Crónica política
Los ministros del presidente

Rogelio Alaniz

Siempre se dijo que a un gobierno se lo definía por la calidad de los ministros que designaba. Los ministros son los principales colaboradores del presidente, se supone que sus hombres de confianza y, al mismo tiempo, los técnicos más capaces en sus áreas. ¿Confianza política o conocimientos? Ese ha sido siempre el dilema que acompaña a todo jefe de Estado a la hora de las designaciones.

Más que un dilema se trata de una cuestión de equilibrios entre ambas categorías. Los mandatarios audaces, con personalidad fuerte no tienen problemas para designar a un desconocido en una cartera porque saben que las riendas las manejan ellos. Fue el caso de De Gaulle en Francia, cuyos ministros llegaron a pertenecer a otras fuerzas políticas, pero todos se sometían al poder del general. En otro contexto, fue el caso de Napoleón, cuyos dos grandes ministros fueron Fouché y Talleyrand, el vicio y el crimen del brazo, como dijera Sieyés cuando los viera ingresar al palacio.

En la historia argentina, los gobernantes se distinguieron por la calidad de sus ministros. En más de una ocasión, el ministerio fue la antesala de la presidencia. Así ocurrió con Mitre, Sarmiento, Avellaneda y Roca, por citar los más conocidos. En otros casos, el desempeño del ministro fue tan brillante que diferentes gestiones los convocaban. El ejemplo más conocido quizá sea el de Bernardo de Irigoyen, el canciller más talentoso de su tiempo.

El ejemplo político más destacado sobre la importancia de designar buenos ministros lo dio Marcelo T. de Alvear. Cuando fue elegido presidente en 1922, Yrigoyen pensaba que convocaría a algunos de sus incondicionales. Por el contrario, el "Niño" Marcelo prefirió constituir un equipo de gobierno "a la francesa", es decir integrado por personalidades independientes.

"Si yo me muero cualquiera de mis ministros está en condiciones de hacerse cargo de la presidencia de la Nación", se jactaba. En efecto: allí estaban Tomás Le Bretón, Ángel Gallardo o José Nicolás Matienzo, entre otros, un lujo de calidad intelectual en la Argentina de los años veinte. También con Alvear se cumplió el principio de que los ministros podían ser presidenciables, por más que en este caso lo fueron a costa suya. Se trata de su ministro de Guerra, Agustín Justo y de su ministro del Interior, Roberto Ortiz.

Retornando al siglo XIX, la constante de designar ministros de primer nivel se inicia con Rosas. Juan Manuel podía ser un déspota, pero a la hora de interesarse por lo que pasaba en el mundo se preocupaba para que lo informaran los mejores: Alvear en EE.UU., Manuel Moreno en Gran Bretaña, Tomás Guido en Brasil.

Urquiza constituyó su gobierno en Paraná y sus ministros fueron tan importantes que un historiador llegó a hablar de la Generación de Paraná para referirse a Facundo Zuviría, Mariano Fragueiro y Juan María Gutiérrez, entre otros. Y, como broche de oro, la gestión, nada más y nada menos, de Juan Bautista Alberdi en Europa.

Domingo Faustino Sarmiento tuvo dos grandes ministros: uno fue fue el autor del Código Civil, Dalmacio Vélez Sarsfield; el otro fue Nicolás Avellaneda, para algunos el verdadero forjador del milagro educativo de aquellos años. Las anécdotas cuentan que en algún momento le propusieron a Sarmiento que designara ministro a Juan Posse. Posse era un gran amigo de Sarmiento, un experto en temas de educación y un político de primer nivel. Sin embargo, Sarmiento prefirió no convocarlo porque, justamente, era su amigo. Alguien le recordó que no había ninguna disposición legal que prohibiera hacer esa designación: "No está prohibido, pero la decencia lo impide" respondió el sanjuanino, una lección de ética republicana que muchos gobernantes del siglo veinte han olvidado.

Nicolás Avellaneda contó con la colaboración de Roca, Pellegrini, Alsina y Bernardo de Irigoyen. Julio Roca contó con grandes colaboradores en sus dos presidencias, pero el más destacado, sin duda, fue Joaquín V. González, el liberal más brillante y honrado de su tiempo, fundador de la Universidad de la Plata y el hombre que propuso en su momento las reformas políticas y sociales más audaces. En la misma línea, la reforma política propuesta por Roque Sáenz Peña en 1912 pudo realizarse gracias a las discretas y eficaces gestiones de su ministro Indalecio Gómez.

De Miguel Juárez Celman se dicen muchas cosas, pero lo que nadie pone en discusión es que sus ministros fueron los jóvenes más destacados de su generación. Allí estaban Eduardo Wilde, Miguel Cané, Osvaldo Magnasco. Cuando cayó, en 1890, lo reemplazó Carlos Pellegrini. La crisis financiera de entonces fue superada gracias a la muñeca del "Gringo" y a la colaboración de dos ministros: Vicente Fidel López y Estanislao Zevallos.

Los ministros de Hipólito Yrigoyen no brillaron demasiado tal vez porque el que brillaba era el caudillo. En general fueron hombres honestos, trabajadores y sometidos al presidente. En su primera presidencia, seis de sus ministros pertenecían a la Sociedad Rural; en la segunda sólo dos. La diferencia no es sólo cuantitativa.

Sin duda que los ministros más lúcidos de la época los tuvo Agustín Justo. Raúl Presbich, Federico Pinedo y Antonio de Tomaso constituyeron un interesante equipo de gobierno no sólo por su calidad intelectual, sino por la audacia de las reformas propuestas para superar la crisis del treinta. El plan económico impulsado por Pinedo en 1940 es considerado una de las iniciativas más originales de su tiempo, al punto que si sus indicaciones se hubieran tenido en cuenta la Argentina se podría haber salvado del peronismo.

Arturo Frondizi tuvo muy buenos ministros, pero el hombre más importante de su gobierno no tenía funciones oficiales: me refiero a Rogelio Frigerio. Alfredo Vítolo y Rodolfo Martínez fueron grandes ministros, pero lo más importante que tuvo Frondizi fueron sus gobernadores: Oscar Alende, Carlos Sylvestre Begnis, Celestino Gelsi, Raúl Uranga y Horacio Guzmán.

Arturo Illia fue grande por él mismo, pero también por sus colaboradores. Dos merecen mencionarse: Eugenio Blanco en Economía y Arturo Oñativia en Salud. Zavala Ortiz y Palmero fueron más controvertidos. Algo parecido puede decirse de Alconada Aramburu, no obstante lo cual, y comparado con el presente, siguen siendo funcionarios de lujo.

De los ministros de Perón a partir de 1973 no es mucho lo que puede decirse. En la breve luna de miel camporista hubo algunas personalidades que merecen destacarse, sobre todo el ministro del Interior, Esteban Righi. Otro ministro importante fue José Ber Gelbard, "el burgués maldito", como lo califica su biógrafa.

El Perón de la primera época tuvo algunos ministros interesantes. El primero que me viene a la memoria es Ramón Carrillo; el otro es Ramón Cereijo. Los demás, como en el caso de Yrigoyen, fueron simples mandatarios del líder. La tercera presidencia de Perón contó con un rasgo inédito en la historia argentina: un pistolero analfabeto y psicópata como López Rega tuvo funciones de superministro, una audacia que ni siquiera Rosas se permitió con Cuitiño.

No concluyeron allí las hazañas del tercer peronismo: un fanático ultramontano llamado Ivanissevich fue designado ministro de Educación, es decir, en el mismo cargo que en otro momento ocuparan Avellaneda y Magnasco, realmente un lujo, pero ya se sabe que a esos lujos sólo Perón se los pudo dar en la Argentina. Por otra parte, ¿qué fueron Ivanissevich y López Rega, al lado de Lastiri e Isabel en la presidencia de la Nación?...