Días de definiciones

De regreso de Santiago de Chile, en un viaje que estuvo pleno de sorpresas, el matrimonio Kirchner dedica estos días a febriles análisis sobre quiénes serán los hombres y mujeres que constituirán el gabinete de la futura presidenta, para el que buscan un delicado equilibrio entre lo que fue y lo que será.

El presidente Néstor Kirchner se despidió en la capital chilena de su traje de mandatario en una Cumbre Iberoamericana y dio señales de una serenidad y satisfacción pocas veces demostrada en sus presentaciones públicas.

Se lo notó relajado por la proximidad del momento en que saldrá del ojo del huracán y tranquilo porque sabe que lo que seguirá será una ratificación de sus logros y una búsqueda para que la dinastía de su apellido se afirme aún más en el poder.

Kirchner pudo lidiar con serenidad en un conflicto que tal vez en años anteriores lo hubiera crispado. El papel de agredido esta vez lo exhibió con más mesura cuando el presidente del Uruguay, Tabaré Vázquez, protagonizó uno de los actos más antidiplomáticos que se recuerden.

El desplante que le hizo a la Argentina y a España al anunciar en un escenario de trascendencia internacional como la Cumbre la decisión de poner a funcionar las calderas de Botnia pudo revertirlo a su favor, mostrando la contracara del desaguisado del colega uruguayo.

La actitud de Vázquez sorprendió desagradablemente a todos, pero lo cierto es que Botnia ya empezó a liberar humo y la contaminación de la región ya es un riesgo concreto.

El presidente uruguayo le reprocha a su par argentino el haber respaldado, directa o tácitamente, la permanente protesta de los asambleístas que cortan rutas internacionales, y Kirchner no le huyó a la responsabilidad cuando accedió a recibir a los dirigentes de Gualeguaychú que cruzaron la cordillera, menos espectacularmente que como lo había hecho la Reina del Carnaval cuando irrumpió en Londres en la Cumbre de los 7 países más ricos con su impactante bikini tropical.

Pero ahora, las relaciones entre los dos países están en su peor punto, y es probable que la presidenta electa, que prometió que su primera visita al exterior ya con traje de mandataria la haría a Uruguay, tenga que deshacer ese plan.

Pero mientras el escenario internacional sigue complicando a la Argentina y a las relaciones comerciales y políticas entre ambos países, en el mundo interno de la Casa Rosada crecen las intrigas porque la lucha por la permanencia o la inclusión en el gobierno de la dama es una prioridad absoluta en materia de política doméstica.

Pasados los ecos de la sorpresa de lo ocurrido en Chile, otra vez el signo puramente local es el que preocupa al matrimonio que hoy retiene el máximo poder político del país.

Quiénes integrarán el gabinete, cómo será el mentado Pacto Social, cuáles serán las alianzas que se privilegiarán en el seno del kirchnerismo, son los interrogantes claros que habrán de dilucidar en estos días.

Cristina Fernández tiene que optar entre mantener y continuar lo que se ha hecho en los cuatro años de gobierno de su esposo, y en aplicar cambios que despierten esperanzas en una mejoría en los aspectos más flojos del kirchnerismo, principalmente la calidad institucional.

Pero al parecer los proyectos de superación por este momento están relegados porque lo que se impone es responder adecuadamente con las calificaciones de premios y castigos a los hombres y mujeres que acompañaron al mandatario saliente.

La era de Kirchner estuvo dominada por la existencia de un gabinete anodino, casi inexistente, con algunas pocas excepciones. En el inicio del mandato, el papel del entonces ministro de Economía, Roberto Lavagna, fue fundamental para el reordenamiento económico, hasta que las fuertes personalidades del titular de Hacienda y el presidente chocaron y desembocaron en la salida del primero, hoy liderando un espacio opositor que busca crecer.

Los demás navegaron entre la invisibilidad y la adulación explícita. Entre estos últimos, los dos ministros Fernández, uno solo, Alberto, sobrevivirá en el próximo mandato.

Dicen que los ministros que tuvieron una génesis duhaldista, principalmente Aníbal Fernández y Ginés González García, no tendrán cabida en el próximo equipo, aunque las performances de ambos hayan sido totalmente disímiles. ¿Qué será de la hermana del presidente, Alicia Kirchner? La mujer tuvo un alto protagonismo durante los primeros años de gestión, como la hacedora de la reivindicación social pero después de haber sufrido varios traspiés, prácticamente desapareció de la escena pública.

No se la vio nunca aparecer en el medio de las gravísimas denuncias sobre crisis sociales como la desnutrición de los tobas en el Chaco, o la permanencia de gravísimas violaciones a la individualidad de los más pobres, utilizados como siempre como carne electoral. Esos sectores parecen estar hoy más que nunca abandonados de la mano del poder. Son incómodos y muestran que lo que el matrimonio Kirchner exhibe como mera enumeración de números exitosos de macroeconomía todavía no penetró en las capas más sufridas del país.

Pero hoy por hoy no parece que el poder discuta sobre la forma de superar la indigencia y la pobreza y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos: la prioridad es ver qué piezas se eligen para colocar en el nuevo tablero para fortalecer la gestión todavía no nacida de Cristina.

En tanto, la oposición afrontará en los días por venir las peleas desiguales con el oficialismo para instalarse en lugares de fuerza dentro del Congreso. Allí también sufren del estallido interno de las alianzas tejidas a los apurones para lograr más votos en los comicios y que ahora se resquebrajan porque demuestran que no estaban fusionadas, sino unidas en forma tan precaria que ahora revelan fisuras insalvables.

Vienen tiempos de definiciones para delinear el escenario del poder que se prepara para gobernar en los próximos cuatro años.

Carmen Coiro (DyN)