y para qué leemos, representa y describe -en alguna medida- quiénes somos. La humanidad es, desde antes de Gutenberg, impreso-dependiente. Pero en tiempos anteriores a la popularización de los tipos móviles en la imprenta, se sabe, el conocimiento quedaba reducido y circunscripto a círculos o elites de poder (Clero, aristocracia). Aquella dependencia a la que aludimos, sostienen diversos autores (Olson por ejemplo, en "El mundo sobre el papel", 1998), ha forjado o determinado nuestra psicología, como no lo han hecho otras influencias. La vinculación de los hombres y mujeres con esa cultura, la impresa (y la formidable industria del papel), tiene, desde hace por lo menos cuatrocientos años, una extraordinaria importancia, que se desarrolló en un crescendo exponencial, a medida que aumentaban las masas ilustradas y paralelamente, la producción "cultural" se disparaba (lo mismo que los adelantos en los mecanismos de producción del soporte y las cadenas de distribución). La industria exhibe hoy una salud y unos alcances inconmensurables, pese a la profusión de gurúes y visionarios que se apuraron a decretar la muerte del libro y a las exclamaciones apocalípticas de autores como Giovanni Sartori, quien en "Homo Videns" (1998) sostiene, entre otras, la tesis de que la humanidad ha reemplazado la formación de la cultura letrada por el atosigamiento de imágenes, producto de la explosión de medios audiovisuales, en especial la TV y las computadoras personales con conexión a Internet, y que el derivado de ese reemplazo es una afectación notable en los procesos cognitivos de las personas. Nadie desconoce la importancia de los medios electrónicos, pero es importante tener en cuenta que, por caso, en la utilización de computadoras personales e Internet, el texto sigue teniendo una importancia determinante. Muchos autores e investigadores, antes que Alberto Manguel, centraron sus esfuerzos en desentrañar los vaivenes de esta práctica formadora, dadora de placer, develadora y/o ocultadora de misterios y de enigmas. Uno de ellos, acaso el más importante, es el francés Roger Chartier. Éste dirigió, con Guglielmo Cavallo, el afamado volumen de ensayos "Historia de la lectura en el mundo occidental" (2001, al que nos referiremos en otra oportunidad). A diferencia de este volumen, que incluye una extensa serie de ensayos de diversos especialistas, y que describe cómo fue evolucionando esa práctica, la lectura, desde la democratización muy progresiva del conocimiento a los últimos soportes (CD-Rom), el afamado libro de Manguel -"Una historia de la lectura" (1995, 2002)- ahonda en las experiencias del autor como "voraz lector" y combina historia y literatura con autobiografía, ya que algunos capítulos nacen a la luz de experiencias personalísimas y otros están atravesados por esas experiencias. Es por ello que aquel libro de Manguel, más que un estudio de índole sociológica, se observa como una serie de notas y anécdotas de un hombre que ha dedicado su vida a leer y a escribir sobre esas vivencias, que fue lector de Borges durante dos años y medio ("iba por las noches y, si mis clases lo permitían, por la mañana") y que ha logrado hacer del elogio de la relación hombre-libro, su área de especialización o, al menos, de dedicación. En "Historia... ", Manguel arremete contra "... los que detentan el poder, (que) impulsan activamente la artificial dicotomía entre vida y lectura" y alude permanentemente a un contexto que observa como cuestionador de la inversión de tiempo en el libro, o que busca justificaciones en contrario ("no hay tiempo") para los que no leen. A lo largo de unas 300 páginas que abruman al lector por la cantidad de datos, nombres de autores, anécdotas históricas y citas que desconocemos olímpicamente, Manguel refuerza una idea central, que plantea categóricamente y que forma parte de su cruzada por el libro: "... en las circunstancias actuales, los lectores no pueden más que ser una suerte de subversivos", sentencia.

Estanislao Giménez Corte[email protected]