ANOTACIONES AL MARGEN
Demasiado humo

Estanislao Giménez Corte[email protected]

Se trata, naturalmente, de criaturas extrañísimas, no tanto en su constitución física (son bípedos, caminan erguidos, tienen escaso bello) como en sus comportamientos y, sobre todo, en lo que podemos llamar sus "relaciones sociales". Manejan un código gestual y un lenguaje verbalizado que no entendemos cabalmente aún pero que -arriesgamos- está constituido por una serie muy limitada de signos o símbolos, que profieren con entonaciones diversas y/o alaridos casi guturales, dependiendo de la necesidad o la urgencia expresiva. Son, en general, violentos e intolerantes. Amuchados en una habitación o una casa, rápidamente afloran sus erráticos modos, sus caóticas costumbres, la contienda explícita por el poder, sea por la posición de cada uno dentro del recinto de cemento o madera, sea por la distribución de las tareas. Puede decirse que la convivencia está definida por la imposición de la fuerza o la coerción; ésta concluye con la divisoria entre quienes detentan el poder -por una suerte de pacto tácito- y quienes se someten a él. Así, no difieren de otros mamíferos. La disparidad radica, solamente, en ciertos adelantos para la obtención y conservación de los alimentos, el vestido, la movilidad y la tecnología aplicada a la construcción de sus viviendas. Las diferencias de género son notables. El macho incurre en una conducta común y extendida entre los suyos, que nos advierte sobre la oscilante o incomprensible naturaleza de sus decisiones: se establece en un sitio determinado pero permanentemente tiene la necesidad, el deseo o la fantasía de huir. Acaso en su naturaleza persista, pese a los intentos permanentes de "socializarlo", un fortísimo espíritu nómada. Pareciera no conformarse con nada y, a la vez, desear todo simultáneamente. La gran mayoría de los machos come y bebe en exceso, duerme exageradamente y no ejerce actividad física alguna, manifestándose como profundamente sedentarios. La hembra, por el contrario, concibe la existencia en un sitio con unas ciertas seguridades (aparentes o reales), aunque los últimos estudios entienden que esta condición ha cambiado drásticamente. Hembra y macho viven en permanente conflicto, al punto tal que llama la atención de los especialistas la insistencia en la conformación de esas comunidades volcánicas llamada familias, en las cuales numerosos integrantes de diversos núcleos negocian, tornando la convivencia en una pesadillesca experiencia. A machos, hembras y críos, que viven habitualmente hacinados, puede calmárselos rápidamente con el encendido de una pantalla llamada TV, que actúa como una droga o una anestesia. Pese a los siglos de evolución de la especie, al comer, al ir al baño, al copular, al divertirse, se advierte su clarísima vinculación con los primates. Conforman un rico campo para la investigación, complejísimo, en el límite de lo ininteligible: se los puede llamar homo erectus o seres humanos.