Editorial
La marginalidad obligada

En la Argentina, todo parece funcionar al revés. En un contexto mundial de crecimiento de la demanda de leche, los productores han salido a invertir. En Estados Unidos, por ejemplo, tambos con 40 litros de promedio diario, están agrandando sus instalaciones para estar a la altura del desafío y "picar en punta" en este nuevo escenario mundial.

Aquí, en tanto, en vez de estar planteándonos estrategias que maximicen la producción, tenemos que volver a lamentarnos de la nueva imposición de la Secretaría de Comercio Interior, que obliga a los industriales a pagar la leche 73 centavos tranqueras adentro.

La cifra, se sabe, achica al mínimo el margen de rentabilidad en campo propio, y la transforma en déficit en campos alquilados, en donde se desarrolla gran parte de la actividad lechera. Los industriales, con embarques parados por esta medida, se ven obligados a estafar a sus proveedores o, en el peor de los casos, a mentirle al Estado Nacional.

No hay mejor manera de informarse que recorriendo el campo y las industrias de la región, tomando la temperatura en charlas "off the record", en donde se extraen, a veces, los datos periodísticos más importantes. Días pasados, un conocido productor lechero de Rafaela nos confesaba que hasta ahora sólo sobrevivieron los verdaderamente eficientes. Y que de persistir en este camino, quedarán en la actividad sólo los cabeza duras, empeñados en producir leche por una tradición familiar; por llevar en la sangre esa genética de amor a las vacas.

No es lo mismo hacer la misma cantidad de leche con menos tambos. La producción lo sabe y el gobierno también. Sin embargo, persisten en la implementación de medidas de corto plazo que achican, inhiben y desalientan la producción y el crecimiento.

Si esta gestión pretende permanecer largo tiempo en el poder, tal cual parece, debería incorporar a los sectores productivos a la discusión de las políticas a implementar. La cadena láctea, así como la ganadera y la agrícola se han expresado de la única manera que saben: proponiendo alternativas para crecer. En todas prevalece la idea de mantener provistas las góndolas para los sectores más carenciados con productos subsidiados, y liberando a los cortes caros a los mercados del mundo.

Mientras el país crece al 9 %, la lechería involuciona en el sentido contrario con cifras similares. De continuar así, tendremos que importar leche en el mediano plazo. La misma nos costará mucho más cara, y se profundizará la ausencia de esos tambos que generan riqueza y trabajo en cada pueblo de la cuenca.

Hasta ahora, se acordó el estado de alerta y movilización. Ningún tambero va a tirar la leche que tanto esfuerzo le costó conseguir, porque -además- es su único capital. Tampoco parece prosperar algún tipo de lock out conjunto, a sabiendas de la astucia del gobierno para enfrentar al campo con la opinión pública. Mientras tanto, siguen forzando desde arriba a la marginalidad y a la economía en negro.