El sueñito de la casa propia

Como en el célebre cuento "La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada", de Gabriel García Márquez (1972), seguramente algo hemos hecho mal.

El relato cuenta la vida de Eréndira, una chica de 14 años, que vive en el desierto con su abuela. Eréndira incendia accidentalmente la casa de la madre de su padre fallecido, destruyéndola por completo: por este motivo, su abuela la obligará a pagar en vida los bienes perdidos, prostituyéndola y entregándosela a los hombres del lugar. Como el dinero nunca alcanza a saldar la deuda, ambas vivirán como nómades en una tienda de campaña donde la joven y frágil Eréndira se convertirá en preciado objeto de deseo.

Con el tiempo aparecerá -como no podía ser de otra manera- un hombre que se enamorará de la niña, y que la ayudará a salir de esa vida.

En esa atmósfera opresiva, una historia borderiza entre la realidad y la ficción muestra cómo Eréndira trabajará toda su vida para poder comprar una vivienda, y sin embargo, nunca lograrlo. Sólo la muerte de la abuela la liberará de un proyecto absurdo y ciertamente cruel.

En ese marasmo donde se mezcla lo que la vida es y lo que la vida podría ser, surgió una historia fantástica, que se asienta en una paradoja irresoluble: cancelar la deuda sólo es una meta dibujada en el horizonte que continuamente está corriéndose. En un contexto de pobreza, desamparo y abuso, un buen final sería inaudito y poco probable: en todo caso, la felicidad estará en manos de la muerte.

La joven protagonista no podía acceder a créditos hipotecarios porque entre otras cosas, trabajaba en negro. Buscando una y mil opciones, hoy los números no cierran, ni siquiera para quienes viven de un salario, como Eréndira, ni los años que nos toque en suerte vivir alcanzarán para acceder a la casa propia. Lo demás, es puro cuento.