BALANCE
M.E. Bielsa: las buenas y las malas
En un extenso diálogo con El Litoral, la vicegobernadora de la provincia evaluó los aspectos más importantes de su gestión. Se lamenta de la relación dificultosa que tuvo con algunos senadores de su partido, el PJ. Elogia la buena performance del cuerpo que dirige y cree que los socialistas son "sectarios".

Por Luis Rodrigo

Sabe y ha demostrado que en política se puede decir no. Y que cuando esa posición se sostiene porque se cree en ella, difícilmente se cumplirán los pronósticos catastróficos augurados (y alentados) por los que -siempre- dicen sí. Reniega de las mayorías automáticas que no argumentan. Defiende al peronismo como opción política, y explica que su decisión de sumarse a ese sector nace de una adhesión más racional que sentimental. Y cuenta que la conmueven los discursos de Eva Perón, aunque su madre se haya negado a usar el brazalete del luto obligatorio de mediados de siglo pasado.

María Eugenia Bielsa cree que haberse negado a ser primera en la lista de diputados nacionales del Frente para la Victoria en 2005, pese a una orden del presidente y una recomendación del gobernador, finalmente hizo que su palabra cobrara más valor.

"¿Si me voy satisfecha...? Y le diría que no, porque me hubiera gustado no tener que debatir con los senadores de mi propio espacio el uso de los recursos, porque no me gusta tener que hacerme cargo de algunas decisiones que se han adoptado que no coinciden con mi posición, como con los recientes nombramientos (en el Ejecutivo)", responde (y se pregunta).

"Es de bien para los funcionarios -define y advierte- venir con un equipo e irse con este. Aquí vine con cinco personas y nos vamos todos. Es lo que corresponde, es un cargo político. Si no el Estado se convierte en una Bolsa de Trabajo de cada partido que circunstancialmente lo conduce".

Sobre los recientes nombramientos de funcionarios políticos pasados a la planta permanente (los casos más conocidos están en la Lotería y en la Secretaría de Derechos Humanos), expresa que "esto tiene que ver con la dignidad personal: quien viene a ocupar un cargo político tiene que saber que al terminar el mandato se tiene que ir".

Exige "conductas de ejemplariedad" porque "son necesarias, deben existir y decantar en el resto de la sociedad".

El edificio y los subsidios

"Todo lo que quise hacer, siempre que no tocara intereses corporativos, lo pude hacer con absoluta tranquilidad... Pero no pude bancarizar los subsidios ni darles un marco institucional mejor", lamenta.

"No me gusta -agrega- irme de la gestión sin fijar un organigrama de funcionamiento ni producir ninguna recategorización a gente que lo merece por su trabajo y que sin dudas lo habría ganado mediante concursos. Y como nombramientos a dedo no voy a hacer, porque van contra mi espíritu, por ese lado, realmente me voy mal".

"Tengo una visión muy institucional de la participación política. Uno está en estos lugares con un doble rol. El político, que lo desempeña en cada una de sus acciones, pero hay una obligación institucional que cumplir. Debemos mejorar las condiciones de trabajo y el lugar que se conduce".

Bielsa dice que el Senado tuvo en estos años "una buena performance" en el número de sesiones, aunque admite que más importante que el número siempre en importa más la calidad de la producción legislativa. De todas formas, cree que la rutina de sesionar es positiva.

"Intentamos crear una cultura que se preocupe por cómo presentar una ley, cómo fundamentar, y en esto -en la calidad legislativa- me voy sólo relativamente conforme... Tener la mayoría en una Cámara también tiene deméritos: es lo mismo que pasa en Rosario con el Concejo (pero con la situación partidaria inversa), los que tienen el número no argumentan, sólo votan los proyectos", asegura.

Una huella en "el barro"

"Hay amigos de la vida -confiesa- que no les gusta que yo esté acá. Que me reprochan `tuviste que participar de un gobierno que esto o que un partido que lo otro...'. A mí me parece que tenía que atravesar el barro. Que había que hacerlo. Que si no lo hacés, no tenés derecho a juzgarlo. Así se deja una huella y si ésta sirve para mejorar al menos en algo, en este caso al Senado, ha sido útil".

La vicegobernadora es mezquina a la hora de calificar su gestión en la Cámara. Habla de un resultado de 20 puntos sobre 100 posibles. "Ya vendrá otro que lo vuelva a mejorar, de a 20 o de a 10 o más... lo importante es que haya continuidad en lo bueno que hicimos".

Hace sólo un par de años, que hoy parecen "muy lejanos", quizá porque mucho y demasiado le ha pasado en su vida personal -y en menor medida política- la hoy concejala electa en Rosario, quedó en medio de un remolino. El presidente Néstor Kirchner primero y el gobernador Jorge Obeid también después, le dijeron que debía ser primera candidata a diputados nacionales por el oficialismo. Ella dijo no.

"La primera traición que vos le hacés al que te votó es irte a otro cargo. Y no es que haya temido en esto un posterior castigo electoral de la gente, sino que dije no por mis convicciones", explica.

"En mi rol de ciudadana común, años atrás, en Rosario, un dirigente encabezó la lista de concejales. Una semana después de ganar se fue como secretario de gobierno del municipio... me pareció muy mal", recuerda.

"La verdad es que además no me gustaba ser diputada nacional", dice para quitar dramatismo. Reconoce que ése -políticamente- "no fue un año fácil: tuvo sus costos, porque siempre están los más papistas que el Papa".

Hoy, a regañadientes, reconoce que el presidente "estimuló personalmente, por decirlo de alguna manera" un cambio de decisión.

"El gobernador me dijo al principio que me iba a acompañar en lo que decidiera y luego tuvo presiones... y entonces no se sintió cómodo con mi posición. En estas estructuras, parece que si vos le decís que no al gobernador, el gobernador no te conduce. Y en realidad no es así; creo que hay límites que tienen que ver con la conciencia individual. Sé que yo no hubiera hecho una mejor campaña que Agustín Rossi. Fue un resultado extraordinario el que él logró en menos de un mes y pico...".

"El presidente se habrá enojado, quizá un mes o dos, no lo sé. Pero como ocurre con todo el mundo, las aguas en algún momento se vuelven a aquietar. Nada es para siempre", reflexiona.

"La gente valoró la convicción de que cuando es no, es no. Ahora, cuando digo que no, me creen. Y en cambio cuando un político les dice que no, no les creen... Consolidar el valor de la palabra es sustantivo para la política", concluye.