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Hablar con las manos
Códigos gestuales. El lenguaje no verbal es tan importante como los vocablos, sobre todo para grupos de personas como los sordomudos. Conocer las capacidades comunicativas de nuestras manos nos permitirá crear nuevos puentes con nuestro entorno. textos de Lluis Miguel Hurtado.

En el momento comunicativo (imaginemos una conversación con nuestro superior, por ejemplo) los sentidos se agudizan. Teniendo en cuenta el amplio abanico de informaciones que podemos recibir (un ascenso, una invitación a una copa o... un despido) tratamos de captar a toda costa el mensaje. En ese momento, con el oído no será suficiente. Gran parte de la información llega a través de la vista.

Probablemente use una colonia agradable o, por otra parte, no goce de mucha higiene personal, algo que nuestras pituitarias reconocerán. Además, el tacto (un apretón de manos, por ejemplo) nos ayudará a hacernos una idea de lo que puede pasar. El gusto puede también comunicarnos algo.

Hablemos de las manos. Aparte de ser imprescindibles en muchas tareas de la vida diaria, son vitales a la hora de desarrollar nuestro discurso. Nos serviremos de ellas para reforzar aquello que decimos, para darle veracidad. Una buena actitud gestual dará más importancia a nuestro mensaje y nos hará ofrecer una imagen de seguridad.

Con las manos creamos ortografía. A lo largo del discurso podemos hacer enumeraciones (el dedo índice alzado al principio de cada uno de ellas), entrecomillar (el recurso visual lo haremos gesticulando las comillas con los dedos) y hasta acentuar, subrayar y poner ciertos puntos. Todo esto ayuda a reforzar el texto de nuestro discurso y nos permite jugar con él. Podemos aclarar algunas ideas para facilitar su entendimiento o incluso dar un sentido diferente a lo que decimos, es decir, ser un apéndice del texto verbal.

La timidez nos traiciona. Si no es costumbre, en el momento de hablar en público empieza la crisis: sudoración, tartamudeo y pupilas desorientadas. El vaivén constante de nuestras manos, que ya no saben qué hacer, provocará que nuestros oyentes acaben prestando más atención al baile de las extremidades que a nuestro mensaje. Eso se llama "interferencia comunicativa". Por lo tanto, ante todo, tranquilidad. O, por lo menos, aparentarla.

Gestos delatores

Las manos agarradas por detrás no dicen nada bueno de nosotros: pensarán que estamos furiosos y airados. Si las cruzamos por delante, puede ser peor, ya que nos estaremos mostrando a la defensiva, cosa inútil cuando se trata de ofrecer seguridad. Si, volviendo a la conversación con nuestro superior, le hablamos con las manos entrelazadas por delante, la cosa puede acabar en una pelea de gallitos, ya que estaremos mostrando una superioridad poco recomendable.

Si mientras hablamos nos tocamos la nariz, pensarán que mentimos; si nos tocamos el ojo, que dudamos. Si cuando hablamos nos tapamos la boca, pareceremos inseguros. Hablar con las manos abiertas y las palmas mirando abajo nos dará una imagen autoritaria. En este caso, mejor las palmas hacia arriba, que nos permitirá dar una impresión abierta y dialogante. Estos gestos que hacemos muchas veces sin percatarnos pueden delatarnos y perjudicar lo que decimos.

La solución es el autocontrol corporal. Por difícil que sea, debemos tratar de mantenernos serenos durante la conversación. Hay que evitar los gestos agresivos y repetitivos, ya que desviarán la atención de nuestros interlocutores. Lo ideal es combinar nuestra explicación con unos gestos que se adecuen a ella pero que siempre se mantengan en segundo plano. Podemos incluso gesticular para interactuar con quien nos escucha o representar pequeñas acciones con las manos (pedalear, escuchar, buscar, escalar, etc.).

En público

Un truco común entre los comunicadores es servirse durante la exposición de un objeto no llamativo, como por ejemplo, un bolígrafo, una cartulina (donde podemos escribir el guión) o unas gafas. Sin hacer alarde de su posesión, disimuladamente le transmitiremos toda la tensión acumulada en el momento, de forma que nos mostraremos más liberados.

La comunicación en público es un campo que requiere horas de práctica previa. El espejo es un gran amigo a la hora de evaluar los progresos en nuestra gesticulación con las manos. Poco a poco, descubriremos los infinitos mensajes que somos capaces de representar con estas útiles herramientas que la naturaleza nos ha concedido.