DE RAÍCES Y ABUELOS
La aventura de ser inmigrante
Familia Andreis. El nombre Andrés Andreis se mantuvo por tres generaciones en el seno de una familia croata. Sus descendientes aprendieron un ejemplo de vida, abnegación y amor a la tierra argentina, que los cobijó y les brindó el trabajo y la paz que no tuvieron en Europa. textos de Mariana Rivera

Andrés Andreis es un asiduo colaborador de El Litoral por su generoso aporte sobre la historia de los ferrocarriles, además de ser el alma mater del Museo Ferroviario Regional de nuestra ciudad. Pero en esta ocasión, se comunicó con De Raíces y Abuelos para contar la historia de su padre, su homónimo, "quien realmente tuvo una vida notable al haber sufrido y pasado miseria y hambre", según dijo, como teniendo que justificar que "avancé más sobre mi padre que sobre mi familia inmigrante".

Andrés Andreis (su padre) nació el 2 de octubre de 1897 en la actual Croacia, en el pueblo de Blato, provincia de Dalmacia, situado en la isla de Korcula sobre el mar Adriático, donde se encuentra Prizba, una hermosa playa frecuentada hoy por muchos turistas. "Mi madre, María Zuvela, había nacido en el mismo sitio y región, el 24 de abril de 1900", cuenta.>

Todos provenían de familias de agricultores que se dedicaban al cultivo de viñedos y olivares, como así también a la pesca. Sus abuelos maternos, Mara Separovich y Cosme Zuvela, tuvieron ocho hijos (cinco mujeres y tres varones) mientras que sus abuelos paternos (Andrés Andreis y Catalina Tulic) habían tenido tres varones.>

El casamiento de sus padres tuvo lugar en su tierra natal, el 7 de agosto de 1920. Su padre aprendió el oficio de armado y compostura de calzado y, en aquellos tiempos, solía reparar los zapatos a domicilio para toda la familia.>

El matrimonio había perdido durante sendos partos, dos criaturas por praxis médicas rudimentarias, "cuando la cesárea aún estaba en pañales", acotó. En el tercer embarazo, finalmente nació su hermana María.>

Apenas iniciada la primera gran guerra de 1914, su padre (que entonces tenía 45 años) fue llamado para integrarse como soldado combatiente del ejército austro-húngaro, junto a su hermano Mico.>

En julio de 1917 el batallón de su padre -al mando del capitán Rudolf Kralik- penetró en la región de Bukovina, frontera rusa con Austro-Hungría, gobernada por el emperador Francisco José. Su abuelo falleció en combate a los 48 años.>

Al respecto, y de acuerdo al testimonio de su padre, antes de regresar a casa por haber obtenido licencia en el frente de guerra, se despidieron ambos en un restaurante en territorio polaco. "Mi abuelo, un mes después, también debía tomar licencia. Nunca más regresó y pese a ser buscado por mi padre al final de la contienda en diversas zonas de operaciones, no pudo ser hallado. Monjas de un hospital que recibía heridos de guerra supusieron que -al morir sin ser identificado- había sido sepultado en una fosa común, con otros combatientes", explicó Andrés.>

Tristes anécdotas

De regreso luego de su licencia, Andreis llegó al frente ruso en Moscú. Era el año 1918 y la guerra ya estaba en sus tramos finales, aunque paralelamente se gestaba la revolución bolchevique. "Eran tiempos de la lucha cuerpo a cuerpo, en donde sobresalía el coraje y la fuerza de los cosacos del Imperio Zarista, que con sus poderosos sables hicieron rodar las cabezas de más de un soldado enemigo. Tal fue el caso de un soldado que -estando al lado de mi padre y escondidos en una mata- decidió adelantarse unos 30 metros. Pero tuvo la desdicha de ser víctima de uno de estos furibundos guerreros", recordó.

"Mi padre se salvó milagrosamente, al ser repelida la agresión por un grupo de soldados austríacos que entraron en acción en su retaguardia. En ocasiones eran retirados de las acciones de combate para reparar las botas de oficiales y soldados".>

Firmada la paz, su padre volvió a su tierra natal en un tren con otros grupos de soldados dados de baja, y le tocó presenciar en una de las estaciones ferroviarias de Austria, el fusilamiento de una veintena de depredadores de pueblos abandonados. El comando austríaco lo había ordenado sin juicio previo y a la vista obligada de todos los que viajaban. Habían hecho descender a los ex soldados para observar un hecho ejemplificador.>

Entre las anécdotas que recuerda que le contaba su padre, Andrés memora: "estaban avanzando con el ejército, cuando se enfrentaba el imperio austrohúngaro contra los Aliados (Francia, Inglaterra y Estados Unidos), y pasaban por un campo sembrado de papas. Unos soldados sacaron papas y las cocinaron y el agricultor fue a hablar con uno de los jefes del regimiento advirtiendo sobre el robo. El mayor le dijo que lo dejara por su cuenta, pero finalmente no le dijo nada al batallón, sino que se puso a comer papas con los soldados. Los soldados austrohúngaros tenían mucha connotación de la disciplina militar alemana".>

"También me contó mi papá que, en otra oportunidad, estaban avanzando con el ejército en una ciudad, y un oficial les dijo que tenía que ser tan fuerte el golpe del taco de las botas al marchar que había que romper vidrieras".>

La emigración

Luego de transcurridos unos años, el matrimonio Andreis con su pequeña hija, pensaron en un nuevo porvenir. Pero primero se planteó venir él solo hacia América del Sur para ver las posibilidades de trabajo.

En 1927 se dispuso a viajar en el buque "Principessa Mafalda". Para ello, su padre tuvo que trasladarse a Génova para adquirir el pasaje, pero grande fue su sorpresa cuando le informaron en la Compañía de Navegación, que los pasajes se habían agotado. Lo invitaron a viajar en la motonave "Augustus", recientemente botada.>

El 25 de octubre de 1927, el "Principessa Mafalda" se hundió frente a la costa de Río de Janeiro, Brasil, tragedia en la que murieron alrededor de 300 personas. "Nuevamente la suerte estuvo de su lado", opinó Andreis, y recordó: "contaba mi padre que viajó al mes siguiente en el `Augustus', que al pasar por el lugar aún se divisaban sobre el mar algunos objetos flotantes del malogrado buque".>

El destino era Brasil y por eso se instaló en San Pablo, donde Andreis consiguió trabajo en una fábrica de calzados. Casi al año pudo traer al resto de su familia (esposa e hija), gracias también a la ayuda del dueño de la fábrica, con quien habían entablado una amistad.>

Nuevos horizontes

En 1930 viajó la familia a Buenos Aires. En el barco, Andreis conoció a Nicolás Mihanovich (de origen yugoslavo) y fundador de la Flota Mercante Argentina, quien le contó que "en Argentina se está bien, pero hay que trabajar mucho", respuesta anecdótica que siempre la recordaría, aseguró Andrés.

Gracias a su oficio de armador de calzados (que en aquella época se estilaba hacer a medida y por encargue), la capital argentina le ofreció nuevas oportunidades.>

Los Andreis se afincaron en Chovet -cerca de Rosario- en la estancia de un paisano amigo, para colaborar en la cosecha de maíz durante un par de temporadas. Alentados por un grupo de connacionales, se establecieron luego en Santa Fe, pero esta vez en forma definitiva. Su padre instaló su taller de zapatería en barrio Candioti Sur.>

Eran tiempos difíciles, porque implicaba aprender una nueva lengua tan distinta a la eslava, costumbres, desarraigo y entablar nuevas amistades. Sin embargo, todo lo superaron con fe, sacrificio y valor. Luego vendría el hijo varón, con el nombre de Andrés Alejandro.>

En 1940 adquirieron un terreno en Villa María Selva, en Rivadavia 6083. Allí levantaron su casita y su esposa, para ayudar, instaló una lechería.>

Volver a la tierra

En mayo de 1975, Andrés Andreis realizó un viaje a su tierra natal para visitar a sus familiares, entre los que se encontraba su hermano Jerónimo, a quien no veía desde 1927. Desde entonces mantuvieron correspondencia, la que no se suspendió ni siquiera en la época de la invasión nazifascista a su pueblo.

En la actualidad, ese vínculo epistolar continúa a través del correo electrónico entre Andrés Andreis hijo y su prima Liliana, quien mantiene en Prizba un centro turístico sobre el Mar Adriático.>

Su madre falleció en 1982, a los 82 años, y su padre en 1987, cuando contaba 90 años. "Fueron ejemplo de vida, abnegación y amor a la tierra argentina, que los cobijó y les brindó el trabajo y la paz que no tuvieron en su tierra de origen. Mi padre, con los años y no por obligación sino por convicción, decidió hacerse ciudadano argentino, en reconocimiento a este suelo. De ellos -como todos los padres que emigraron en momentos difíciles y dramáticos para sus vidas- recibimos tanto hijos como nietos, las reglas básicas de moral, conducta y contracción al trabajo", concluyó con orgullo.>

Yugoslavia Libre

Actividades sociales.

Siempre atento a las cuestiones sociales y solidarias, Andrés Andreis participó en la Asociación Yugoslavia Libre, entidad formada para enviar ayuda a los pueblos que fueron víctima de la segunda guerra mundial.>

Fue corresponsal en Santa Fe del periódico La voz de los inmigrantes yugoslavos, y también colaboró con el cónsul yugoslavo en Rosario en la traducción de las partidas de nacimiento de sus compatriotas.>

De profundas raíces religiosas, estuvo siempre ligado a la Acción Católica y fue miembro fundador de la actual Parroquia de Nuestra Señora de Luján en tiempos del padre Pablo Chabanon, y oficiaba de monaguillo cuando la misa se rezaba aún en latín.>

Andrés Andreis destacó el espíritu patriótico que su padre sentía por Argentina y lo graficó con un gesto que recuerda: "todos los días patrios, él esperaba que la televisión pasara el Himno Nacional Argentino y después se levantaba".>