Al margen de la crónica
Con efeméride propia

Un oficio, un trabajo, una profesión, una pasión, una práctica, una necesidad. Cada cual encontrará el nombre que mejor defina esta diaria tarea de poner en palabras los hechos, no la realidad sino aquel recorte de la realidad que cada uno hace cuando elige qué mirar y qué contar. Una actividad que escapa a la rutina -aún de manera involuntaria- porque de lo contrario se convertiría en una carga insoportable. Y una rutina que se desvanece con el inicio de cada jornada laboral, cuando todo vuelve a empezar.

Una pelea desigual contra la propia definición de la noticia, que vuelve viejo lo que se hizo apenas ayer.>

Un aprendizaje constante de nuevas formas y nuevos términos para nombrar aquello que ya existía y que siempre puede volver a decirse de la mejor manera posible pero sin perder su esencia. La búsqueda de la expresión más apropiada, que lo hermana con la literatura en la que necesariamente abreva. La construcción de un buen relato sin más herramienta que la palabra. El pánico por la hoja (o la pantalla, en estos tiempos), en blanco. El cotidiano ejercicio de llenar los espacios con contenidos y no sólo con palabras.>

La intransferible posibilidad de volver visible lo invisible, de poner voz allí donde nada parece posible más que el silencio, de redescubrir historias que bien valen ser contadas otra vez.>

El desafío de asumir la tercera persona como expresión de esa vocación por llevar la mirada un poco más allá de nosotros mismos, sin olvidar que al mismo tiempo estamos hablando de todos.>

El compromiso de decir la verdad, por más pequeña que sea, y la responsabilidad de hacerla pública.>

Todo eso se celebra hoy. Todo eso encarna el periodismo cuando no se empaña con otras cosas. Todo eso más todo lo que usted, estimado/a colega, quiera agregar desde su oficio, su trabajo, su profesión, su pasión, su práctica y su necesidad.>