Muestra que abre debates

Ante la presencia de un cuerpo muerto, es inevitable imaginarlo vivo, moviéndose, sintiendo penas y alegrías, pensando, soñando; aún cuando desconozcamos su identidad o no hayamos tenido con él un trato personal.

El cuerpo humano es la prueba de la vida. Cuando alguien cercano a nuestros afectos muere, deja de ser, y el último consuelo es acompañarlo hasta su última morada. Saber que los despojos de quien ya dejó de ser, descansarán en un lugar conocido, alivia la desolación por la pérdida.>

El mes pasado, en el shopping Abasto -como lo cubrió El Litoral en la revista Nosotros-, abrió "Bodies: The Exhibition". La muestra en cuestión, trajo otra vez a debate el tema de la exposición de cuerpos insepultos, sin identidad. Y es que allí, más de una docena de cadáveres y unos 200 órganos anatómicos perfectamente conservados, pueden ser vistos por el público, sin restricciones. Aceptada en muchos países y rechazada en otros tantos, en cada uno de los lugares donde fue expuesta, la discusión entre los que se muestran a favor y los que no lo aceptan fue inevitable.>

En la Argentina ese choque de posiciones también se produjo. Por un lado, los que admiten el argumento de los curadores de la muestra, le otorgan a la exhibición indiscutibles fines educativos. Según ellos, el hecho de conocer el cuerpo, lo que producen en él las drogas, el alcohol y todo todo tipo de exceso, contribuye a tomar conciencia de la propia vulnerabilidad y ayuda a optar por una vida más saludable.>

Por el otro, están quienes objetan la indignidad que conlleva mostrar cuerpos humanos anónimos y de dudosa procedencia, a pesar de que una leyenda en la entrada a la sala agradece la generosidad de los donantes al prestar su consentimiento para ser expuestos públicamente.>

En todo caso es importante rescatar que, más allá de que para entrar, hay que pagar, nuestro país ha permitido su ingreso, de modo que la decisión de ir o no, sea absolutamente personal. Quizás el lugar elegido para la exposición no sea el más adecuado. Es probable que un museo o la sala de alguna facultad de medicina, hubiesen ofrecido un contexto más austero y respetuoso como una forma de resguardar más la dignidad de esos seres que ya no son.>