Periodismo, sociedad y democracia

El aniversario autoriza una reflexión alrededor del periodismo y los periodistas. En los últimos años el tema ha adquirido inusitada relevancia. Se sabe que uno de los componentes distintivos de la globalización es la expansión de las tecnologías y medios de comunicación, la constitución de aquello que los clásicos llamaron "la aldea global". El otro dato fuerte es la vigencia en Occidente, y en América Latina en particular, de sistemas democráticos que reconocen, por lo menos formalmente, la libertad de prensa como una de las condiciones básicas del estado de derecho.

En este contexto es que debe ser evaluado el oficio o profesión de periodista, un protagonista nacido con la modernidad al calor de dos condiciones históricas: el Estado nacional y la opinión pública. En ese sentido no es casualidad que el Día del Periodista se relacione con una de las primeras decisiones políticas del gobierno patrio: la creación de un órgano de prensa que eduque a la sociedad en los valores del nuevo orden. No eran otros los objetivos de La Gaceta al momento de constituirse aquel lejano 7 de junio de 1810.>

Según se mire, el periodista puede ser considerado un trabajador o un intelectual, o, en sus versiones extremas y más vulgarizadas, un escriba a sueldo o un testigo crítico insobornable. En todos los casos su existencia está íntimamente relacionada con la libertad política y la libertad de expresión, valores que sólo pueden sostenerse en un estado de derecho.>

El periodista como tal no dispone ni debe disponer de fueros especiales ni de atributos morales excepcionales. Sus aciertos y errores, sus vicios y virtudes, son los de cualquier ciudadano y, como tal, su libertad está garantizada y al mismo tiempo contenida por las leyes, mientras que su conciencia responde, o debería responder, a las exigencias de sus propios imperativos morales.>

En definitiva, se trata de un profesional o un trabajador sujeto a normas legales y morales. Como toda profesión, el periodismo reclama una serie de condiciones institucionales y culturales para realizarse: compromiso con la verdad, independencia de los poderes constituidos, precisión y rigor informativo, y dominio de los instrumentos técnicos propios del trabajo.>

También es necesaria la existencia de un contexto empresario y político. No hay periodista sin medio de comunicación y no hay periodista sin libertad de prensa y sin libertad de empresa. En las sociedades totalitarias el periodista milita en la resistencia o se ha transformado en un tinterillo del poder. En Cuba, por ejemplo, a los verdaderos periodistas se los reconoce porque están presos o han debido optar por el exilio. Algo parecido ocurre en las teocracias islámicas.>

En los sistemas democráticos, la profesión puede ejercerse con relativa plenitud, siempre y cuando no se pierda de vista que la democracia y las libertades que ella asegura y protege nunca son bienes conquistados para siempre. Por el contrario, son objetivos a defender, siempre acechados por amenazas, siempre puestos en tela de juicio, siempre expuestos a la seducción que intentan los cantos de sirena de los poderes de turno.>