Opinión
Entre juegos y contrajuegos

El acuerdo estratégico que firmó Lula Da Silva con George Bush para el desarrollo del etanol es significativo en cuanto al nivel de la condición de interlocutor regional sobresaliente en el contexto mundial que históricamente ha jugado Brasil.

Convertido en socio de Estados Unidos (juntos suman 70 por ciento de la producción mundial de etanol), el acuerdo habilita a Brasil a posicionar ese biocombustible como commodity en negociaciones con actores del calibre de la Unión Europea, China e India, por ejemplo. Aun así, Lula no consiguió de Bush la reducción del elevado arancel que paga Brasil para entrar su etanol a Estados Unidos: los subsidios proteccionistas a los farmers que cultivan maíz están fuera de discusión para Washington.>

Estados Unidos busca con el acuerdo garantizarse biocombustibles para terminar en el mediano plazo con su dependencia del petróleo. El choque de intereses entre Brasilia y Caracas en este aspecto es más que elocuente.>

Brasil, sin embargo, no puede descuidar a sus vecinos sudamericanos, Venezuela incluida. La conservación de ese liderazgo regional hace a la posibilidad de jugar en el escenario mundial mayor. >

De allí que Lula se haya encargado ante Bush de recordarle políticas estratégicas inmodificables: el Mercosur, el proyecto de la Comunidad Sudamericana de Naciones, la condición de democracias de "todos" los gobiernos sudamericanos (cuando Washington cuestiona el carácter de tal de la República Bolivariana) y del compartido "respeto" a la autodeterminación política y económica, un principio al cual Estados Unidos es desafecto a respetar, por estos días en otras latitudes, hace un tiempo en nuestra región. >

En medio de estos juegos cruzados, Kirchner se mueve como un equilibrista. Los acuerdos firmados ayer sobre energía y agricultura lo mostraron junto a Chávez cuando Bush estaba en Sao Paulo. También le dio al venezolano todo el apoyo necesario para el acto de anoche. Sucedió una semana después de rechazar el papel de "contenedor" del presidente bolivariano que Washington quiere que desempeñe. Pero tampoco rompe con un Bush que recorre su cuenta regresiva. "Apenas si mantiene una relación correcta", al decir de un observador diplomático.>

Horacio Serafini (CMI)