La política condiciona al campo
Gente de negocios en el despacho del ministro
¿Por qué Martín Lousteau no invita a las entidades de productores? Para el vicepresidente de CRA, la actividad agropecuaria se ha convertido en una cuestión financiera y especulativa.

Néstor Roulet

Indudablemente, al Gobierno nacional sólo le interesa el agropecuario como un sector extractivo; deja de lado los conceptos de sustentabilidad, tanto social y económica como técnica.

Con el argumento de que "el productor agropecuario sólo debe ganar lo suficiente", el Estado se queda con gran parte de la renta agropecuaria (el 80 por ciento del ingreso neto) y logra dos claros objetivos: primero, obtener un ingreso sustancial para sus arcas -manipulando el sistema institucional y gastándolo como quiere- y, segundo, a través de la merma en los ingresos y constantes cambios de variables, transformar a la producción agropecuaria en un "negocio especulativo". Por lo tanto, no le interesa quiénes son los que producen sino, en definitiva, que se produzca.

Un medio de extracción

Sin dudas, esto posterga el concepto de la tenencia de la tierra como un factor de desarrollo social, de pertenencia, cultural, distributivo y de perpetuación en el tiempo, liberando al Gobierno de su responsabilidad de desarrollo del medio y de cómo quedan los suelos -sustentabilidad técnica- porque, indiscutiblemente, el suelo es considerado como un medio de extracción.

Medir hasta dónde soporta el campo esta extracción fue uno de los primeros avances del Gobierno, con lo cual no sólo llegó a la conclusión de que puede recaudar más; también entendió que cuando más "aprieta" al sistema, éste trata de compensar el menor ingreso produciendo más, aumentando las unidades productivas e incorporando dosis de riesgo al sistema al plantear mayores costos productivos.

Con menos ganancias por unidad (por hectárea) es necesario aumentar las unidades, se deben optimizar las variables aumentando los costos, hay que invertir más en una producción inestable, que depende de variables biológicas y climáticas, convirtiendo así a la producción agropecuaria en una cuestión meramente financiera y especulativa.

Ante esta realidad, comienzan a aparecer en el escenario "nuevos actores", que se incorporan al sistema sólo buscando rentabilidad financiera, especulando. Los nuevos empresarios son, en definitiva, agentes de negocios que -indirectamente- resultan funcionales al Gobierno.

En la medida que se achican los márgenes y aumentan los riesgos, más especulativo se vuelve el sistema "y cuando no alcanza, hay que prepararse burocráticamente para pedirle al Gobierno, para que compense por diferencial de precio, del alimento, de las ventas, etcétera".

Un kiosco

¿Y el pequeño y mediano productor que vive en el interior, que no tiene la posibilidad de la escala ni la burocrática?... "Que venda o alquile el campo, que se vaya al pueblo y ponga un quiosco".

Es decir, el Gobierno no sólo se queda con la renta del pequeño y mediano productor; indirectamente se queda, además, con su medio productivo.

Por lo tanto, llegó el momento de hablar con "la gente de negocios". ¿Para qué hablar con las entidades, si sólo defienden un sistema de vida? íSon fundamentalistas! Ahora hay que aprovechar la nueva alternativa de gobierno-dependientes, ser pragmáticos y engancharse con el sistema que nos dará las ganancias.

Por eso, el ministro de Economía organiza reuniones a las que sólo invita a los hombres de negocios, no a los representantes de las asociaciones ni de las entidades (de productores).

Tener el dato

Cuando anunciaron la apertura del mercado del trigo, las autoridades estaban acompañadas por los exportadores A, B y C (quienes conocieron la decisión "en off" la semana anterior a que se hiciera el anuncio y compraron 200 mil toneladas de trigo a 530 pesos; es decir, pagaron 100 pesos menos de lo que pagan ahora, quedándose con una diferencia de 20.000.000 por conocer el dato anticipadamente). Son, entonces, los que no se quejan, sólo "negocian".

Cambiar la estrategia. Ante la nueva realidad, tal vez las entidades tendremos que cambiar de estrategia sin abandonar nuestros principios y denunciar todo estos hechos pero, al mismo tiempo, brindarle herramientas al pequeño y mediano productor para poder contrarrestar este "nuevo modelo productivo", el "neo-productivismo".

Unirse

¿Será éste el momento de unirnos, no sólo con ideas si no en la práctica? La unión nos dará escala, nos posibilitará el acceso a las compensaciones que, en definitiva, para algunas producciones son el verdadero negocio; nos permitirá el uso de modelos societarios con importantes ventajas impositivas y, sobre todo, nos brindará la oportunidad de superar esta etapa, hasta que el Gobierno y los argentinos nos demos cuenta de que en el campo no todo es negocio, sino "que es un sistema de vida". ¿Será éste el momento del neo-asociativismo"?