Política nacional
Cambio de temporada
Con las candidaturas de la oposición ya definidas, los Kirchner tienen la temporada otoño-invierno para definir nombre y afinar su estrategia. Es tiempo de observar a Cristina.

Sergio Serrichio (CMI)

La elección de este domingo en Entre Ríos marca el inicio de la temporada otoño-invierno de la política argentina, con un panorama clarificado en cuanto a candidaturas nacionales.

Ya están anotados los ex ministros Roberto Lavagna y Ricardo López Murphy y la ex diputada (tras la renuncia a su banca hace unos días) Elisa Carrió. Resta saber si el candidato K será "pingüino o pingüina", aunque la configuración favorece las chances de Cristina Fernández de Kirchner. >

La fragmentación opositora hace más factible que la actual primera dama, aunque le resulte más difícil pasar la valla del 45 por ciento de los votos que al presidente Kirchner, le saque al menos 10 puntos a quien llegue segundo. De tal modo, se evita el riesgo de una segunda vuelta, en la que de todos modos el oficialismo tendría las de ganar. >

Los comicios entrerrianos también reeditan la vigencia de aquel principio de la política argentina de las últimas décadas según el cual, cuando la oposición no es real alternativa, el propio oficialismo, usualmente de matriz peronista, se divide en distintas expresiones. >

Los tres principales candidatos a gobernador surgieron del PJ, y los dos con mayores posibilidades se dicen kirchneristas. Una situación que favorece la estrategia de la Casa Rosada, que deja hacer y luego capitaliza resultados.>

La interna y la externa

Otro ingrediente que entremezcla política interna y cuestiones internacionales es que Entre Ríos es el centro del largo conflicto con Uruguay por la instalación de una planta de pulpa de papel sobre la margen oriental del río Uruguay.

Los asambleístas temen que, pasada la votación, el gobierno nacional busque avanzar (ya sin temor a las repercusiones provinciales) en una negociación con Montevideo a partir de la aceptación de algo que a esta altura parece indetenible: la conclusión y puesta en marcha, hacia fin de año, de la pastera que la finlandesa Botnia construye en Fray Bentos. Eso explicaría el diferimiento de una reunión bilateral que, en el marco de la "facilitación" del rey Juan Carlos, se llevaría a cabo en Madrid.>

El propio embajador de España en la Argentina, Rafael Estrella, dijo hace unos días que la agenda de ese encuentro abarca los temas ambientales, "incluida por supuesto la construcción de una pastera en Fray Bentos". Esto es, la base del diálogo no sería el liso y llano "No a las papeleras" que proclaman los asambleístas, sino los límites y las condiciones de funcionamiento de la planta.>

De ser así, se habrá demostrado que mejor que atizar las emociones (como hizo en el inicio del conflicto el todavía gobernador entrerriano Jorge Busti, con un accionar del cual el gobierno nacional nunca tomó suficiente distancia) hubiera sido encarar una negociación en serio, sobre definiciones objetivas y mensurables de aquello que es y que no es aceptable en materia ambiental. >

En cambio, ambos gobiernos quedaron pegados a una consigna de todo o nada, agravada por el encono personal entre, Kirchner y Tabaré Vázquez, presidentes que antes se reconocían no sólo como socios en el Mercosur sino también como miembros de un espacio político común: el progresismo latinoamericano. >

Mientras, la planta de Botnia no sólo fue afeando el paisaje de Gualeguaychú sino ganando categoría de hecho consumado. El maximalismo obturó la posibilidad de un diálogo en el que se pudieran lograr verdaderas mejorías. >

Hora de diferenciarse

La temporada que se abre tendrá dos hitos electorales de consideración: el 3 de junio, las elecciones a jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires; el 2 de setiembre, las de gobernador, intendentes y legisladores nacionales y provinciales en Córdoba y Santa Fe. Cualesquiera fuesen los resultados, en ningún caso estaría en riesgo la marcha al parecer ineluctable hacia un segundo mandato K, del género que sea.

Aunque su eventual elección se considere segura, Cristina necesitará proyectar una imagen y un estilo político diferenciados de su marido-presidente. En ese sentido, es significativa la visita que realizará a Venezuela. No sólo por la fecha en que la hará -el 24 de marzo, en un nuevo aniversario del golpe de Estado que entronizó a la dictadura militar en la Argentina- sino también porque allí se reunirá con miembros de la comunidad judía venezolana, enfrentada al "bolivariano" Hugo Chávez.

En torno de la primera dama, se dará una sorda lucha de posicionamiento acerca de quiénes de las actuales figuras estelares del poder permanecerán en la próxima etapa, quiénes perderán protagonismo y quiénes -hoy ausentes o en segundo plano- subirán a escena.

Observadores del panorama oficial creen ver en Cristina a una exponente de la versión "modernizante" del kirchnerismo. Una versión más cercana a las socialdemocracias europeas o a la experiencia en curso de Michelle Bachelet en Chile que a populismos descarnados como el de Chávez. Cristina presume también de sus contactos con Hillary Clinton y el Partido Demócrata norteamericano el cual, con casi dos años de anticipación, se relame por su probable retorno al poder en enero de 2009, tras ocho años de George W. Bush. Claramente, se trata de apuestas a un futuro en el que contarían menos los petrodólares chavistas y más la capacidad de atraer inversiones extranjeras con argumentos adicionales al de un crecimiento "asiático".

La economía tiene ahora más aire para esos planteamientos. La expansión de los últimos cuatro años, el dólar prácticamente clavado en torno de tres pesos y una inflación instalada en dos dígitos (es lo que dicen incluso las cifras del Indec diferentes del manoseado índice de precios al consumidor) hicieron que el producto interno bruto argentino pasase de 100 mil millones de dólares en 2002 a 220 mil millones el año pasado.

Aunque la economía siga creciendo con pujanza, el ritmo de los próximos años será probablemente menor y harán falta aportes cualitativos. Entre ellos, mejor Estado, mejores instituciones y más y mejor inversión extranjera, que provea tecnologías hoy fuera del alcance de las empresas argentinas.