A 40 años del primer trasplante de corazón

AFP

El 3 de diciembre de 1967, en un hospital de El Cabo, en Sudáfrica, el profesor Christian Barnard realizó en plena noche el primer trasplante cardíaco de la historia, una operación que estaba destinada a asombrar y a cautivar la imaginación del mundo entero.

"Nadie tomó una foto, nadie hizo nada" para grabar el acontecimiento para la historia, recuerda Dene Friedman, una enfermera especializada en transfusiones que siguió la intervención, mientras era estudiante.

Barnard ni siquiera había informado a las autoridades del hospital que iba a intentar la experiencia. "Les dijo al día siguiente, al amanecer, con una llamada telefónica", recuerda.

"Sólo pensamos en el interés del paciente", afirma la enfermera, refiriéndose a Louis Washkansky, un diabético que había aceptado servir de conejillo de Indias después de sufrir tres ataques cardíacos.

Barnard, que había ya practicado trasplantes de corazón en animales y conocía los trabajos teóricos de cirujanos extranjeros, sólo esperaba un donante para poner en práctica sus conocimientos.

La noche del 2 al 3 de diciembre, una joven de 25 años se hirió mortalmente en un accidente de circulación. Su grupo sanguíneo era compatible con el de Louis Washkansky y su padre aceptó donar su corazón.

"Entramos a la sala de operaciones a medianoche y salimos hacia las 08H00 del día siguiente", precisa Dene Friedman, que afirma "recordarlo todo como si hubiera ocurrido ayer".

"Era muy impresionante, sumamente excitante... y daba miedo: no estábamos muy seguros de los efectos en un paciente humano", indica.

El equipo -unas 30 personas- asistió maravillado a los primeros latidos del nuevo corazón de Louis Washkansky.

Sin embargo, los medicamentos usados para impedir el rechazo del nuevo órgano suprimieron las defensas inmunitarias del paciente, que murió 18 días más tarde de una pulmonía.

Numerosas voces se elevaron entonces para reprochar a Barnard haberse precipitado por ganar la carrera a otros equipos, cuando los conocimientos sobre la inmunosupresión eran muy parciales.

Esas críticas no le impidieron entrar en la historia. "El sábado, yo era un cirujano sudafricano muy poco conocido. El lunes me encontré con una reputación mundial", dijo Barnard en varias ocasiones.

Su sonrisa brillante, su físico aventajado y su modo de vida contribuyeron a su renombre. Pese a su educación estricta y modesta, a este hijo de pastor protestante le gustaban las mujeres bonitas -se lo vio al lado de las actrices Gina Lollobrigida y Sophia Loren- y la vida mundana.

"Era alguien muy dinámico y motivador", recuerda Dene Friedman, que trabajó con Barnard hasta que se jubiló, en 1983, debido a la artritis.

Mientras tanto, Barnard ensayó otras técnicas arriesgadas, como el doble trasplante, las válvulas mecánicas y el uso de corazones de mono en situaciones de emergencia.