Una diva en el recuerdo
Ava, la bella
Esplendor. La recordada actriz, en su época de mayor plenitud. Foto: Archivo El Litoral

Ava Gardner nació un 25 de diciembre y este año hubiera cumplido 85. su belleza la distinguió durante años en el mundo de la industria cinematográfica. Algunos de sus trabajos en la pantalla permanecen en el recuerdo, pero indudablemente su vida amorosa fue protagonista durante años en la prensa. Su romance con Frank Sinatra es recordado siempre, del mismo modo que su enorme belleza y su sensualidad.

Nació la noche de Navidad de 1922, este año cumpliría 85 años. ¿La podemos imaginar como una anciana? Por cierto que no.

Fue una verdadera diva, con todos los atributos de belleza y sensualidad. Muy pocos hombres resistieron su encanto pero ella no logró alcanzar el verdadero amor, su vida fue un torbellino alumbrado por unos ojos de mirada profunda y misteriosa.

Desde el principio

Ava Lavinia Gardner era de Carolina del Norte, hija de un matrimonio bautista de escasos recursos, donde la Biblia era la única lectura permitida. La leyenda dice que una prima suya envió una foto a un concurso, otra versión cuenta que un descubridor de talentos vio su rostro en una tienda y la tentó para una prueba cinematográfica, que en principio fue un desastre. Pero su magnetismo natural fue más fuerte y Louis B. Mayer la mandó a clases de dicción y todo los demás aditamentos para poder entrar en el mundo de Hollywood.

Apenas llegada a ese mundo artificial conoció a Mickey Rooney, con una presencia que nada tenía que ver con el hombre de los sueños de alguna mujer. Además Mickey era un torbellino de palabras, estaba en la cima de su carrera, era bebedor, apostador y un payaso nato. Se casaron en menos de un mes y se divorciaron al poco tiempo. Fue el primer fracaso matrimonial de Ava pero le sirvió para promocionarse.

Comenzó su carrera cinematográfica rodando 17 filmes entre 1941 y 1946, que se esfumaron en el olvido. Ya introducida en la fábrica de sueños, Ava comenzó a frecuentar lugares nocturnos, donde su belleza no pasaba inadvertida. Su frecuente acompañante era el millonario y aventurero Howard Hughes. Luego fue Robert Taylor su compañero en "Soborno". Robert Mitchum fue cuando "Odio y orgullo".

En la larga lista de amores y coqueteos estuvo también el clarinetista Artie Shaw, un Don Juan de la época, con quien intentó la aventura del matrimonio. Sólo duró un año.

Un amor tortuoso

Por fin, allá por 1951, apareció en su vida un hombre que no olvidaría nunca. Frank Sinatra era un seductor irresistible pero morbosamente celoso y no precisamente de buen genio. Tanto podía dedicarle una dulce melodía cargada de romanticismo como cerrarle un ojo de un puñetazo. Se casaron en 1951, se separaron en 1957. Fue un matrimonio tempestuoso. "Es imposible vivir con él" se quejaría luego Ava. Pero tampoco podían vivir separados.

Y ella seguía con su carrera. Veintisiete películas bajo contrato de la MGM la prepararon para ser una gran actriz. Eso significaba cumplir al pie de la letra la agenda que el estudio le imponía, meterse en el personaje de mujer bella y seductora, sonreír siempre, aceptar todos los papeles que le asignaran, sólo ser bella y no omitir opinión alguna. Muchos fueron los que sucumbieron a estas presiones, como Judy Garland, Monty Cliff, Marilyn Monroe.

Pero Ava se resistía y trataba de ser ella misma. Impulsiva, casi rebelde, amante de la noche y los tragos, se dejó seducir por todos los hombres que se rendían ante su enigmática belleza.

"Venus era una mujer", "Magnolia", "Pandora", "Las nieves de Kilimanjaro", "Mogambo", donde tuvo por supuesto un romance con Clark Gable, que la dejó plantada, prefiriendo la aparente dulzura de la futura princesa Grace. Luego "La noche de la iguana", bajo la dirección de John Huston, a quien Ava adoraba y respetaba.

El amor en España

En realidad, ella estaba enamorada del amor. En su vida los hombres entraron y salieron sin medida. Luego de la separación con Sinatra, viajó a Roma para hacer "La condesa descalza", un papel que le iba a la medida. Frank estaba desesperado, le hablaba diariamente amenazando suicidarse. Pero la pareja nunca volvió a reunirse. Sinatra le juró amor a un sinnúmero de bellezas de Hollywood: Kim Novak, Natalie Word, Elizabeth Taylor, pero ninguna llegó a ocupar el lugar de Ava. El mismo lo confesó: "Nunca pude conquistarla".

Mientras, ella seguía su camino. Fue una de las contadas estrellas que no necesitó ser rubia para ser famosa. Pocos recuerdan que en 1954 fue propuesta para un Oscar por su interpretación en "Mogambo". Pero su película fue siempre "La condesa descalza" tal vez porque se identificó con el personaje.

Luego hacia los años '60 el star-system de Hollywood comenzó a cambiar y Ava decidió establecerse en España, país que siempre prefirió. Allí comenzó una etapa tan inestable como habían sido sus años anteriores, amores, alcohol y la diversión sin culpas.

En tierra española era frecuente verla en las corridas de toros y fueron también comidilla de la prensa sus romances con los toreros Dominguín y Mario Cabré, que la dejó plantada para casarse con Lucía Bosé.

El final de una vida

Ava eligió Londres para transitar lo que sería el final del camino. Eso fue en 1969. Allí concedía escasas entrevistas, sin ánimo ya para arreglarse o maquillarse y disimular los estragos que el tiempo iba dejando en su rostro. Ya no podía disimular su ajada belleza y el tufo a tabaco y whisky barato.

La belleza había partido con una juventud alocada y sin freno. Sus vecinos de la brumosa Londres la veían pasar haciendo eses y hablando sola. Era la oscura sombra de aquella condesa descalza que se bebía el mundo en un trago.

Murió sola, como la mayoría de las divas, como la Callas o la Garbo. Fue en 1990. Tenía 67 años. Una de sus pocas amigas cuenta que cuando llegó a su domicilio, el día de su muerte, encontró hechas pedazos las delicadas estatuillas de porcelana que Ava había traído como recuerdo de su capítulo español. Un último gesto de la heroína de su propia historia. Tal vez un grito desesperado para llenar su propia y devastadora soledad.

ANA MARIA ZANCADA