Crítico panorama
Tambos que resisten a duras penas
El sector de Las Colonias que padeció los temporales de navidad y otoño continúa muy complicado. La producción lechera sigue deprimida, el estado corporal de las vacas es lamentable y el clima conspira contra el desarrollo de las pasturas.

Juan Manuel Fernández[email protected]

A 7 meses del primer temporal que sacudió a la cuenca lechera en la navidad de 2006, aún persisten graves secuelas entre los tambos en un amplio sector del departamento Las Colonias, con epicentro en las localidades de San Carlos Norte, San Jerónimo Norte, San Jerónimo del Sauce, Las Tunas y Santa María Norte.

El mayor problema es la falta de pastos (verdeos y alfalfas), indispensable fuente de fibra para elevar la muy deprimida producción lechera, que acusa una caída aproximada del 70 al 80% en ese sector. Al respecto las perspectivas no son nada alentadoras, puesto que las últimas heladas secaron demasiado los campos y, por el momento, no se puede retomar la siembra.>

Sin fibra, no sólo se produce menos sino que se hace a un costo muy superior, para muchos por encima de lo que pagan las industrias receptoras. Sin pasto, las vacas se mantienen a balanceado, suplementos o granos. Así, los rollos o las reservas de forraje conservado que se hicieron en el verano difícilmente duren hasta la primavera.>

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Castigo tras castigo

Liliana Meinet y Humberto "Pepe" Zenclusen soportan con 36 hectáreas propias y otras 30 alquiladas en jurisdicción de San Carlos Norte. Son propietarios y tamberos a la vez. Mantienen tres hijos estudiando afuera, dos en Santa Fe y uno en la ciudad de Córdoba. En 2003, las mismas inundaciones que arrasaron la capital provincial los obligaron a mudarse a su emplazamiento actual. Ahora subsisten en una modesta vivienda prefabricada, que a modo de jardín luce la guachera y, a unos metros más, el tambo con sus 6 bajadas.

Antes de la última catástrofe el matrimonio tenía un planteo intensivo de entre 100 y 120 vacas. Ahora, tras vender una parte importante del plantel ("nos estamos comiendo el capital", explica Liliana), quedaron 60 en ordeñe con una producción mínima. "Yo siempre digo que empeñamos el futuro, porque vendimos las vaquillonas, que son el futuro del tambo", dice la mujer de la casa.>

Para colmo, el plantel que subsiste "hace como 4 meses que no comen nada verde, la producción es baja, apenas 8 litros por día por vaca en promedio", comenta Lili -como la conocen los amigos-, quien a pesar del trauma mantiene su voz clara y serena.>

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Esperando lo verde

José Luis Hang y su esposa, Roxana, son tamberos en el establecimiento de Rubén Lagger, en San Jerónimo Norte. Aunque no son dueños, también padecieron las inclemencias y sufren el perjuicio económico. Con el patrón, en el verano hicieron todos los deberes (e inversiones) a fin de garantizarse el alimento para el invierno: enrollaron alfalfa, embolsaron forraje conservado y sembraron avena. El cálculo se hizo para estar produciendo a esta altura del año unos 3.000 litros diarios, pero hoy sólo ordeñan 1.200.

El campo tiene unas 140 hectáreas, que en abril se anegaron casi por completo. "Durante 7 u 8 días no hubo lugar dónde tener a los animales, ni para dormir", relata José Luis, tambero de cuna, que aprendió el oficio en la casa paterna hasta que decidió levantar vuelo propio y salió a emplearse en varios establecimientos hasta llegar junto a su mujer, un año y medio atrás, al de Lagger.>

Cuando se retiró, el agua se llevó consigo todo lo verde que había y los animales quedaron recluidos en 5 o 6 hectáreas, alimentándose sólo a ración. El efecto fue una brutal caída en la producción de leche. "A todo esto el costo se fue a las nubes", se lamentó Hang, a quien le cuesta creer que habiendo hecho reservas para todo el año, difícilmente le duren un mes más.>

Hasta que llegó el desastre, las vacas promediaban 24 litros diarios. "Fue cosa de 10 o 15 días que caímos a 12 o 13 litros", dice el tambero, aunque hoy rondan los 18 litros diarios por animal. Mientras tanto, el gasto se siguió incrementando por la cantidad de abortos y los bajísimos porcentajes de preñez, que requieren mayores tratamientos sanitarios. Y por los crecientes problemas de patas, que se ablandaban por estar en el agua y luego se lastimaban al pisar en las huellas de barro endurecido y deformado.>

El futuro, para el matrimonio Hang, es seguir trabajando como hasta ahora y esperar "que el clima mejore un poquito para tener pasto lo antes posible".>

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La familia o la soja

Se sabe que la desesperación de los productores los llevó a levantar la voz para pedir socorro al estado provincial. A partir de entonces la puja con las autoridades se endureció, incluso hasta empujar a los tamberos a salirse de su papel y encarar acciones a las que no están acostumbrados (y que no desean repetir), como los cortes de ruta con quema de cubiertas que hubo sobre la ruta 19 en el ingreso a San Jerónimo Norte.

Liliana Meinet sabe que la actividad tiene un importante nivel de riesgo y reconoce que -en condiciones normales- el Estado no debiera tener que correr con los costos. "Como que uno no tiene derecho a reclamar una ayuda, pero este fenómeno fue tan extraordinario que nos dejó sin nada, sin fuerzas y sin apoyo". Tan inusual es el trance, que prácticamente ya llevan 7 meses sin avizorar indicios de recuperación. "Fue un problema extraordinario y necesitamos una ayuda extraordinaria", implora.>

Así las cosas, la mayor fortuna para Liliana sería que los animales empiecen a comer las primeras pasturas en unos 100 días para que su familia recién empiece a sobreponerse dentro de un año. Entonces sabrá si la apuesta que hizo a salvar todo valió la pena. "Y si no, quedaremos en el camino", reflexiona, y desarrolla la definición: "para una familia como nosotros, quedar en el camino significa que con 36 hectáreas de soja no vivimos, en cambio con el tambo nos defendemos".>

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Se liquida el capital para salvar el establecimiento

Durante la última protesta de los tamberos frente al Ministerio de la Producción, circuló un compendio de números que reflejan el déficit de un tambo en San Carlos Norte. La síntesis lleva por título la famosa frase de Gabriel García Márquez: "Crónica de una muerte anunciada".

La esquela retrata el derrumbe de un establecimiento con 70 hectáreas de alfalfa, 8 de sorgo para silo y 4 de sorgo forrajero, que producía antes de navidad 1.500 litros diarios de leche (45.000 mensuales). Hoy, apenas ordeñan 520 litros por día (16.000 al mes).

La dieta actual de las vacas en producción consta de 3 kilos de maíz, 2 de sorgo, 2 de pellet de girasol, 4 de rollo y 7 de cascarilla de soja. El costo es de $6 por animal al día. A eso se le suma la alimentación de las vacas secas (1.5 kilos de maíz, 1 de sorgo, 1 de pellet de girasol, 7 de rollo y 3.5 de cascarilla de soja) que ronda los $4 por cabeza al día. El rodeo lo conforman 60 vacas en ordeñe, 30 secas y 30 vaquillonas de reposición. La producción de leche se vende a $0.70 por litro, más $0.10 de subsidios provincial y nacional.

En resumidas cuentas, el costo de alimento diario es de $600, que hacen $18.000 al mes. Y la venta de leche ronda los $416 diarios, que en un mes suman $12.480. El balance es netamente negativo: la déficit mensual es de $7.520, sin contar el gasto de energía eléctrica, limpieza, veterinaria, sueldo del personal, cargas sociales, movilidad, ART, seguros, mantenimiento e implantación de pasturas.

"Este es el presente de nuestros tambos. El futuro imagínelo usted", es la sentencia con la que cierra el dramático repaso de las cuentas.