Imágenes de Eugenia Unger, sobreviviente del holocausto
"Nunca salí de Auschwitz"
Tenía 13 años cuando estalló la Segunda Guerra Mundial. Ése fue el principio de un calvario que no quiere olvidar. Foto: LUIS CETRARO. 

Llegó a Santa Fe en el marco de una muestra del museo judío Hinenu y dejó su testimonio ya plasmado en dos libros: "Holocausto, lo que el viento no borró" y "Después de Auschwitz, renacer de las cenizas".

Por Ana Laura Fertonani

"Memoria. Sin memoria no tenemos presente, futuro, ni esperanza -lee Eugenia en voz alta-. Nosotros los sobrevivientes de todos se nos acerca el tiempo de partir, unos antes y otros después. Quisiera que cada uno de ustedes sean las otras voces que a partir de hoy transmitan nuestra historia, nuestro testimonio. Quisiera que ustedes sean los que repitan a través de los mares, los ríos, las montañas, nuestro padecimiento. Quisiera la promesa de vuestro compromiso con nuestra causa y la lucha contra la discriminación. Quisiera que el olvido no invada vuestras almas, así sabré que la memoria de nuestros 6 millones de hermanos será honrada por siempre. Yo podré recién entonces descansar en paz".

Eugenia Unger nació en 1926 en Varsovia (Polonia). Tenía 13 años cuando estalló la Segunda Guerra Mundial y ése fue el principio de su vía crucis por distintos campos de concentración: la mandaron a Lublin, Majdanek, Auschwitz-Birkenau; participó de la Marcha de la Muerte; y luego estuvo en Revnsbrik, Rehov, Malahov. Escapó con 27 kilos de peso.>

Hace 14 años escribió su primer libro "Holocausto, lo que el viento no borró", en la búsqueda de decir, contar, recordar lo que está en su mente y en la piel (su 48914 grabado a los 14 años). Hace un par de años dio a luz a "Después de Auschwitz, renacer de las cenizas", donde cuenta un camino menos tortuoso. Los libros no los vende, aclara, hace ediciones y las dona a diversas instituciones.>

TANTO DOLOR

"Te dicen en cinco minutos tienes que salir de acá e ir a otra casa. ¿Qué podés llevar en cinco minutos?... Yo llevé mi muñeca y algunos chiches, y mi mamá me dijo que lleve alguna ropa y yo le decía: `mamá mañana vamos a volver', y nunca más volvimos... íqué boba que era a los 13 años!...". Su infancia, su adolescencia quedaron ahí, ese día, en esa casa. Días después sería la eterna sobreviviente. Rapada, prendas a rayas, número tatuado, sarna, piojos, miedos, soledad, días largos, imágenes tortuosas, despreciables. "No había hermanos, papá, ni mamá. Trataba de escaparme, era el sálvese quien pueda", dice.

Eugenia quiere hablar. Dice que le duelen los negadores del Holocausto. Los años, los logros, el camino no iluminaron el entendimiento para comprender tanto odio, terrorismo, tanta miseria humana, que no encuentra palabra capaz de albergar el padecimiento en su total dimensión.>

Se pone de pie. Dice que cuando habla de los hermanos que han fallecido se levanta en su honor. Y los recuerda, recuerda los chicos, jóvenes peleando con el cuerpo contra los nazis, "luchaban con sus cuerpos, con hachas, hicieron bombas molotov, se tiraban prendidos sobre los soldados para que se quemen...".>

"El pueblo polaco era muy antisemita y nunca nos quiso ayudar. Hubo gente que ayudó, pero muy poca. No nos querían, cuando llegaba Pascua decían que los judíos mataban a un chico para hacer el pan ácimo".>

Tiene las imágenes ahí y las reconstruye una y otra vez, necesita decirlas muchas veces, no se cansa.>

"Yo me pellizco si es real lo que viví, parece una pesadilla asquerosa, haber vivido ese tiempo... la montaña de muertos... y los tiraban como si fueran una bolsa de papas", recuerda y sus descripciones se hacen por momentos intolerables. Habla incluso de la industria de la muerte: jabón de grasa humana, colchones con pelos, lámparas de piel...>

Eugenia recuerda las palabras del escritor italiano, también sobreviviente de Auschwitz, Primo Levi. "Él escribe que uno que estuvo en Auschwitz nunca podrá salir y uno que quiere entrar, nunca podrá. Y tiene razón, yo nunca salí de Auschwitz".>

OTRO PRINCIPIO

"Yo iba más adelante y estaba conmigo una compañera. No sé si vive. Le dije: `nos llevan para matar... ¿por qué no nos escapamos?'. El nazi se fue atrás para mirar si todos caminaban. La agarré y arranqué por el camino y me metí en un establo donde había vacas. Escuchamos al nazi que le preguntó a una chica si nos había visto, porque vio que faltaban dos personas. Siempre iban cinco en la fila. Luego abrió el portón, no vio nada, cerró. Estuvimos ahí todo el día. Le pedimos ayuda a la chica pero nos dijo que no tenía nada y empezamos a buscar y a robar para comer y conseguir ropa".

Lo que vino fue terrible también: "Verse libre, no tener adónde ir, no tener a nadie. Yo estuve tres meses en la calle durmiendo, pidiendo limosna. Todos te violan, tenés que esconderte todo el tiempo".>

Llegó a Argentina de forma ilegal, con su pequeño hijo. Antes estuvo en Brasil y Paraguay. Lo recuerda como uno de los días más largos de su vida: una hora esperando en la frontera que zarpe el barco "Asunción". Llegó a las 4 de la madrugada, sin dinero ni valijas. Empezó a lavar ropa y cocinar y más tarde su marido llegó y empezó a trabajar. Ése fue otro comienzo.>