Una historia que conmueve
Una barrera arquitectónica, que se supera con esfuerzo
Una madre, tres veces por semana, debe subir dos pisos a su hija en brazos en el Complejo Sarmiento, para que pueda participar en el Instituto Coral de la provincia.

De la Redacción de El Litoral

Paula Mancini tiene 11 años y concurre desde hace 4 al Instituto Coral de la provincia, que funciona en el segundo piso de la escuela Sarmiento. Para llegar hasta el aula, la nena necesita de la ayuda de su mamá, ya que padece mielomeningocele, una malformación congénita en la médula, que la obliga a movilizarse en silla de ruedas.

La ausencia de rampas y ascensores impide a Paula valerse por sí misma. Y es su mamá la que hace el esfuerzo para que ella no abandone lo que tanto ama: el canto. "Tres veces por semana, la llevo en brazos hasta el aula. Es tal la fuerza que hacés con los abdominales para alzarla y subir las escaleras, que te duele todo", dice Noemí, quien agradece que en su trabajo la dejen salir para poder bajar a su hija.>

Desde que comenzó a ir al instituto, la nena creció en peso y altura: mide 1,45 metros y llega casi a los 50 kilos. Ahora su mamá se encuentra "en la disyuntiva de no saber si la voy a poder seguir subiendo", y le preocupa pensar que tendrá que faltar a sus clases de canto "si yo me enfermo o si ese día en el trabajo no me dejan salir".>

Para evitar que su hija quede excluida por la interposición de barreras arquitectónicas, en julio de 2004 Noemí envió una nota a la entonces ministra de Educación, Carola Nin, quien derivó el caso a la Dirección de Infraestructura de la Región IV. "Lo que solicité fue la colocación de un elevador o montacargas que cuente con las normas de seguridad, que permita subir la silla de ruedas, engancharla y llegar hasta arriba. Con eso alcanza, no necesariamente tiene que ser un ascensor", contó la mujer.>

Luego de presentar el certificado de discapacidad de Paula y la historia clínica, "me pidieron que consiguiera el presupuesto de la obra". "Yo no sabía a quién recurrir y le pedí consejo a un arquitecto conocido. Por eso, pedí luego a la Dirección de Infraestructura del Ministerio de Educación que, por favor, diera intervención a la Dirección Provincial de Arquitectura e Ingeniería (Dipai), porque yo me encontraba en la dificultad de conseguir el presupuesto. Hicieron el proyecto de colocar un elevador de un metro para la entrada y un ascensor hasta el segundo piso y lo cotizaron", contó la mujer, quien dijo que "mi expediente se adosó a otro que tiene la escuela y ahí fue donde más se trabó todo".>

Espera agobiante

Noemí se ilusionó cuando "en marzo del año pasado, a la directora del Instituto Coral le dijeron que la cooperadora, en mayo de 2006, iba a tener el cheque para la realización del trabajo'.

Mientras espera que "salgan los fondos para la realización de la obra", Noemí manifesta sentirse "impotente". "Te agobia que no te den respuestas. Hay tantas cosas a las que le tengo que decir que no porque no las puede hacer, que sentís una impotencia terrible. Trato que lleve una vida bastante normal porque siempre le inculqué que podía hacer las cosas de otra manera. Pero te encontrás que le ponen una barrera arquitectónica para hacer lo que ella quiere, que es la música y que puede hacerlo sentada en una silla", dice Noemí, quien resalta que hay ordenanzas y leyes que promueven la eliminación de las barreras arquitectónicas.>

La mujer dice que "habría que hacerse la idea de que hay que construir para ellos porque a nosotros nos da lo mismo subir una escalera o una rampa". Entonces, ¿por qué no evitar el problema y hacer una rampa, si de todas formas nosotros vamos a poder ingresar igual?", se pregunta esta madre, quien a diario sufre de las múltiples barreras con las que tropieza su hija.>