En los Estados Unidos
Por cálculo matemático otorgan premio a científico argentino
Comparte el galardón con el italiano Alberto Bressan y el norteamericano Charles Fefferman. Considera que la matemática es una manera de hallar respuestas sin ambigüedad"

Premiaron en Estados Unidos al matemático argentino Carlos Kening con uno de los galardones más prestigiosos en su rubro, el análisis matemático.

Se trata del premio a la memoria de Maxime Bécher, de la Sociedad de Matemática de Estados Unidos. Lo comparte con el italiano Alberto Bressan y con el estadounidense Charles Fefferman.

Nacido en Villa Crespo, Carlos Kening define a la matemática como atrapante y dice que "es la manera de hallar respuestas sin ambigüedad".

"El premio me lo dan por el estudio de ciertas ecuaciones diferenciales que gobiernan fenómenos oscilatorios", afirmó Kening.

Por ejemplo, "si estamos ante un canal de agua y se produce algún movimiento en un extremo, se generará una onda. Esas ecuaciones permiten explicar dónde terminará esa onda, si mantendrá la misma forma o se acercará a otra, si es que había otra onda", explicó.

El argentino se especializó en el campo del análisis armónico y dedicó hasta ahora la mayor parte de su carrera a la investigación básica. Su interés por la matemática apareció mucho antes.

"A los 6 años ya me gustaba. Me encantaba su rigor. Y tuve dos buenos docentes en el Colegio Nacional de Buenos Aires que me alentaron", aseguró el matemático

Elección por los números

Empezó dos carreras a la vez. Estudiaba ingeniería y matemática en la Universidad de Buenos Aires. "Me la pasaba viajando de un lado al otro, pero sentí que la ingeniería era demasiado inexacta para mi gusto, y la abandoné".

En 1973, sin finalizar su carrera de grado en matemática de la UBA, se fue a estudiar a Estados Unidos. "La situación política era muy inestable en aquel momento", explicó.

En Chicago ya había otro argentino, Alberto Calderón, con quien Kening investigó. Se fue con una beca para hacer una maestría y después el doctorado.

Trabajó también en la Universidad de Princeton y en la de Minnesotta. En 1985, volvió a la Universidad de Chicago, donde investiga la mayor parte de su tiempo laboral.

Sólo da 45 horas por año de clases y está a cargo de ocho personas que hacen un doctorado. Está casado con una neocelandesa y tiene dos hijas, de 8 y 10 años.

"Pasaron muchos años desde que dejé la Argentina. Mi situación hoy es muy cómoda en Estados Unidos. Recibo subsidios de la Fundación Nacional de Ciencia, que me permiten investigar sin problemas", afirmó.

Y rescató la inversión en ciencia básica: "Si un país no gasta en ciencia básica, corre el riesgo de no contar con las técnicas adecuadas cuando se presentan problemas concretos. La historia de la informática es un buen ejemplo".