Una política territorial que aún falta

La crecida del Paraná pone en foco otra vez la ocupación de terrenos bajos, susceptibles de anegamientos, y obliga a reflexionar acerca de la necesidad de plasmar, en políticas concretas, los proyectos que se declaman.

Luego de la catástrofe de 2003, con el trágico saldo de víctimas y pérdidas materiales, se asumió al fin la necesidad de contar con un plan de contingencia que asegure una evacuación ordenada pero que, sobre todo, establezca niveles de responsabilidad y ponga en conocimiento de la comunidad la forma de actuar ante una emergencia, sea de la naturaleza que sea. Aunque bien sabido es que, en el litoral, el mayor riesgo lo constituye la presencia de dos cursos de agua que -a la vez- enmarcan a la ciudad.>

Desde hace algunas semanas, sobre la base de aquel plan y con noticias a cerca de la inusual crecida del río, se decidió anticipar la evacuación de familias ubicadas en las zonas más vulnerables y trasladarlas a pabellones comprados y construidos para ese fin, de manera de llevar a la práctica los recursos propuestos en el papel. Sin dudas, es un avance positivo que conviene actualizar, profundizar y difundir, para asegurar el menor impacto posible ante una situación de emergencia.>

Sin embargo, no termina de llevarse a la práctica una cuestión fundamental, reconocida por todas las instancias de decisión, como es la necesidad de ordenar la ocupación del territorio. En el borde oeste, se consolida un crecimiento poblacional desmedido e irregular. En tanto, sigue sin concretarse la propuesta de reservar un área para lagos que operen de reservorios en temporadas de grandes lluvias, previa reubicación de las familias que se encuentran en la zona del bañado.>

En el otro extremo de la ciudad, el agua se volvió amenaza para los habitantes de un asentamiento que fue creciendo a la vera de la ruta 168, en un terreno bajo e inundable, situación que en su momento fue apuntada por este diario.>

Los expertos asimilan el concepto de catástrofe a fenómenos en los que existen consecuencias e impactos sobre grupos sociales. Una inundación sobre áreas deshabitadas no tiene el mismo efecto que en zonas pobladas.>

En el marco de los estudios acerca del cambio climático para la región se concluyó que los caudales anuales de los principales ríos de la región registraron un incremento desde hace dos décadas y media, y que también desde entonces aumentó la intensidad y frecuencia de grandes lluvias que terminaron impactando en los caudales fluviales.>

Existe una estrecha relación entre los conceptos de amenaza y vulnerabilidad. En nuestra zona, el primero se vincula en forma directa con la presencia de los ríos. El segundo, está relacionado con la mayor exposición a sufrir las consecuencias de un fenómeno. En esa situación está la población que habita las tierras más bajas e inundables y la que tiene menos recursos económicos y escasas posibilidades de acceder a mejores condiciones de vida. Una política que establezca límites claros a la ocupación de tierras y que, a la vez, ofrezca alternativas para resolver situaciones ya consolidadas resulta, sin dudas, una respuesta imperiosa.>