Señores directores: Da miedo circular por las rutas. Los autos y ómnibus actuales desarrollan tal velocidad que, ante cualquier imprevisto, las reacciones humanas son superadas y se producen accidentes que son verdaderas catástrofes, casi siempre con pérdidas humanas. La potencia de los motores hace que, puede decirse, ya no son vehículos terrestres los que chocan y se dan vuelta, sino verdaderos aviones que se destrozan en la colisión.

Las causas de los accidentes son múltiples y de lo más variadas. Están los que viajan comiendo, los que van mateando, hablando con el celular, estudiando el mapa de la ruta y desatendiendo el volante, conduciendo cansados, con necesidad de reposo, con ingestión de alcohol en la última comida, con apuro por llegar, con inseguridad y/o nerviosidad en la conducción -a muchos les sudan las manos por esa causa-, con fallas de visión, con falta de vista respecto del margen de error del otro conductor... A todo esto hay que agregar las rutas inapropiadas para tanta velocidad, la mala señalización, los "lomos de burro" no pintados y no señalados con luces, los pozos del pavimento y "el imprevisto" que, por ser precisamente imprevisto, obliga al conductor a realizar una maniobra suprema y las centésimas de segundos que tiene para ello, la serenidad y seguridad, en la mayoría de los casos, no alcanzan para salvar del peligro.

Hablando de velocidad, el "crucero a 90/100 km" es cosa antigua, porque hoy teniendo en mis manos un motor que me da 140/160 km y que me permite llegar antes... no lo puedo desaprovechar.

No se me ocurre nada que pueda impedir esa fiebre de la velocidad, sólo puedo recordar a mi papá cuando me enseñaba a manejar y en su italiano idioma me decía al darme el volante: Carlitos, ípiano piano si va lontano! íForte forte si va alla morte!

Prof. M. Carlos Visentín.

DNI. 2.389.173. Ciudad.