ANALISIS
El juego de las apariencias
Por Emerio Agretti

Contra todo lo dicho en reiteradas ocasiones, Eduardo Duhalde está lejos de la idea de retirarse de la política y construye su presencia en el escenario nacional por medio de intervenciones medidas y estratégicas, basadas en el cultivo de un cuidadoso juego de apariencias y en una precisión casi quirúrgica en los puntos a tocar.

Precisamente, la primera ilusión es su ausencia. El aparente ostracismo en el que quedó sumido por efecto de una mezcla de desplazamiento y retracción táctica queda más desmentido que roto, con cada una de sus espaciadas reapariciones. Duhalde sabe que una mayor exposición no sólo lo dejaría en la peligrosa línea de fuego del kirchnerismo, sino también en el borde de la saturación, ante una opinión pública reacia a la exhibición de los manierismos propios de la "vieja política". Animado por el espíritu de escapar a la contención de ese rótulo, el ex presidente prefiere refugiarse en su pasado de bombero nacional, alejado de especulaciones de poder. Y allí radica la segunda ilusión, ya que esa pretendida "prescindencia" es incompatible con el efecto perseguido con sus dosificados pronunciamientos.

Bajo la apariencia de un observador casi imparcial, más comprometido con la institucionalidad que con la interna partidaria, Duhalde se asegura de ser un referente dentro de ésta; por más que en términos formales haya quedado afuera del proceso de normalización -o "kirchnerización"- del PJ.

El veterano dirigente lleva el juego de las apariencias incluso al discurso. Bajo la fórmula de un elogio -al "doble comando"-, asesta un doble golpe en los flancos más débiles del gobierno: el progresivo desdibujamiento de la figura de Cristina (advertido ya por todos los analistas políticos y al que corona con una definición lapidaria, en este caso sin eufemismos) y la inflación. Reivindicando su no reconocido rol de "padre del modelo", se erige en el mentor que amonesta de manera condescendiente a sus alumnos díscolos y algo chambones.

En los términos actuales, los lances de Duhalde parecen más testimoniales que eficaces y más propios del folclore justicialista que de un posicionamiento con reales expectativas, ante un kirchnerismo avasallante e irreductible. Pero el ex hombre fuerte del PJ conoce, probablemente mejor que nadie, la volátil condición de los escenarios políticos en el país y la ductilidad de sus basamentos. Y también que, sobre todo en manos de quien las sabe manejar, las apariencias engañan.