Opinión: OPIN-05 Francisco Xavier de la Rosa y Guadalupe

Una de las características de la religiosidad santafesina desde los orígenes de la ciudad ha sido la profunda devoción a María que formaba parte del acervo espiritual de los fundadores y que se realzaba por la difusión que de sus advocaciones protectoras llevaban a cabo las órdenes religiosas, a lo que debemos agregar el "milagro" de 1636 en la iglesia de la Compañía, la liberación de la langosta por intercesión de Ntra. Sra de la Merced en 1650 o la preservación de la ciudad en 1655 ante el avance calchaquí por intercesión de la "pura y limpia Concepción",

Sin embargo, la advocación que con el tiempo se ganará el corazón de las diversas generaciones de santafesinos, sería aquella que humilde y sencilla iría creciendo a orillas de la laguna, llamada de Setúbal y que como dice el Dr. Gustavo Vittori "asumió el volumen y la convocatoria de una relevante y popular tradición religiosa".

Y si los orígenes de la misma se mezclan y confunden con la vida de Francisco Xavier de la Rosa, también la envuelve el mismo misterio que aquél, ya que sobre las fuentes documentales ha prevalecido la tradición legendaria.

Lassaga narra que un fraile mercedario -el padre Miguel Sánchez- encuentra una pequeña estampa de la Virgen en su aparición de Guadalupe, que deseoso de llevarla al oratorio de los Setúbal donde oficiaba Misa, sale a buscar un marco para la misma y que apenas traspasa el umbral del convento se topa con una mujer desconocida que le ofrece lo que busca y que se ajusta a las medidas de la misma.

María Antonia Godoy y del Barco relata que dicho padre mercedario encontró la estampa en un misal ya que el ermitaño le había solicitado una y pasando por el convento se la entrega, saliendo éste de inmediato a localizar un marco y apenas traspuestas las puertas del mismo una señora muy agraciada y pobremente vestida le ofrece lo que busca.

También en lo que respecta a su estancia en Guadalupe hay confusión ya que la citada María Antonia dice que sólo vivió allí 14 años pero la documentación encontrada alarga ese período en algunos más, lo cual podría ampliarse a varias décadas si el "frai Xavier" que en el Censo de 1759 aparece junto a Juan de Setúbal, es De la Rosa. También se recuerda que tenía su choza en las cercanías de la capilla.

Entrando a la construcción de la capilla -su obra máxima-, una primera afirmación que parece pertinente es que la misma no fue exclusiva de Francisco Xavier -como un acto de pura devoción individual-, sino un verdadero hecho eclesial.

Con la misma no ponemos en duda la centralidad de su persona en este proceso, pero sí, nos parece importante recordar que hubo otros activos protagonistas sin cuya colaboración le hubiese resultado harto difícil llevar a buen término su anhelos. Ellos quedaron relegados al olvido en virtud de la ligazón que la tradición popular hace entre el santuario y Francisco Xavier de la Rosa y por el desconocimiento o falta de valoración de la documentación existente.

Debemos señalar que más allá de los deseos de los miembros de la familia Setúbal de reconstruir el antiguo oratorio en su lugar primitivo que pertenecía al fallecido en pobreza Juan González de Setúbal o el de construir uno nuevo en el solar de su hermana María Rosa, viuda de De la Rosa -como al final se hizo-, con fecha 15 de junio de 1779 el obispo de Buenos Aires, Malvar y Pinto confirmaba la elección como mayordomo de Fábrica de la Capilla de Ntra. Sra. de Guadalupe, que había recaído en José Uriarte.

Poco después, el obispo autorizaba al vecino Juan V. Díaz para que recogiese limosnas en toda la jurisdicción de la extensa diócesis de Buenos Aires para "... la reedificación de la iglesia vulgarmente llamada de Nuestra Señora de Ugán, título de Guadalupe" y ya con fecha 18 de mayo de 1780, cuando ya la obra estaba en marcha el notario eclesiástico de Santa Fe, F. Pardo, certifica que el "colector" había entregado limosna fruto de lo recaudado para la fábrica y construcción de la capilla.

Dos años más tarde, el Pbro. Francisco A. Vera y Muxica certifica que Díaz ha realizado su ministerio con diligencia y corrección conduciendo a Santa Fe el producto recogido en especie de yerba, leño y algodón, lo que ha permitido continuar la obra que estaba detenida por falta de fondos.

Luis Godoy, por su parte, recordaba en la primera década del siglo XX que los trabajos duraron dos años y se contó con la ayuda de vecinos que "trabajaban de balde", por turnos.

Quiso el ermitaño que fuera -en cuanto a su ubicación- remedo del santuario mexicano. La obra pasó por algunas dificultades, seguramente de tipo económico y quizás de algún otro cariz ya que Francisco Xavier escribió en una baldosa que gracias a la Virgen se pudieron vencer contradicciones del triste de Lucifer.

En 1781, la estructura principal de la capilla en la cual ya se venera la estampa parece estar levantada. Según recordaba María B. Godoy López, las paredes fueron construidas echando tierra mojada entre tablas, todo de una pieza y sin señales de adobe y de la misma manera se hizo la torrecita de la cual colgaban dos campanas, una de ellas que aún se conserva, fundida por él mismo.

Habilitada al culto, se preocupó De la Rosa que los sacerdotes que asistían al lugar tuviesen "asunto" o materia a la hora de predicar, adquiriendo para esto dos obras relacionadas con el culto guadalupano. La datación nos hace pensar que Francisco Xavier puede haber tenido acceso con anterioridad a alguna literatura guadalupana o al menos a la Novena de Sánchez, que parece ser una de las más difundidas desde las últimas décadas del 1600. De hecho, el Pbro. García de la Vega sostiene que Antonio López Godoy poseía un marco de lo que habría sido la puerta de vidrio que guarecía el cuadrito con la estampa en el que se leía "Año de 1773 - Por el H. F. X. Rosa". Sobre la puerta de tan humilde construcción, un dintel de madera con la inscripción "Non fecit taliter nationis", tomada del Salmo 147.20 que la Iglesia aplica a la Santísima Virgen y que según narra la tradición fueron las palabras del Papa Benedicto XIV tras escuchar el relato de la aparición y sus frutos.

También se le atribuyen un espejo de sacristía, pinturas sobre la historia de la Virgen de Guadalupe que se quemaron, y de haber gestionado a través de los Godoy la adquisición de la imagen de bulto, que según algunos recibió personalmente y según otros que la misma llegó cuando el ya había partido.

También en Guadalupe el ermitaño sufrió la peor de las humillaciones ya que fue detenido, al encontrarse en la capilla una bolsa de tabaco que un contrabandista había escondido. Concluimos con unas palabras del Dr. Vittori en las que creemos se sintetiza la relación del ermitaño con Guadalupe: "En ese lugar, habrían de mutar la interioridad del hombre y la devoción virginal".

Pbro. Edgar Stoffel