Ejemplaridad de un pensador, a diez años de su muerte

Este año se cumple la primera década de la desaparición de Luis Di Filippo: un santafesino comprometido con su tiempo, intelectual alerta, pensador sin concesiones.

La obra de Di Filippo observa una línea reflexiva de incontrovertible coherencia. El hilo del pensamiento crítico adquiere, en su palabra, una continuidad que -por sobre aspectos analíticos determinados- revelan de manera inequívoca su verbo preciso, un estilo directo y punzante, la seducción por la verdad.>

Su obra ofrece la fortaleza de un verdadero credo. No sólo por lo que aporta desde su convicción y formación libertaria, sino fundamentalmente por su pasión para abrir espacios de confrontación investigativa; por la fuerza de introducción en túneles discursivos que revelen; por el rigor intelectual con que están escritas todas y cada una de sus páginas.>

La política, quizá uno de los campos de la sociología más apasionante y polémica, está en su obra casi como una constante. Parte él de la política para encontrar un hombre nuevo; se posiciona en el poder para descubrir debilidades y denunciar apostasías; convoca a los utopistas para abrir el abanico siempre necesario de la esperanza. Su versación, su ánimo de estudioso, su permanente inconformismo, construyen parte de una dialéctica enriquecida y a la vez orientadora. Nunca su pluma se moja en falsas impostaciones de erudición o enciclopedismo. Si está Sócrates, si está Platón o aparecen los humanistas del Medioevo o del Renacimiento, por algo es. El discurso, su metodología discursiva, va a veces apropiándose de conceptos ajenos, para dimensionar su propia resolución. Así, le son familiares y muy queridos Tomás Moro, Pico de la Mirándola y Campanella. Así también Macchiavelo entra en sus fervores tanto como Marx y Engels. En cada uno avizora siempre la dignidad del hombre, sus conflictos de lucha, sus posiciones e ideales.>

Prosa elegante e incisiva

Di Filippo va, seguramente, tras el sentido de la existencia. Sin ser ateo ni ser agnóstico, tiene conciencia de Dios. Y así como lee y se impregna de algunos textos de sor Juana Inés de la Cruz para saber quién es el hombre, así también puede citar con elocuente oportunidad a Santa Catalina de Siena o al pobrecito de Asís, para tratar de discernir con prudencia acerca de las llamadas sociedades organizadas.

íCuánto respetó a Erasmo de Rotterdam, a Miguel de Unamuno, a Read, a Russell! íCuánto disintió con ellos! Abierto al trance polémico, a la lúcida confrontación, jamás se sumergió en dialécticas farragosas y contradictorias, en caminos cerrados. "Discordia", uno de sus libros primigenios, es una auténtica lección del más puro pensamiento ideológico. A esa obra le seguirían "La política y su máscara", "La ruta de la concordia", entre tantos más. Y obras que, de pronto, constituyeron verdaderos ejercicios de humor pensante: como "La antena hechizada", construida alrededor de la noticia y su glosa, o su "Antología humorística del refranero": un caudaloso río de paradojas e ingenio.>

Alguna vez afirmamos que Luis Di Filippo tuvo la estatura de un magíster, aunque no dejara discípulos. Poseía la capacidad de convocar (como lo hacen los auténticos pensadores), de incentivar el interés de los jóvenes, de propiciar el diálogo esclarecedor o polemizante. Además, lograba contagiar el vicio de la lectura: tal su punzante agudeza frente a determinados temas y la amplia gama de sus aportes ante tiempos sociales del siglo que le tocó vivir.>

Así, no es extraño que su prosa, elegante e incisiva, abra la puerta a Sarmiento y a Ortega, tanto como se nutra de los aportes y las posturas de Proudhon y de Bakunin. íCon qué brillo reconquista alguna línea de Anatole France o de Emile Zola! Humanista sereno y a la vez crítico empecinado, su trabajo ubica siempre en primer plano el protagonismo que le cabe como hombre de su tiempo. Como pensador sin claudicaciones. Como visionario y propulsor de una libertad sin cerrojos.>

Entre sus muchos ensayos figura el profético "La agonía de la razón". En tiempos como los que corren, en que tal marco pareciera constituir un abismo cada vez más profundo e inexorable, ícuán necesitados estamos de voces como la suya para alertar los ánimos, para despertar tantas conciencias dormidas!>

J.M. Taverna Irigoyen